Estamos ante un libro de denuncia como las propias
autoras confirman cuando al final del apartado dedicado a las Reacciones ante
lo que está sucediendo afirman:
“Esperamos también que este montón de reacciones
valientes sean fuente de inspiración, y que estas acciones no terminen, que no
normalicemos la realidad que estamos viviendo y que no nos durmamos. Mientras
haya represión, injusticia o leyes injustas, y un mal uso de la ley debe haber
reacciones por parte nuestra. Este libro es nuestro granito de arena, nuestra
reacción, lo que somos capaces de aportar.” (p. 156-157)
Y no es poco lo que aportan. El libro está dividido
en tres partes: en la primera hacen un resumen de las modificaciones que ha
sufrido la legislación centrándose en la llamada Ley Mordaza y en la Reforma
del Código penal; en la segunda describen multitud de casos, unos más conocidos
y otros menos, de represión basada en las modificaciones vistas; y en la
tercera describen algunas de las reacciones que se han producido (manifiestos,
premios a perseguidos, manifestaciones…) así como sus principales consecuencias
como son: la autocensura, la criminalización de la protesta o de la pobreza, y
la servidumbre de la información.
En definitiva, se trata de un estudio bastante
completo y comprensivo del tema de cómo están ahora en España, en la teoría y
en la práctica, los derechos de libertad de expresión y de manifestación. El
panorama es realmente desolador y muy preocupante porque da la impresión de que
esto no ha hecho más que empezar, de que lo que se pretende es inocular el
miedo.
Tal y como se dice en el siguiente fragmento;
“No tenemos ninguna duda de que, si bien muchas
leyes se crean como herramientas disuasorias de ciertas actividades, la ley
mordaza y los usos que se dan en los últimos años a los artículos de
enaltecimiento del terrorismo y de incitación al odio tienen básicamente como
objetivo infundir miedo y empujar hacia la autocensura y la desmovilización”
(p.136-1337)
Para comprobar su efecto basta acercarse a las redes
sociales y leer algunos tuits o entradas en facebook para comprobar cómo
funcionan el miedo y la autocensura. (Desde luego en mi caso es muy evidente).
Entre los muchos ejemplos que aportan de denuncias
policiales reproduzco uno cualquiera, el de “Emilia Navarrete, que recibió una
multa de 100 euros por “falta de respeto a la autoridad” por decirle a su
compañera de trabajo en la panadería que le parecía mal que un agente de la
policía municipal de Sabadell dejara el coche mal aparcado para ir a comprar
una pasta.” (p.85)
En año y medio se recaudaron más de 13 millones de
euros en multas tan “consistentes” como esta (cifra que se da en p. 84) lo que
indica la frecuencia con la que se producen las denuncias hechas por la
policía, un cuerpo del que se dice:
“En reiteradas ocasiones, AI ha llamado la atención
sobre la necesidad de que España cuente con mecanismos adecuados de
investigación de violaciones de derechos humanos cometidos por miembros de las
fuerzas de seguridad del estado, así como mecanismos de rendición de cuentas de
la actividad policial, con personal competente, imparcial e independiente de
los presuntos autores.” (p.33) Esta recomendación de AI, como dicen las
autoras, “fue ignorada y lo sigue siendo. No hay ningún control sobre las
actividades de la policía, ni se rinden cuentas sobre la mala praxis, ni hay
prácticamente consecuencias ni sanciones para los policías sobre las denuncias
y quejas de los ciudadanos” (p.33)
En fin, son muchas las cosas que se pueden decir
sobre el tema y que están tratadas en el libro. Hay una reseña completísima y
muy interesante de Marc Peig en unlibroaldia.blogspot.com que incluye una breve
entrevista con Laura Huerga. También es muy bueno el documental emitido por
TV3 el 8 de enero de este año dentro del
espacio Sense ficció con el título de “Llibertats empresonades”.
Una reflexión para terminar: El riesgo de estas lecturas
o de estos programas de televisión es que tengan el efecto contrario del
pretendido, pero, claro, eso pasa siempre con la información. Es labor del
lector no dejarse amilanar, lo que no siempre es fácil.
Laura Huerga y Blanca Busquets, Tú, ¡cállate! Sobre el derecho a la libertad de expresión y
manifestación.
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