A medio camino entre la novela negra y el thriller político, porque aunque no
salga ninguno el poder está omnipresente, Khadra ha compuesto una espléndida
novela volviendo a sus orígenes. Efectivamente, las primeras novelas que leí de
este autor, al que por cierto tengo entre mis favoritos, pertenecían a ese
género que luego fue abandonando sobre todo desde que, ojo spoiler, dejó morir a su comisario protagonista.
En este caso, tras la aparición en un bosque cercano
a Argel de una joven muerta, se pone en marcha toda la investigación policial
que, como no podía ser de otra forma tratándose de este escritor, enseguida
choca con aquellos que mandan en la economía y la prensa argelina. A partir de
ese momento la narración no deja un momento de descanso, avanza sin pausas a
partir de una trama perfectamente articulada y que permite seguir muy bien el
desarrollo de los acontecimientos y, lo que es muy importante en toda la obra
de Khadra, ver muchos de los entresijos de una realidad como la argelina
desgraciadamente tan desconocida a pesar de su cercanía geográfica.
El autor aprovecha cada oportunidad que tiene para
arremeter contra la corrupción hecha sistema, contra los ricos que no pagan
impuestos por su “legitimidad histórica”, contra la prensa manipuladora y
puesta al servicio de los poderosos (“los mandamases en la sombra”) y también,
cómo no, contra el terrorismo islamista. Estos elementos, que son
consustanciales en toda la obra de Khadra, me ha parecido que en este libro
están expresados con más fuerza y en más ocasiones sobre todo en la primera
mitad del texto.
Destacar también los personajes que dan vida a la historia.
Unos poderosos que se mueven siempre en la sombra mientras otros hacen el
trabajo sucio y que están muy bien retratados y, por encima de todo, la
comisaria lesbiana y el inspector impotente que tienen que descubrir al asesino
y cuya caracterización y relación me
parece uno de los mayores aciertos de la novela.
Todo ello escrito con su particular estilo directo y
unos diálogos muy bien construidos y creíbles.
Es uno de esos libros que cuesta dejar cuando llega
la hora de comer o de dormir porque estás deseando ver por dónde sigue la
historia. De todas formas, ya he reconocido antes que soy un seguidor incondicional
de este escritor argelino, excomandante del ejército y actualmente afincado en
Francia.
Dejo a continuación una cuantas citas que dan una
idea de lo que opina el autor:
“En un país donde los mandamases se empeñan en
construir un chalé a sus retoños en vez de levantarles una nación, no es raro
toparse con talentos avezados currando en un cafetucho para llegar a fin de
mes… “(p.17)
“En Argelia, son tantas las vejaciones que la
agresividad se ha vuelto imperativa.(…) En un país donde las apariencias priman
sobre todo lo demás, las pullas requieren imagen y sonido para que la
frustración no devengue en monstruosa agonía”. (p.55)
“(…) la obsolescencia de los centros hospitalarios
estatales es obra del propio Estado para que los mandamases se forren
negociando con los promotores inmobiliarios corruptos y los matasanos del
sector sanitario para quienes las comisiones valen más que los diplomas y los
juramentos hipocráticos”. (p.66)
“Muchos de ellos (se refiere a los dirigentes)
no han abierto un libro en su vida. Son los grandes afortunados de un
país corrupto que privilegia la mediocridad en detrimento de la competencia y
donde se desfiguran las conciencias para poner a salvo la fealdad. Si no, ¿ cómo
se explica que, pese a sus enormes riquezas, Argelia siga siendo tan pobre en
sueños y en ambiciones, y esté a la cola de las demás naciones?”. (p.108)
Yasmina Khadra, A
qué esperan los monos…
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