Hacía tiempo que no se traducía ningún libro
de este escritor. Entre 2011 y 2013 leí los tres libros hasta entonces
publicados de los que el titulado Las cosas que llevaban los hombres que lucharon
me pareció un gran libro. Por eso al ver este que ahora comento y saber que
también iba sobre la guerra de Vietnam me abalancé sobre él. Este libro fue
escrito en 1978 y, por lo tanto, es muy anterior al de Las cosas que llevaban… y
no sé si será por eso o por otra circunstancia, el caso es que aunque trate de
la misma guerra el planteamiento es en parte diferente.
De alguna manera se podría decir que estamos ante dos novelas
que se van intercalando dentro del mismo libro. Por una parte hay un escrito
bastante realista en el que se describe la guerra y, sobre todo, la situación
de los soldados: sus padecimientos, sus dudas, sus miedos, etc., es decir, lo
habitual en una novela que trate de la guerra. Esta parte abarca más o menos la
mitad del texto y en ella podemos encontrar fragmentos como los siguientes:
“Y yo lo que digo es que a la mayoría de los
soldados los propósitos y la justicia se la traen muy floja. Ni siquiera piensan en esas mierdas. Están demasiado
ocupados dando botes para que no les corten la cola. Propósitos… ¡A la mierda
los propósitos! Lo que a ellos les preocupa es cómo seguir respirando. Lo que piensan es qué sentirán cuando pisen
esa trampa. ¿Se volverá locos? ¿Se vomitarán encima, llorarán, se desmayarán,
gritarán? ¿Qué aspecto tendrán cuando no sean más que huesos, carne y pus? En
eso piensan, no en los propósitos.
-
Y en huir- dijo Fahyi Rhallo-. Los
soldados piensan en huir. ¿ Huirán o resistirán y lucharán?” (p. 225)
“Ni siquiera conocían las cosas más simples:
la sensación de la victoria, de la satisfacción, del sacrificio necesario. No
conocían la sensación de conquistar una posición y mantenerla, de asegurar una
aldea y luego izar la bandera y cantar victoria. No había ninguna sensación de
orden ni de progreso. No había frentes, ni retaguardia, ni unas trincheras
claramente dispuestas en paralelo. No había ningún Patton que avanzara hacia el
Rin, ni cabezas de playa que atacar, ganar y conservar por algún tiempo. No
tenían objetivos. No tenían causa. No sabían si la guerra obedecía a la
ideología, a la economía, a la hegemonía o al desprecio.” (p. 307)
Este tipo de ideas es bastante habitual en la
novela que tanto me gustó de O’Brien hace unos años.
Sin embargo, hay otra parte en la que,
siguiendo el enunciado del título, un grupo se dedica a perseguir a Cacciato,
un soldado fugitivo, desde Vietnam hasta
París, pasando por la India, Afganistán
o Grecia. Esta parte se desarrolla intercalando capítulos en el resto de
lo contado. A mí no me ha aportado nada y, sobre todo, a medida que avanzaba la
persecución me iba interesando cada vez menos. Solo el capítulo en el que son
detenidos por la policía política de Irán tiene interés por los debates que se
establecen en torno a la guerra.
Seguramente el problema es que yo no he
terminado de captar el sentido de toda esta especie de ensoñación que es en lo
que consiste la persecución por medio
mundo, pero en cualquier caso lo que sí resulta evidente es que rompe
completamente con el fondo y la forma de lo que está narrando en el resto del
libro.
Se trata pues de una novela muy desigual que
atrapa por momentos e incluso emociona, pero que luego te da una ducha de agua
fría. Para mejores críticas se puede leer la contraportada.
En todo caso, no dejo de recomendar a este
autor y sobre todo el libro que mencionaba al principio del comentario.
Tim O’Brien, Persiguiendo a Cacciato. Traducción David Paradela López.
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