Asumiendo el riesgo de resultar un tanto
esquemático y simplificador, yo diría que en la historia del nacionalismo ha habido cuatro
momentos decisivos muy diferentes en casi todo salvo en el auge de la idea.
El primero. Su surgimiento con la Revolución
francesa y la idea de la soberanía nacional así como la necesidad de conseguir
un mercado nacional. Se ha hablado, con bastante razón, de un nacimiento en función de las
necesidades de la burguesía y, por lo tanto, se ha descrito durante mucho
tiempo el nacionalismo como burgués. En España, por ejemplo, surge la idea
nacional precisamente en las Cortes de Cádiz. En todo caso, este primer
nacionalismo surge en estados preexistentes y conforman así lo que se llamará
un estado-nación.
A lo largo del siglo XIX en muchos países europeos
se va consolidando esta idea y se forma una parte de los estados actuales
(Bélgica independizándose del Imperio, Alemania o Italia unificando diferentes
territorios, etc).
Mientras tanto, se están gestando otras ideologías y
otras prácticas que tendrá el internacionalismo como bandera. Obviamente, me
refiero al marxismo y al anarquismo.
El segundo momento vendrá tras la primera guerra
mundial con el planteamiento por parte del presidente Wilson del derecho de
autodeterminación para los territorios de los imperios derrotados en el
conflicto. Fruto de este derecho se constituirán varios estados en la Europa
central y oriental. Nuevamente el impulso para estas nuevas naciones vendrá
dado principalmente por sectores burgueses en alianza con sectores
intelectuales.
Después de la segunda guerra mundial, asistiremos al
tercer gran momento de formación de estados. Será en este caso la O.N.U. la que
proclame el derecho de autodeterminación para los territorios que estén en
situación colonial. Es una nueva “primavera de los pueblos” que dará lugar a la
aparición de multitud de países pero con una clara diferencia con respecto a lo
que había sucedido hasta entonces; se trata de la confluencia de intereses
entre los sectores burgueses y los sectores populares (representados
principalmente por los partidos comunistas) por primera vez coincidentes en la
idea de la construcción nacional. No es el momento ni el lugar para hablar de
ello, pero no es casual este cambio en la idea que la izquierda tenía del
nacionalismo; basta con recordar la enorme influencia que tuvo, por ejemplo, el
libro de Frantz Fanon, Los condenados de
la tierra.
El cuarto y por ahora último momento ha tenido lugar
muy recientemente a raíz de la desaparición de la URSS y del “mundo” comunista
que ha dado lugar a la aparición de un buen número de estados en algún caso, como
en Yugoslavia, con una guerra de por medio y la aparición de un nacionalismo de
corte etnicista que no se conocía desde la desaparición del nazismo.
Todo lo anterior viene a cuento para intentar dar
una opinión muy resumida sobre lo que está sucediendo en España con Cataluña.
El nacionalismo catalán es muy antiguo pues comienza a mediados del siglo XIX,
tiene su gran momento en la II República liderado por ERC y vuelve a resurgir
con fuerza con la transición. En ese resurgimiento, ERC ha sido sustituida por
CiU, un nacionalismo más cultural y, en aquellos momentos, poco
independentista. Este grupo ha estado gobernando hasta hoy la autonomía
catalana con muy ligeras interrupciones. Sin embargo ahora, después de más de
treinta años, el nacionalismo de corte más político, es decir, el que quiere
conseguir un estado propio (estado-nación), crece de forma importante hasta
convertirse en mayoritario al menos a nivel parlamentario. En este contexto
plantea la necesidad de una consulta popular sobre una posible independencia
que ya tiene fecha fijada en noviembre de 2014. Por cierto, que Escocia hará
algo similar en el mes de mayo próximo.
A partir de ahí, se ha desatado la caja de los
truenos en el resto de España. El referéndum es ilegal, los catalanes quieren
irse cuando ya han sacado todo el jugo que han podido a España, si se vota
tendrían que hacerlo todos los ciudadanos del estado,…todo ello aderezado muchas
veces con expresiones que es mejor no reproducir.
Hasta aquí, básicamente descripción de hechos. Ahora
una pequeña valoración y para entenderla mejor, vaya por delante que, como ya
he manifestado muchas veces en el blog, soy profundamente antinacionalista, que
esta ideología me parece una de las más nefastas creaciones de la humanidad y
que siento un por ella rechazo no solo intelectual y sino también visceral.
La posible consulta es cierto que no cabe en la
legalidad actual, pero no sería demasiado complicado cambiarla, bastaría con tener el coraje político para hacerlo, pero
¿por qué dar esa oportunidad a “los catalanes”? Evidentemente, aunque la
realidad se presenta como muy compleja, la respuesta es enormemente simple:
porque así lo quiere la mayoría de los habitantes de Cataluña. Y aquí aparece
una de las claves más importantes de este tema; el actual deseo de
independencia es absolutamente trasversal y afecta a todos los grupos sociales:
no es ni burgués ni proletario, ni liberal ni socialista, es prácticamente
universal y, además, con movilizaciones que surgen de la propia sociedad y en
las que en más de una ocasión los partidos políticos se han visto superados.
En política hay dos errores que, si se cometen,
siempre se pagan: no tener en cuenta la realidad y actuar en contra de la
opinión mayoritaria. Espero que en este conflicto se termine actuando con la
sensatez política necesaria. En caso contrario, la historia está llena de
ejemplos de malos finales.
Sé que parece todo lo dicho muy simple y muy
sencillo, pero es que realmente lo es si así se quiere.
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