sábado, 18 de agosto de 2018

Un buen reencuentro





Hacía bastante tiempo que no leía nada del autor y, además, lo último que leí, Isabel, no me gustó como dejé constancia en el blog. Sin embargo, al ver esta edición de su segunda novela publicada hace casi cuarenta años y leer la contraportada me animé a dar otra oportunidad a quien escribió un libro tan magnífico como Sostiene Pereira.
Me alegro de haberlo hecho porque, a pesar de que en algunos momentos me he sentido un tanto perdido y de que la historia a veces se hace un tanto pesada y reiterativa, el libro tiene los suficientes atractivos para hacerlo interesante y para que merezca la pena leerlo.
Aunque la historia avanza a lo largo de más de un siglo, de alguna manera parece algo circular debido en parte al hecho de que el nombre de sus protagonistas principales, Sesto, se va repitiendo. Por este detalle y otros como el diluvio al nacer el primer Sesto, la prolongada sequía en el pueblo que lleva a acudir a las procesiones o el polvo blanco de la cantera que cubre el pueblo, viene a la cabeza en varios momentos Cien años de soledad.
Reproduce la editorial en la contraportada el siguiente comentario de M.Ammirati en Liberal:

”Una novela densísima sobre las vivencias de varias generaciones de una familia… Un extraordinario ejercicio de estilo con una escritura que abarca desde lo grotesco hasta la ironía.”

El ejercicio de estilo se puede apreciar en el siguiente fragmento:

“No dijo nunca que había aprendido perfectamente a colocar en el orden lógico y simbólico establecido por los hablantes todos los signos llamados palabras a través de los que uno puede expresarse incluso sin hablar.” (p. 165)

Por otra parte aparece una forma que luego desarrollará ampliamente en el citado Sostiene Pereira como es la repetición sistemática de la misma expresión al referirse a nombres. Así, Anselmo Menichetti, de adoptado Zanardelli; Sesto, al que llamaban Marianna;  Ivana a la que llamaba Rosa, etc.
Hay sentido del humor en varios momentos y siempre un peculiar y muy cuidado lenguaje.
De las dos partes en que está dividido el texto, a mí me ha gustado más la primera que se desarrolla toda en el mundo rural desde el último tercio del siglo XIX hasta los primeros años del XX. En la segunda, aunque tiene magníficos momentos, también hay otros en que la historia decae y pierde parte de su fuerza.
En cualquier caso merece la pena su lectura.

Antonio Tabuchi, El barquito chiquitito. Traducción Carlos Gumpert.

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