No sé si han sido alguna de
las afirmaciones de la contraportada como por ejemplo que el libro “es una
auténtico clásico de la literatura alemana” o una traducción seguramente muy
mejorable o, simplemente, que no se trate de un libro especialmente bueno, sea
como sea, el caso es que no me ha gustado nada.
Tiene un comienzo muy
curioso con un cruce de cartas entre un editor y un autor llamado ¿casualmente?
Tucholsky en el que el primero le pide un texto ligero para publicar en verano.
Debaten sobre los porcentajes que corresponderían a cada uno y se inicia la
novela con lo que deducimos que el editor ha aceptado la petición del escritor.
Hablaba antes sobre la
traducción. Obviamente no tengo ni idea de alemán, pero en el texto hay
multitud de referencias lingüísticas que, además, se manifiestan en el habla de
los protagonistas. Pues bien, no hay ni una nota a pie de página del traductor
explicándolas y se deduce que ha optado por traducirlas de tal manera que hace
que los protagonistas parezcan a veces un tanto estúpidos.
Apenas sucede nada a lo
largo de la novela, y la historia de la niña en el internado, que podía haber
dado bastante juego, queda en una mera anécdota de la que también se exagera en
la contraportada al decir que hay una “amarga y certera crítica de la barbarie y
la irracionalidad humanas”.
El autor era un escritor
satírico que publicaba principalmente artículos siendo esta su única novela,
pero en ella no aparece esa sátira que tanto practicaba.
Kurt Tucholsky, El castillo de Gripsholm. Una historia
veraniega
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