Excelente novela la de este escritor australiano que
combatió en el ejército británico durante la Primera Guerra Mundial en las batallas del
Somme y el Ancre que, como afirma en una nota preliminar, le sirvieron de inspiración
para la obra aunque no se trate de un escrito autobiográfico.
Me costó un poco entrar en la novela ya que en su
mayor parte se desarrolla en la retaguardia durante los momentos de
descanso y, por lo tanto, los sucesos
cotidianos son muy parecidos y me parece que Manning es demasiado detallista.
Ahora bien, poco a poco y de forma casi imperceptible, la obra va ganando en
interés e intensidad, no porque haya “tiros” (lo que no sucede hasta casi el
final), sino porque las historias personales y las relaciones entre los
protagonistas van tomando cuerpo y aparecen también las críticas a la forma de
hacer dentro del ejército que me parece uno de los elementos más interesantes
de la novela.
Efectivamente, aunque no es la típica obra antibelicista
sí que refleja algunos de los desastres de las guerras y sobre todo hace una
acerada crítica del comportamiento de muchos oficiales mayor cuanto mayor es
también la graduación. De hecho, el protagonista, un joven voluntario con
estudios, es siempre tentado para el ascenso al que se niega sistemáticamente
porque prefiere estar con la tropa de procedencia popular. Otro aspecto
relevante de la obra es que el autor inicia cada parte y cada capítulo con un
texto de diferentes obras de W. Shakespeare.
Pongo a continuación tres textos que pueden servir
de ejemplo de alguna de las afirmaciones que hago:
“De repente, recordó a los que cayeron en el bosque
de Trônes, muertos sin enterrar con los que había convivido codo con codo,
británicos y boches equitativamente mezclados, supurando, descompuestos por las
larvas de las moscas, pasto de las ratas, ennegreciéndose por el calor,
hinchados con las barrigas dilatadas o resecándose en sus andrajos corroídos; e
incluso cuando la noche los cubría, se desahogaba en el viento el hedor de la
muerte.” (p.31)
“Cuando por fin se marchó el señor Rhys (un oficial), se relajaron y descansaron
dejando escapar un suspiro. Entendían mejor al comandante Shadwell y al capitán
Malet, porque en cierto modo eran como un soldado raso: hombres que debían
coger las armas contra un mundo entero, hombres que luchaban desesperadamente
por salvar el pellejo y que, conscientes de ello, en última instancia, estaban
solos. Esta autosuficiencia es la esencia de la camaradería. Cuando el señor
Rhys participaba de esta actitud, lo respetaban; sin embargo, cuando les
hablaba del patriotismo, del sacrificio y del deber, no hacía más que enturbiar
y confundir su visión de las cosas.” (p.23)
“El general de brigada le dio la orden al coronel,
el coronel al ayudante de campo, y el ayudante al señor Sothern, quien,
recordando que Bourne (el protagonista) le había hecho de
intérprete con una señora mayor de Méaulte para pedirle una escoba, lo empujó a
primera línea de fuego. Esto se llama, en el ejército británico, la cadena de
responsabilidad, es decir, que la responsabilidad de los errores de sus superiores
los asumen los soldados rasos.” (p.256)
Una novela muy recomendable por la humanidad de sus
personajes, el tratamiento del tema huyendo de lo más efectista y la crítica de
los mandos militares.
Frederic
Manning, Los favores de la fortuna
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