Este es el cuarto libro que leo de este gran
investigador e intelectual estadounidense catedrático de Historia en Yale. Lo
conocí por su colaboración con Tony Judt
en Pensar el siglo XX, y
después por otros dos libros magníficos, comentados ya en el blog, uno sobre la
represión de Hitler y Stalin y otro sobre la tiranía en el que se dedica a
explicar cosas que se pueden hacer para combatirla. Pongo estos antecedentes
para ver de qué tipo de intelectual se trata, es decir, de alguien preocupado
por la democracia y la libertad.
Precisamente de esto va este libro, de su
preocupación por el proceso, camino, que se ha puesto en marcha hacia el
autoritarismo. Proceso que se ha iniciado en la Rusia de Putin para irse
extendiendo desde allí tanto a Europa como a los Estados Unidos.
Snyder desgrana los temas de los diferentes
capítulos del libro con su fecha correspondiente: “el regreso del pensamiento
totalitario (2011); el desmoronamiento de la política democrática en Rusia
(2012); el asalto ruso a la Unión
Europea (2013); la revolución de Ucrania y la posterior invasión rusa (2014);
la difusión de la ficción política en Rusia, Europa y Estados Unidos (2015); y
la elección de Donald Trump (2016).” (p 21)
Un programa como se puede apreciar muy completo de
lo sucedido en los últimos años. Para hacer su estudio el autor utiliza una
inmensa cantidad de fuentes debido a su gran conocimiento de los idiomas en que
están escritas. Algo por otra parte habitual en toda la obra de Snyder.
Por todo ello, en palabras Rafael Núñez Florencio en elcultural.com:
“Estamos
pues ante un libro sugestivo y estimulante pero que, pese a su relativa
brevedad, requiere esfuerzo. La labor de investigación de Snyder es
impresionante. Su
erudición apabulla, lo mismo que su rastreo en los más diversos archivos del
este europeo, sin que la diversidad
lingüística constituya en apariencia para él obstáculo alguno.” (Subrayado en el original)
También
es interesante lo que afirma Pedro Rodríguez en su reseña en blog.realinstitutoelcano.org
:
“(…) es
un análisis tan elocuente como deprimente que ronda la categoría de lectura
obligada para todos aquellos interesados en comprender la actual crisis política
que no conoce fronteras.” (Reseña muy recomendable porque hace un gran resumen
de las principales ideas del libro)
De estas citas quiero
destacar dos ideas que me parecen muy relevantes. Por un lado, el esfuerzo que
requiere su lectura, lo que también colabora a hacerla más estimulante. Desde
luego el primer capítulo en el que explica las ideas del filósofo ruso Iván Ilyin,
que tanta influencia tiene sobre Putin, a mí me ha resultado particularmente
complicado. Por otro lado, es un análisis que por lo demoledor y documentado
resulta no solo deprimente sino profundamente desmoralizador.
De un libro así se
pueden escribir muchas cosas. Para un recorrido más completo sobre su contenido
recomiendo cualquiera de las dos reseñas mencionadas antes; yo prefiero
centrarme en algunos aspectos que o me han sorprendido o me parece que reflejan
muy bien cosas que ya están pasando en nuestro país. Para ello voy a utilizar
fragmentos sacados directamente del texto de Snyder.
Sorprenden cosas como
estas:
“Los fascistas rusos y europeos debatieron la
posibilidad de fundar un “consejo antifascista”. Negaron la invasión de
Ucrania, pese a que estaban reunidos en una ciudad que Rusia se había
anexionado, negaron que Rusia estuviera combatiendo todavía en el este de
Ucrania, pese a que, entre los invitados había jefes militares rusos que habían
dejado el campo de batalla para asistir.” (pág. 190-191)
“Apodado en Rusia el “oligarca ortodoxo”, Malofeyév
era un activista antisodomía y un imperialista ruso declarado. Decía: “Ucrania
forma parte de Rusia. No puedo considerar al pueblo ucraniano como no ruso.”
Rusia tenía que salvar a Ucrania de Europa porque, de no hacerlo, los
ciudadanos ucranianos “tendrían que propagar la sodomía como norma en la
tradicional sociedad ucraniana”. Nada de esto era verdad. Malofeyév estaba
expresando el propósito de la política rusa: decir que Europa era la civilización
enemiga, la homosexualidad era la guerra y Ucrania era el campo de batalla.”
(pág. 133)
“Es muy probable que la mayoría de los votantes
estadounidenses estuvieran expuestos a la propaganda rusa. Resulta
significativo que Facebook cerrara 5,8
millones de cuentas falsas justo antes de las elecciones, en noviembre de
2016. Dichas cuentas se habían utilizado para promover mensajes políticos. En
2016, alrededor de un millón de
páginas de Facebook utilizaron una herramienta que les permitía generar artificialmente
decenas de millones de “me gusta” y, de esa forma, impulsar ciertas historias,
a menudo mentiras, hacia los canales de información de los estadounidenses
incautos. (…)
Más tarde, la empresa dijo a los inversores que
había habido hasta sesenta millones
de cuentas falsas. (…)
En todo Estados Unidos, los votantes probables de
Trump recibieron mensajes a favor de Clinton publicados en páginas
supuestamente musulmanas. (pág. 219-220)
Este es por una parte el nivel de las ideologías que
se han puesto en marcha y por otra el de los medios para conseguir sus
objetivos.
Por lo que se refiere a semejanzas con lo que pasa
por aquí creo que es suficiente con este par de muestras:
“Durante la campaña electoral (en Alemania) de 2017,
las redes sociales patrocinadas por Rusia calificaron a la inmigración de
peligrosa, a la clase política de cobarde y mentirosa, y a AfD (AlternativefürDeutschland) como la
salvación de Alemania” (pág. 194)
“Es fácil ver el atractivo de la eternidad para unos
hombres ricos y corruptos que controlan un Estado sin ley. No pueden ofrecer el
progreso social a su población, así que tienen que encontrar otra forma de
movimiento. En lugar de hablar de reformas, los políticos de la eternidad
señalan amenazas. En lugar de presentar un futuro con posibilidades y
esperanzas, ofrecen un presente eterno con enemigos definidos y crisis
artificiales. Para que eso funcione, los ciudadanos tienen que poner de su
parte y acercarse también a los políticos de la eternidad. Desmoralizados por
su incapacidad de cambiar su situación en la vida, deben aceptar que el
significado de la política no reside en las reformas institucionales, sino en
las emociones diarias. Deben dejar de pensar en un futuro mejor para sí mismos,
sus amigos y sus familias, y preferir la invocación constante de un pasado
orgulloso” (pág. 247)
Desde otro punto de vista más concreto hay otras
cosas también muy interesantes. Así, asistir a todo un mundo ideológico ruso
totalmente desconocido, ver la función complementaria de una televisión como el
canal ruso RT, asistir a la creación de algunas fakenews, conocer mejor el
sistema electoral estadounidense o empezar a entender algo de lo que ha pasado
en Ucrania.
Es cierto que a veces el exceso de información hace
que se corra el riesgo de que “los árboles impidan ver el bosque”, pero estamos
ante un libro serio, riguroso y con un planteamiento que se debe considerar más
allá de que imagino que no todas las conclusiones de Snyder serán igual de
acertadas y de aceptadas aunque, eso sí,
todas parecen bien documentadas.
Al terminar su lectura, y como pasa últimamente con
muchos libros que analizan nuestra realidad, hay que hacer un gran esfuerzo por
no dejarse arrastrar hacia un cierto fatalismo desmovilizador, pero es que
estamos ante un momento muy difícil y al mismo tiempo muy decisivo para cómo
será el futuro del mundo.
Timothy Snyder, El
camino hacia la no libertad. Traducción María Luisa Rodríguez Tapia.
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