No ha pasado aún un año de la entrada en el blog del
comentario al primer volumen de los diarios de Chirbes, y ya estoy con el
segundo. Esto da idea de la importancia que para mí tiene la obra de este
escritor (por cierto que, lógicamente,
está en la serie del blog Mis autores favoritos).
Esta segunda entrega, a pesar de centrarse en un menor
periodo de tiempo, ya que no llega a los dos años (marzo 2005 a enero 2007),
ocupa nada menos que 698 páginas, es decir, es bastante más extensa que la
anterior, aunque los temas no son sustancialmente diferentes. Así, tenemos:
viajes a Nueva York, Berlín, Alsacia Toscana o París entre otros en los que tan
pronto escribe de arte como de gastronomía; lecturas con amplios espacios y
citas de Balzac o D’Annunzio (todas en versión original) y otros muchos autores
de los que hablaré más adelante; muchas y muy variadas reflexiones sobre
literatura y, sobre todo, sobre sus problemas para escribir, sobre los que
también volveré luego; pocas pero
jugosas y duras críticas a determinados políticos (por cierto, creo que no
siempre todas justas); finalmente, alusiones casi permanentes a los estragos
que causa el paso del tiempo y a su sensación de envejecimiento.
Hasta aquí un resumen de los principales temas que aborda en
estos Diarios. Ni que decir tiene que están magníficamente escritos aunque
insista varias veces en que escribe “a vuelapluma”, pero también reconoce que
luego los pule y corrige por si fueran a publicarse algún día.
Chirbes y yo nacimos en el mismo año por lo que no es de extrañar que haya bastantes cosas que pueda compartir con él. Desde luego su visión del paso del tiempo que, aunque la encuentro demasiado pesimista y un tanto exagerada teniendo en cuenta que escribe cuando tiene 56 años, sí que da en el clavo en determinadas aptitudes y comportamientos que son propios de una edad. Así, por ejemplo, esta reflexión sobre la memoria con la que me identifico al cien por cien:
“Metido en una historia de los papas de Avignon. Mi pasión
por esos libros de historia, que me enseñan tanto mientras los tengo entre las
manos, y que me dan la sensación de que domino el mundo, pero que olvido al día
siguiente de haberlos leído”. (p. 598)
También he encontrado mucha coincidencia con bastantes de
las lecturas que comenta y, en la mayoría de los casos, compartiendo sus
opiniones. Así, entre otros, escritores como Chaves Nogales, Stefan Zweig, Alberto
Méndez, Jonathan Littell, Vasili Aksiónov (aquí no comparto su dura crítica),
Serguéi Dotlátov, Irène Némirovsky o Margarete Buber-Neuman a la que he dejado
para el final porque hay un fragmento que quisiera reproducir:
Ese “o me ocurre algo a mí” es lo que pienso de forma recurrente tras algunas de mis lecturas. Ver cómo a un maestro como Chirbes le pasa lo mismo me deja algo más tranquilo.
Para no alargar demasiado el comentario de un libro del que
se puede escribir mucho, terminaré con alguna de sus múltiples alusiones al
tema de la escritura. En ese tiempo estaba enfrascado en la que luego será quizás
su libro más exitoso, Crematorio,
pero todo lo que se trasluce en esos dos años es el sufrimiento que le provoca
el hecho de escribir, la sensación de lo difícil que le resulta y de lo mal que
lo hace en comparación con todo lo que lee. Algunos fragmentos sobre este
aspecto:
Solo queda recomendar fervientemente este magnífico libro que por momentos emociona, en otros te lleva a reflexionar, también te muestra libros y películas que no conoces y que te gustaría conocer y, en definitiva, en el que vemos a un ser humano bastante complejo en alguna de sus facetas (evidentemente no en todas pues, como advierte más de una vez, apenas roza los temas más personales e íntimos).
Una advertencia final, no hace falta conocer la obra de
Chirbes para disfrutar estos diarios aunque si se conoce creo que se disfrutan más.
Rafael Chirbes, Diarios.
A ratos perdidos 3 y 4.
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