Vicente Romero ha escrito un
libro magnífico, interesante, apasionante, emocionante, original, y un largo
etcétera de calificativos que se le pueden poner todos ellos positivos.
A partir de una original y
particular visión de los hoteles y habitaciones que ha tenido que utilizar en
sus múltiples viajes, desde sus orígenes como joven reportero del diario Pueblo, Romero nos va contando historias
de los diferentes conflictos en los que ha estado para contar lo que en ellos
sucedía, y de otros lugares, Nueva York, Hong-Kong o Las Vegas por ejemplo, en
los que no había conflictos pero sí cosas relevantes para contar.
Casi cualquier conflicto
sucedido desde los años 70 del siglo pasado aparece por las páginas del libro,
desde Vietnam a Iraq o Afganistán pasando por Argentina, Chechenia o Sierra
Leona. No todos están tratados de la misma manera, en algunos casos prima la
información sobre sus causas y desarrollo y en otros cobra más importancia el
papel jugado por occidente y las actividades de las ONGs o los misioneros; en unos se da
prioridad a los horrores cometidos por los diferentes contendientes y en otros
a la forma de tratarlos por parte de los medios de comunicación. Esto por lo
que se refiere al núcleo central del libro.
Además, como complemento de cada
uno de sus 25 capítulos el autor introduce sus propias reflexiones tanto sobre
el periodismo (en unos textos que son de lo que más me ha gustado del libro)
como sobre distintos aspectos del ser humano, de la política y de la vida en
general contando también curiosas anécdotas algunas de las cuales me han hecho
sonreír e incluso reír a carcajadas.
No se trata de una
autobiografía al uso, sino de contar sus vivencias en el ejercicio de esa
profesión que, aunque hoy esté en trance de desaparición, ha sido una de las
más bellas e importantes en el siglo XX y lo que llevamos del XXI.
Leyendo los diferentes
capítulos he ido rememorando en unos casos o informándome por primera vez en
otros de los principales acontecimientos que han tenido lugar a lo largo y
ancho del mundo. Su lectura me ha provocado todo tipo de sensaciones y
sentimientos desde la emoción hasta el nudo en la garganta a la indignación; de
la ternura al horror hasta el punto de tener que cerrar el libro en más de una
ocasión para respirar a fondo porque, aunque estoy acostumbrado a las lecturas
fuertes, algunas de las cosas que cuenta de Argentina, Ruanda o Sierra Leona
entre otros, son realmente
estremecedoras y difíciles de soportar.
De un libro tan extenso, 590
páginas, son muchas las cosas que se pueden destacar, pero a mí me gustaría
hacerlo que alguna que, sin ser seguramente de las más importantes, sí que me
han llamado especialmente la atención: la fuerte crítica que hace de algunos
funcionarios de agencias internacionales como ACNUR o CICR por su papel poco
digno y poco comprometido en muchas ocasiones; en un sentido radicalmente distinto habla de los misioneros y monjas y
del gran bien que están haciendo sobre todo algunos países africanos (un matiz
importante: el autor se declara ateo); teniendo en cuenta que se trata de un
periodista muy conocido y con mucha presencia televisiva, quiero destacar cómo
siempre menciona con nombres y apellidos a sus compañeros cámara y productor;
finalmente, su compromiso personal (y político) pues tiene afirmaciones como
las siguientes:
“Parece que no nos interese
o no seamos capaces de quebrar el silencio sobre lo que se cuece en los
consejos de administración de las grandes corporaciones económicas, cuyos
intereses impulsan las luchas más sangrientas y representan apuestas
millonarias sobre la suerte de conflictos que, en el terreno, se dirimen con
las armas y se cobran la vida de soldados y civiles. Los grandes criminales,
los mayores déspotas, los dirigentes más despiadados se mueven con enorme
discreción, tratando de mantenerse en las sombras. Pero sus órdenes resultan
tan evidentes como las cotizaciones bursátiles de las empresas para las que
trabajan, expolian y asesinan.” (p.414)
“Los medios educan al
público en la creencia de que en determinadas zonas del mundo la vida vale
menos. En ellas hace falta que se produzcan miles de muertes o infinidad de
atropellos sangrientos para que una atrocidad llegue a ser noticia y merezca
una columna en un periódico o un minuto en alguno de los noticiarios de radio o
televisión.” (p.491)
Conocía poco a Vicente Romero.
Veo muy poco la televisión aunque cada vez que ha coincidido Romero en la
pantalla me he quedado a ver el programa; siempre me ha parecido un periodista
especial. Desde ahora, es algo más, una persona también muy especial.
Recomiendo este libro muy encarecidamente;
es de lo mejor que he leído en los últimos tiempos y, además y sobre todo, es
uno de esos libros que nos pueden ayudar a mejorar.
Vicente Romero, Habitaciones de soledad y miedo.
Corresponsal de guerra, de Vietnam a Siria
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