Han pasado apenas dos meses desde que comentaba la
primera novela de esta trilogía de una autora que acababa de conocer por el
premio obtenido en Edimburgo a la traducción de una novela suya. Encabezaba la
entrada con “Magnífico descubrimiento”. Desde luego lo fue, y tras la lectura
de esta segunda novela no solo se confirma sino que incluso se acrecienta.
Almada me recuerda bastante a otra escritora
argentina, Mariana Travacio, más o menos
de la misma generación y de gran proximidad geográfica, esta rosarina y Almada
de Entre Ríos. Ambas cuentan historias poco habituales y con protagonistas del
mundo rural. También ambas se preocupan tanto por el lenguaje como por la
estructura.
En este caso, las protagonistas son dos familias que
se dedican a la fabricación de ladrillos como anuncia el título. Tienen varios
hijos pero son dos de ellos, los primogénitos varones, los que comparten el
protagonismo. Familias enfrentadas y con una mala situación económica. Almada
se centra sobre todo en las formas que adopta la virilidad y la necesidad que
tienen los jóvenes de lograrla sea como sea.
Por lo que leí en algún lugar, las tres novelas que
forman la trilogía se centran en el mundo masculino a partir de historias muy
diferentes.
En esta novela, además de lo interesante que resulta
este tema y la forma de enfocarlo, me gustaría destacar los aspectos formales,
en concreto dos: por un lado, el lenguaje magníficamente ajustado al habla
popular y, por otro, la estructura ya que va alternando el momento actual con
otros pasados (cuando los niños tienen cuatro o doce años, por ejemplo) sin que
el ritmo de la narración ni la comprensión se resientan. Logra con ello un
magnífico ejercicio de estilo y una escritura muy personal y reconocible.
Un libro absolutamente recomendable.
Hay una buena y completa reseña de Juan G.B. en unlibroaldia.blogspot.com
Selva Almada, Ladrilleros.
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