He de reconocer para
empezar que conozco muy poco a la autora. Apenas algún fragmento de
intervenciones suyas en La Sexta, menos aún en la SER (aquí, claro, lleva poco
tempo) y un par de tuits a los que, eso sí, puse que me gustaban y di al
retuit. Ningún artículo ni de El
Confidencial ni de El País. Poco
bagaje pues. ¿Por qué entonces comprar este libro y leerlo enseguida? Por un
lado, por la confianza que me merece la editorial que lo publica de la que ha
leído muchos libros con solo un pinchazo (y con un libro que seguro que es
bueno, pero no para un tipo de lector como yo). Por otro lado, por la
contundente frase de Vallín de la portada y por la información que se da en la
contraportada.
Como el comentario que voy
a hacer del libro es muy personal, me veo obligado a dar alguna información.
Tengo 74 años, soy hijo único, mi madre murió en 2015 a los 100 años estando en
una residencia, nací en el barrio madrileño de Chamberí (sí, efectivamente,
también ha nacido en ese lugar gente normal y hasta me atrevería a decir que
maja), aunque hace casi 40 años que vivo en Palma. En resumen, podría ser el
padre de Caballero, pero he pasado por alguna situación relativamente parecida
como hijo y, me temo, que estoy cerca de pasar también alguna como padre de
avanzada edad (magnífico eufemismo).
Ángeles Caballero ha
escrito un libro valiente, sincero, cercano, autocrítico en algunos momentos,
asertivo en otros, con sentido del humor, pero también con su carga de
dramatismo según la situación descrita. Desde luego un libro escrito desde el
amor a los padres no exento, como debe ser, de la crítica. Un texto con
reflexiones que pueden resultar útiles a mucha gente y que seguro que para ella
ha tenido cierto carácter terapéutico. Un libro con muchos grises, algo poco
habitual en una sociedad donde todo parece tener carácter absoluto; un ejemplo:
su padre ejercía el patriarcado hasta el punto de pedir el mando de la tele
cuando lo tenía al alcance de la mano y, sin embargo, terminó cercano al
“feminismo”.
Para mí ha supuesto recordar
muchos momentos de los últimos años de mi madre (mi padre murió en 1984) y mis
visitas a la residencia de la que salía siempre bastante hecho polvo y con cierta
mala conciencia a pesar de que mi relación con ella era bastante diferente a la
de la autora con la suya. (Este es otro
tema que ahora “no toca").
También hay fragmentos que
dejan cierto regusto amargo, como, por ejemplo, el siguiente:
“Con el tiempo he comprobado el peso que
tiene la dejadez cuando nos hacemos viejos.
(…)
Ese momento en el que nos empieza a dar
todo igual y comienza la autodestrucción” (p.99)
O, en la misma línea, las explicaciones
sobre la sonda a su padre, una de esas cosas que me aterran.
Al lado de esto hay reconocimientos que
me parecen muy acertados en su expresión como el siguiente:
“Hay un rincón en el paraíso para esa
generación de mujeres. Mujeres como mi madre y como su hermana, como otras de
mis tías y otras tías del mundo. Entregadas hasta el límite. A la casa, al
marido y a los hijos. Para las que nunca comes ni te abrigas lo suficiente.
Dramáticas, exageradas y sufrientes. Disfrutonas hasta un punto, maniáticas y
feroces. “(p.189)
Para no alargar demasiado el comentario
dejaré dos coincidencias más. Dice Caballero que su madre apagaba la tele
cuando aparecía Alfonso Guerra; yo la apago, las pocas veces que la tengo
encendida sin ver películas o series,
cuando aparece mucha gente entre la que hoy incluyo al mismo Guerra.
Además, me ha parecido entrever en la autora un cierto clasismo hacia los de
arriba que, si es así, comparto plenamente. No los soporto ni en sus formas ni,
mucho menos en “sus fondos”.
En fin, un libro que me ha resultado
entrañable y que recomiendo porque se pasa un buen rato, se aprenden cosas y se
ve la vida funcionado de lleno con lo bueno y lo menos bueno que nos ofrece.
Posdata: Tanto hablar y no he dicho que el libro va de su familia y de la relación de la autora con ella.
Hay una extensa y muy interesante
entrevista de Daniel Besteiro con la autora en infolibre.es.
Ángeles Caballero, Los
parques de atracciones también cierran.
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