Desde la magnífica novela El hombre que amaba a los perros he ido leyendo a Padura muy de vez
en cuando y me arrepiento de no haberlo hecho más a menudo. Cada novela suya
que leo me descubre el espléndido escritor que es. De esta serie que tiene como
protagonista a Mario Conde (obviamente, nada que ver con el que vive por estos
pagos) este es el segundo que leo. Conde fue policía, profesión que abandonó
para dedicarse a la compraventa de libros que es la que tiene en la novela que
ahora comento.
Padura la ha dividido en dos partes que tiene prácticamente
la misma extensión, aunque diferente contenido. En la primera, vemos a Conde y
a Yoyi el Palomo, su amigo y colaborador, entrar en contacto con una familia
que ha heredado una extensa y muy valiosa biblioteca que quieren vender porque
su situación económica es mala. Estamos en plena crisis tras el período
especial que se vivió en Cuba. En esta parte se habla mucho de libros y, sobre
todo, de ejemplares especialmente valiosos. En uno de los libros Conde
encuentra la referencia a una cantante de hace años a la que quiere encontrar.
Así, se entra en la segunda parte dedicada íntegramente a esa búsqueda en la
que nos encontraremos con más de una sorpresa.
No es una novela policiaca en sentido estricto, y sí
tiene más de novela negra sobre todo a partir de las incursiones que Conde hace
a determinados barrios de La Habana buscando información. En estos lugares,
además del gran deterioro físico hay también un gran deterioro humano; son
barrios en los que priman la violencia y las drogas. Se manifiesta así una de
las características de la novelas de Padura que se desarrollan en Cuba, la
mayoría, que es la crítica a determinados aspectos de la realidad de la isla.
Algunos ejemplos en los siguientes fragmentos:
“
- - Nos hicieron creer que todos éramos iguales
y que el mundo iba a ser mejor. Que ya era mejor…
- - Pues los estafaron, te lo juro. En todas
partes hay unos que son menos iguales que los otros y el mundo va de mal en
peor. Aquí mismo, el que no tiene billetes verdes está fuera de juego, y hay gentes
ahora mismo que se están haciendo ricos, a las buenas y a las malas…” (p. 45)
- - ¿Te has fijado, Conde, cuántos que
fueron policías y militares andan viviendo ahora de los negocitos estos?”. (p.
51) (Se refiere a negocios privados)
“
- - ¿Te acuerdas, Conde, cuando cerraron los
clubes y los cabarets porque eran antros de perdición y rezagos del pasado?
–recordó Carlos.
- - Y para compensar nos mandaron a cortar
caña en la zafra del setenta. Con tanta azúcar íbamos a salir de un solo golpe
del subdesarrollo –evocó Candito-. Cuatro meses estuve cortando caña, todos los
días de Dios.
- - A veces me pongo a pensar… ¿Cuántas
cosas nos quitaron, nos prohibieron, nos negaron durante años para adelantar el
futuro y para que fuéramos mejores?
- - Una pila – dijo Carlos.
- - ¿Y somos mejores?? –quiso saber Candito
el Rojo.
- - Somos distintos: tenemos tres patas o
una sola, no sé bien… Lo peor fue que nos quitaron la posibilidad de vivir al
ritmo que vivía la gente en el mundo. Para protegernos…” (p.198)
(Todos los … en el original)
Este último diálogo es una parte de un debate que tiene Conde con su grupo de amigos, los protagonistas de esta novela y de las otras de la serie, sobre lo que ha pasado en la isla tras la revolución. Diálogo que me ha recordado mucho al que se produce en el libro Regreso a Ítaca que escribió en colaboración con Laurent Cantet y en el que se recoge el guion y algo más de la película homónima que se estrenó en 2014. Película que aprovecho para recomendar porque es un largo debate entre uno que vuelve de visita tras vivir en España dieciséis años y los amigos que se quedaron. (Por cierto, La neblina del ayer es muy anterior ya que se publicó en 2005).
Como decía al principio, Padura es un magnífico
escritor que recuerda en algunos aspectos al mejor Vázquez Montalbán de quien,
según sus propias palabras que escuché hace unos días en una entrevista en Radio
5, afirma que es su mayor influencia. También se pueda notar esta en las dos o
tres comilonas con las que Conde obsequia a sus amigos con las ganancias
obtenidas de la compraventa de los libros.
En definitiva, un libro muy recomendable porque a la
trama puramente detectivesca de búsqueda de la cantante, se une esa biblioteca
repleta de joyas bibliográficas, los elementos de crítica de la situación ya
mencionados y un conjunto de personajes, empezando por el propio Conde, que
mantienen el interés por lo que se está narrando en todo momento.
Tendré que buscar más historias de este peculiar
protagonista de la serie.
Hay una reseña de José Ignacio Escribano en
jiescribano.wordpress.com en la que se cuentan bastantes detalles del contenido
de la novela.
Leonardo Padura, La
niebla del ayer.
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