La obra de Slimani ya
la he comentado en varias ocasiones en el blog desde esa Canción dulce
que ganó el premio Goncourt en 2016 y que fue la primera novela que se tradujo
de la autora hasta El país de los otros con la que iniciaba una trilogía
de la que el que ahora comento es el segundo volumen.
Slimani se ha
embarcado en una obra en la que pretende contar la historia de una familia
marroquí, que parece ser que en gran medida es la suya, a lo largo de
prácticamente todo el siglo XX.
Si en el libro
anterior relató la historia de los abuelos Amín y Mathilde, en este se centra
sobre todo en los hijos de estos Aicha y Selim, aunque sin olvidar a aquellos
que ocupan bastante espacio al principio del texto y también al final. Junto a
ellos tiene una importante presencia Selma, hermana de Amín con una vida que
podríamos catalogar como “de película”; Omar, también hermano, con poca pero
muy significativa participación.
Con estos mimbres
Slimani va tejiendo un relato muy bien construido y narrado siempre desde el presente
de los hechos con solo un par de ocasiones en los que se cuenta algo ya pasado
y otra en la que se narra desde un momento más de treinta años después.
La novela se
desarrolla básicamente en el período que va de 1966 a 1972. Período de
formación de sus tres principales protagonistas y de inicio de sus relaciones
que terminará con el matrimonio entre dos de ellos. Slimani aprovecha para
contar también algunos aspectos de la situación del país y así menciona los
centros de detención clandestinos, el intento de golpe de estado contra Hassan
II que terminó con la pena de muerte para los implicados cuya aplicación se
retransmitió por la televisión, también insiste como ya hiciera en la anterior
novela en el papel subordinado de la mujer incluso cuando el marido es, al
menos teóricamente, alguien de ideas avanzadas. Resulta también curiosa la
presencia de los hippies en 1969.
Evidentemente sigue
la magnífica capacidad narrativa que tiene la autora sobradamente demostrada en
todos sus libros, y también la buena construcción de personajes de alguno de
los cuales me hubiera gustado saber algo más, sobre todo de las causas de
algunas de sus acciones y decisiones.
En fin, un libro muy
entretenido que cuesta dejar de leer y que, además, nos acerca a conocer a ese
vecino del sur del que apenas nos
separan14 kilómetros que parecen una barrera infranqueable.
Hablaba antes del más
que posible carácter autobiográfico del libro. A este respecto dice la autora
en una nota final de agradecimientos: “También quiero agradecer a los amigos de
mi padre que se pusieron en contacto conmigo durante la escritura de este libro
y que, con mucho pudor y cariño me contaron los años jóvenes que compartieron
con él”. (p.439)
Leila Slimani, Miradnos
bailar. Traducción Malika Embarek López.
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