Tras leer muy recientemente la
última publicación del autor, Confesión,
me propuse conocer algo más de su obra ya que la mencionada me pareció muy
interesante tanto en el fondo como en la forma.
Esta que ahora comento ganó en 2007
el XXV Premio Herralde de Novela que es un premio con un cierto prestigio y
tradición.
Al igual que me pasó con Confesión, de esta me ha interesado
tanto el fondo como la forma. Kohan es un escritor que cuida mucho la escritura
y al que le gusta crear ambientes y hacer que la acción transcurra con cierta,
y a veces gran, morosidad. Lo importante es si esto va a favor de lo que se
está contando o es una manifestación de cierta incapacidad narrativa. Yo creo
que es más bien lo primero lo que impulsa al autor a seguir esta forma de
narrar.
La anécdota del libro es bien
sencilla: Marita (María Teresa), es una joven de veinte años que trabaja de
prefectora en el Colegio Nacional de Buenos Aires, el colegio con más tradición
de la ciudad; su hermano Francisco está haciendo el servicio militar y escribe
unas postales prácticamente sin texto; su madre llora casi permanentemente por
la ausencia del hijo (no sabemos si algo también por la del padre); en el
colegio trabaja como jefe de prefectores el señor Biasutto. Estos son los
personajes principales y, salvo por la breve aparición de algún alumno, casi
únicos de la novela. Pero, dato importante, esta transcurre en 1982, esto es,
en plena dictadura argentina que se convierte en algo más que el telón de fondo
de la historia. El argumento, el trabajo de María Teresa y sus
pesquisas sobre quién fuma en el centro y dónde, algo aparentemente trivial y
poco trascendente, le permite a Kohan reflejar el ambiente del colegio que, de
alguna manera, se convierte en una especie de alegoría sobre la Argentina de la
época.
Hay una atmósfera bastante
opresiva, una vigilancia constante de cosas tan estúpidas como si llevan bien
puesta la corbata o el cuello del pulóver no es en pico y un personaje, Biasutto,
que en su día “hizo listas” (evidentemente eran listas de profesores para que
fuesen represaliados) y que ahora representa los aspectos más lúgubres de esa
dictadura.
Joaquín Marco en su reseña en
elcultural.com resume muy bien los valores del libro:
“No resulta sencillo
mantener la tensión narrativa con unas dosis de escatología; otras, de
represión sexual y un mucho de ignorancia vital. Quizá el lector se pregunte
cómo ha ido a parar esta joven al centro educativo de mayor prestigio social
bonaerense, pero nada se dice sobre ello y muy poco sobre la formación de los
alumnos. Kohan sostiene las más de 200 páginas con buen pulso. Los análisis
psicológicos son de gran finura y el novelista dispone de un lenguaje preciso.
La lección que puede extraerse del libro es que la inmoralidad de las
autoridades y el pesado silencio ocultan la opresiva dictadura que se adivina a
través de sus páginas.”
Hay una reseña
bastante menos positiva de Purificación Mascarell en unlibroaldia.blogspot.com.
A mí me ha gustado
mucho el libro aunque reconozco que es un tipo de literatura en la que si no
entras desde el principio y te dejas llevar por su ritmo pausado y sus escenas
desarrolladas con gran morosidad puede resultar aburrida.
Yo seguiré buscando algún texto más del autor.
Marín
Kohan, Ciencias morales.
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