No conocía a la autora más que de
nombre. Nunca había leído nada escrito por ella ni escuchado ninguna de sus
canciones, al menos sabiendo que se trataba de ella. Sin embargo, tengo una
amiga que es ferviente admiradora y seguidora de Smith y por eso al ver este
libro me animé a leerlo.
Tengo que reconocer que al
principio me desconcertó bastante y hasta tuve la tentación del abandono.
Dice la autora al final del
libro:
“El acto de escribir en tiempo
real con el fin de evadirme, escapar o ralentizar ese tiempo es sin duda fútil,
pero no del todo infructuoso. Incluso mientras escribo este epílogo de un epílogo,
soy consciente de que ya estará obsoleto cuando llegue a manos de los lectores.
Aun así, como siempre, me veo compelida a escribir, con o sin verdadero
destinatario, entrelazando hechos, ficción y sueños, con fervientes esperanzas,
para después volver a casa y sentarme junto al escritorio que perteneció a mi
padre y en el que transcribo lo que he escrito.” (p. 213)
Reproduzco este fragmento porque
están varias de las claves del libro y también la explicación de mi
desconcierto. Yo creía que se trataba de una especie de memorias y me encontré
con un libro que solo habla del año del mono, es decir, de 2017. Esto no es lo
más importante sino que, como se lee en la cita, en el texto aparecen mezcladas
realidad y ficción, personajes reales e imaginarios, sueños y ensoñaciones con
un carácter muy surrealista en muchos momentos.
Ahora bien, ese desconcierto poco
a poco, en la medida en que decidí continuar con la lectura, fue dando paso a
un interés por lo que leía y me fui dejando llevar por una prosa realmente
buena y unas historias bastante diferentes de las que suelo leer. Smith, tan
pronto comenta una canción, un libro, un cuadro, un lugar, etc. como a
continuación un sueño o un diálogo con alguien imaginario; tan pronto habla de Roberto
Bolaño y cuenta que estuvo en Blanes donde residió el escritor, como se va de
viaje a Gante para ver un cuadro o a Kentucky para ver a su amigo Sam Shepard.
Todo ello con “Una prosa hipnótica y exquisita” como se dice en el fragmento de
la crítica de Publisher Weekly que la editorial reproduce en la solapa.
Tratándose de alguien que ha
tenido gran activismo político, no podía faltar alguna alusión a la situación
de su país, máxime teniendo en cuenta que en enero tomó posesión el actual
presidente (me pasa como a Smith que prefiere no poner su nombre).
Sobre este tema, reproduzco dos
fragmentos muy significativos por lo que dice y por cómo lo dice:
“Millones tirados por un agujero
lleno de plasma, gastados en interminables y polémicos anuncios de televisión.
Un verdadero oscurecimiento de los días. Todos los recursos que podían utilizarse
para rascar el plomo de las paredes de escuelas que se derrumbaban, para dar cobijo
a los sin techo o para limpiar un río pestilente. En lugar de eso, un candidato
a la desesperada tira el dinero a paladas dentro de un pozo y el otro construye
edificios vacíos en su propio nombre, otra clase de desperdicio inmoral. A
pesar de eso, pese a todos los recelos, voté.
(…)
El bravucón bramó. Mandó el
silencio. El 24 por ciento de la población había elegido lo peor de nosotros
mismos para que representara al otro 76 por ciento. Salve, nuestra apatía
americana; salve, la retorcida sabiduría del Sistema electoral.” (p. 143-144)
“Era el último día del año del
Mono y el gallito de fuego cacareaba, porque el intolerable timador de un rubio
artificial había tomado juramento, sobre la Biblia nada menos…” (p. 155)
Como no podía ser de otra forma,
no se la ve muy partidaria del “rubio artificial.”
Hay también en el libro muchas
fotografías reproducidas de una forma bastante particular y cuyo sentido se me
escapa en más de una ocasión, pero debe de tenerlo.
En fin, un libro muy diferente de
lo habitual, escrito por alguien que también demuestra serlo. Creo que merece
la pena dedicarle el tiempo que dura su lectura que, por otra parte, tampoco es
mucho.
Patti Smith, El año del mono. Traducción Ana Mata Buil.
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