El libro de Albero no se refiere a este tipo de falsedades o falsificaciones, sino a otras con mayor tradición y que siguen teniendo relevancia hoy en día. Los primeros capítulos están dedicados a aspectos más teóricos y a deslindar y dejar claros los principales conceptos que va a utilizar. Así, el capítulo II, por ejemplo, se titula: Las lindes de lo falso, el terreno de la falsificación; o el IV: Tipos de falsificadores: dime con qué me engañas y te diré cómo te llamo.
Siendo interesantes, y a pesar de que Albero suele utilizar bastantes ejemplos, resultan un tanto reiterativos y demasiado prolijos. El lector está deseando que entre de una vez en materia y bien que lo hace a partir del capítulo VI. Desde ahí hasta el final, el libro está dedicado a contar infinidad de casos de impostores y falsificadores en los temas que han sido habituales a lo largo del tiempo como son: la moneda, las marcas, la historia o el arte.
En la narración de los numerosos casos que cuenta está lo mejor y lo más interesante del libro, junto con los dos casos de suplantación de la personalidad por parte de dos hijos que son realmente impresionantes.
Creo que el libro hubiese ganado si hubiese dedicado más espacio a estos temas y algo menos a los aspectos más teóricos, pero también puedo entender que alguien que está escribiendo un ensayo quiera dejar bien claro qué aspectos quiere abarcar y cuáles son los que quiere dejar de lado.
El libro está escrito con bastante sentido del humor -a veces traído un poco por los pelos-, que llega hasta que se cuente un chiste en algún momento, por cierto que no demasiado bueno.
Me ha llamado poderosamente la atención el tema del shanzhai, ese fenómeno que se produce en China, fundamentalmente para consumo interno, que está a medio camino entre la falsificación y la copia, y que lleva a producir aparatos con las marcas Nukia o Samsang por ejemplo.
En otro sentido, he echado en falta cuando habla sobre las falsificaciones en la historia que hubiese utilizado más ejemplos y, desde luego, que hubiese profundizado más puesto que es un terreno en el que lo fake está creciendo de forma exponencial desde hace tiempo.
Para finalizar quiero reproducir un fragmento sobre la falsificación en el arte con el que me siento muy identificado:
“Pero hay además una segunda razón y es el hecho de que el falsificador engaña a los poderosos, hace daño a los poderosos y no a los débiles y de paso se ríe en la cara y con pedorreta de un mundo tan falso como el del mercado del arte. Que haya alguien que pague millones de dólares por un cuadro, simplemente para que el mundo aprecie lo rico que es, nos parece –también simplemente- una obscenidad. Pero si encima hay alguien que le ha colado ese cuadro como verdadero a él y a todos los imprescindibles y supuestamente expertos intermediarios, tras haberlo pintado en su casa siglos o decenios después del original, con el procedimiento tan sencillo de ponerle la firma de otro, lo admiramos más todavía aporque demuestra que todo es un fraude, no solo el falsificador, que el valor de ese cuadro no reside en la calidad artística, sino en la firma,…” (p. 204-205)
(La primera razón es que tiene talento.)
Un libro entretenido e interesante sobre todo cuando, como ya he comentado, se dedica a relatar los casos concretos.
Miguel Albero, Fake. La invasión de lo falso.
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