jueves, 21 de marzo de 2019

El auge del autoritarismo


Este es el cuarto libro que leo de este gran investigador e intelectual estadounidense catedrático de Historia en Yale. Lo conocí por su colaboración con Tony Judt  en Pensar el siglo XX, y después por otros dos libros magníficos, comentados ya en el blog, uno sobre la represión de Hitler y Stalin y otro sobre la tiranía en el que se dedica a explicar cosas que se pueden hacer para combatirla. Pongo estos antecedentes para ver de qué tipo de intelectual se trata, es decir, de alguien preocupado por la democracia y la libertad.
Precisamente de esto va este libro, de su preocupación por el proceso, camino, que se ha puesto en marcha hacia el autoritarismo. Proceso que se ha iniciado en la Rusia de Putin para irse extendiendo desde allí tanto a Europa como a los Estados Unidos.
Snyder desgrana los temas de los diferentes capítulos del libro con su fecha correspondiente: “el regreso del pensamiento totalitario (2011); el desmoronamiento de la política democrática en Rusia (2012);  el asalto ruso a la Unión Europea (2013); la revolución de Ucrania y la posterior invasión rusa (2014); la difusión de la ficción política en Rusia, Europa y Estados Unidos (2015); y la elección de Donald Trump (2016).” (p 21)
Un programa como se puede apreciar muy completo de lo sucedido en los últimos años. Para hacer su estudio el autor utiliza una inmensa cantidad de fuentes debido a su gran conocimiento de los idiomas en que están escritas. Algo por otra parte habitual en toda la obra de Snyder.
Por todo ello, en palabras  Rafael Núñez Florencio en elcultural.com:

“Estamos pues ante un libro sugestivo y estimulante pero que, pese a su relativa brevedad, requiere esfuerzo. La labor de investigación de Snyder es impresionante. Su erudición apabulla, lo mismo que su rastreo en los más diversos archivos del este europeo, sin que la diversidad lingüística constituya en apariencia para él obstáculo alguno.” (Subrayado en el original)

También es interesante lo que afirma Pedro Rodríguez en su reseña en blog.realinstitutoelcano.org :

“(…) es un análisis tan elocuente como deprimente que ronda la categoría de lectura obligada para todos aquellos interesados en comprender la actual crisis política que no conoce fronteras.” (Reseña muy recomendable porque hace un gran resumen de las principales ideas del libro)

De estas citas quiero destacar dos ideas que me parecen muy relevantes. Por un lado, el esfuerzo que requiere su lectura, lo que también colabora a hacerla más estimulante. Desde luego el primer capítulo en el que explica las ideas del filósofo ruso Iván Ilyin, que tanta influencia tiene sobre Putin, a mí me ha resultado particularmente complicado. Por otro lado, es un análisis que por lo demoledor y documentado resulta no solo deprimente sino profundamente desmoralizador.
De un libro así se pueden escribir muchas cosas. Para un recorrido más completo sobre su contenido recomiendo cualquiera de las dos reseñas mencionadas antes; yo prefiero centrarme en algunos aspectos que o me han sorprendido o me parece que reflejan muy bien cosas que ya están pasando en nuestro país. Para ello voy a utilizar fragmentos sacados directamente del texto de Snyder.
Sorprenden cosas como estas:

“Los fascistas rusos y europeos debatieron la posibilidad de fundar un “consejo antifascista”. Negaron la invasión de Ucrania, pese a que estaban reunidos en una ciudad que Rusia se había anexionado, negaron que Rusia estuviera combatiendo todavía en el este de Ucrania, pese a que, entre los invitados había jefes militares rusos que habían dejado el campo de batalla para asistir.” (pág. 190-191)

“Apodado en Rusia el “oligarca ortodoxo”, Malofeyév era un activista antisodomía y un imperialista ruso declarado. Decía: “Ucrania forma parte de Rusia. No puedo considerar al pueblo ucraniano como no ruso.” Rusia tenía que salvar a Ucrania de Europa porque, de no hacerlo, los ciudadanos ucranianos “tendrían que propagar la sodomía como norma en la tradicional sociedad ucraniana”. Nada de esto era verdad. Malofeyév estaba expresando el propósito de la política rusa: decir que Europa era la civilización enemiga, la homosexualidad era la guerra y Ucrania era el campo de batalla.” (pág. 133)


“Es muy probable que la mayoría de los votantes estadounidenses estuvieran expuestos a la propaganda rusa. Resulta significativo que Facebook cerrara 5,8 millones de cuentas falsas justo antes de las elecciones, en noviembre de 2016. Dichas cuentas se habían utilizado para promover mensajes políticos. En 2016, alrededor de un millón de páginas de Facebook utilizaron una herramienta que les permitía generar artificialmente decenas de millones de “me gusta” y, de esa forma, impulsar ciertas historias, a menudo mentiras, hacia los canales de información de los estadounidenses incautos. (…)
Más tarde, la empresa dijo a los inversores que había habido hasta sesenta millones de cuentas falsas. (…)
En todo Estados Unidos, los votantes probables de Trump recibieron mensajes a favor de Clinton publicados en páginas supuestamente musulmanas. (pág. 219-220)

Este es por una parte el nivel de las ideologías que se han puesto en marcha y por otra el de los medios para conseguir sus objetivos.
Por lo que se refiere a semejanzas con lo que pasa por aquí creo que es suficiente con este par de muestras:

“Durante la campaña electoral (en Alemania) de 2017, las redes sociales patrocinadas por Rusia calificaron a la inmigración de peligrosa, a la clase política de cobarde y mentirosa, y a AfD (AlternativefürDeutschland) como la salvación de Alemania” (pág. 194)

“Es fácil ver el atractivo de la eternidad para unos hombres ricos y corruptos que controlan un Estado sin ley. No pueden ofrecer el progreso social a su población, así que tienen que encontrar otra forma de movimiento. En lugar de hablar de reformas, los políticos de la eternidad señalan amenazas. En lugar de presentar un futuro con posibilidades y esperanzas, ofrecen un presente eterno con enemigos definidos y crisis artificiales. Para que eso funcione, los ciudadanos tienen que poner de su parte y acercarse también a los políticos de la eternidad. Desmoralizados por su incapacidad de cambiar su situación en la vida, deben aceptar que el significado de la política no reside en las reformas institucionales, sino en las emociones diarias. Deben dejar de pensar en un futuro mejor para sí mismos, sus amigos y sus familias, y preferir la invocación constante de un pasado orgulloso” (pág. 247)

Desde otro punto de vista más concreto hay otras cosas también muy interesantes. Así, asistir a todo un mundo ideológico ruso totalmente desconocido, ver la función complementaria de una televisión como el canal ruso RT, asistir a la creación de algunas fakenews, conocer mejor el sistema electoral estadounidense o empezar a entender algo de lo que ha pasado en Ucrania.
Es cierto que a veces el exceso de información hace que se corra el riesgo de que “los árboles impidan ver el bosque”, pero estamos ante un libro serio, riguroso y con un planteamiento que se debe considerar más allá de que imagino que no todas las conclusiones de Snyder serán igual de acertadas y de aceptadas  aunque, eso sí, todas parecen bien documentadas.
Al terminar su lectura, y como pasa últimamente con muchos libros que analizan nuestra realidad, hay que hacer un gran esfuerzo por no dejarse arrastrar hacia un cierto fatalismo desmovilizador, pero es que estamos ante un momento muy difícil y al mismo tiempo muy decisivo para cómo será el futuro del mundo.


Timothy Snyder, El camino hacia la no libertad. Traducción María Luisa Rodríguez Tapia.

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