Con esta
lectura termino, creo, con los libros traducidos hasta ahora del autor y
editados por la editorial Arpa, una editorial que, por cierto, está haciendo
una magnífica labor al poner a nuestro alcance textos de muy diferentes
materias que, al menos todos los que he leído y comentado en el blog, o son
muy interesantes o resultan muy entretenidos (o ambas cosas a la vez, claro).
Termino, como
decía, siendo este el quinto que leo este año y el séptimo desde hace año y
medio. Lo digo porque aprecio en mí un cierto agotamiento. Me siguen
entreteniendo mucho las historias que recrea Kennedy, pero también empiezan a
resultarme demasiado largas y a sobrarme bastantes páginas.
En este caso,
Alice, desde más o menos sus cuarenta años, nos cuenta en primera persona la
historia de su familia durante los años setenta del siglo pasado y la primera
mitad de los ochenta. O lo que es lo mismo, desde que es una joven estudiante y
la menor de sus hermanos, hasta que se convierte en alguien importante en el
mundo de la edición en Nueva York. Al decir la familia me refiero a sus padres
y sus dos hermanos varones. Lógicamente hay también muchos personajes
secundarios entre los que destacan los amores de la protagonista.
La novela
tiene 618 páginas en las que Kennedy, como es habitual en él, hace que sucedan muchas cosas si bien me
parece que, a diferencia de otras de sus novelas, no suelen ser demasiado
trascendentes.
Me quedo con
la época en la que Alice vive en Belfast y luego en Dublín, ciudad que no sale
muy bien parada como tampoco, al menos al principio, sus habitantes. También me
parece interesante lo que cuenta sobre Chile (su padre y un hermano trabajan
allí en una empresa minera de las que nacionaliza el gobierno de Allende),
incluyendo la participación de la CIA en el golpe y la fuerte represión
posterior. Por otro lado, sigue fiel a su compromiso de centro izquierda en las
variadas alusiones a la política estadounidense (defensa de Carter y crítica de
Nixon y Reagan). Finalmente, hace acto de presencia el SIDA en todo el tramo
final del libro.
Como buen amante
del jazz, no puede faltar la alusión a Bill Evans, que tanto me gusta encontrar
en sus libros y, en este caso, también a Keith Jarrett.
En fin, una
lectura que entretiene porque Kennedy narra muy bien, sus diálogos son
realmente muy buenos y, sin llegar a ser adictivo, sí que sucede que apetece
ver qué les va a pasar a los personajes.
Yo de alguna
manera utilizo estos libros de forma un tanto terapéutica porque durante su
lectura me abstraigo muy bien de unas realidades externas que no están siendo
demasiado gratas. (De hecho este que comento, por el momento en que lo he
leído, es un buen ejemplo de ello).
Me atrevo a
recomendar su lectura si lo que se busca no es una literatura que pueda obtener
un Nobel, pero sí que esté escrito muy dignamente y tenga momentos interesantes
y alguno emocionante.
Douglas
Kennedy, La sinfonía del azar.
Traducción Àlex Guàrdia Berdiell.
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