Este es un libro escrito por una novelista,
documentalista y periodista brasileña, pero sobre todo, en mi opinión, una
activista comprometida por la causa de la defensa de la Amazonia y de los
pueblos-selva (como ella los llama) que la habitan. Tan comprometida que vive
en la zona desde hace varios años con lo que eso supone de exposición a
múltiples peligros incluido el asesinato.
A lo largo de sus más de 400 páginas Brum expone la
situación de la zona y de sus habitantes y cómo desde el gobierno militar empezó
la deforestación y la toma de posesión, de forma ilegal por supuesto, de las
tierras por gentes venidas de fuera para dedicarlas a la agricultura (soja
principalmente), la ganadería, la minería y también a la explotación maderera.
En ese proceso fueron expulsando a sus habitantes y, en el peor de los casos,
eliminándolos físicamente. Este proceso quedó algo frenado durante la
presidencia de Henrique Cardoso y luego en la de Lula, pero se retomó bastante
con Rousseff y llegó a su máxima expresión con Bolsonaro.
Así se llega a la situación actual de la que afirma:
“Por primera vez en la historia de la humanidad, los descendientes se ocupan del mundo que los adultos de la especie han destruido y siguen destruyendo” (p. 237)
Brum utiliza en el libro todo tipo de técnicas
narrativas, desde la crónica y el reportaje a la entrevista o la confesión
personal; y lo hace desde distintas disciplinas, desde la sociología a la política o la ecología.
Todo ello muy bien interrelacionado de forma que el lector se haga con una idea
clara de los diferentes niveles del problema. Un problema, por cierto, que
tiene como principales afectados a los componentes de los pueblos-selva en
primer lugar, pero que detrás vamos el resto de la humanidad por las
repercusiones que tiene lo que pasa en ese gran pulmón que es la Amazonia para
el clima del mundo.
Tiene también el libro el interés de conocer a alguien que es capaz de escribir, y vivir, lo siguiente:
“Mi proceso de forestación me ha convertido en un ser diverso, divergente, orgánicamente integrado, y ahora, cada vez que visito Sao Paulo, “escucho” ríos enterrados vivos en la lápida de hormigón que es la ciudad. Una ciudad que amo, pero sé que es monstruosa. Despertamos otros sentidos cuando volvemos a ser naturaleza. No es cuestión de magia, superstición, brujería, esoterismo, no es abrazar árboles. Es una relación orgánica con el planeta, otra forma de ser y estar en los mundos y de transitar entre ellos” (p. 388)
Todo el texto es interesante, pero me gustaría
destacar algunos momentos del mismo. Así, el capítulo “Violación y
deforestación” en el que hay unas páginas brutales sobre la situación de las
mujeres; la explicación de lo que son los grileiros
y su actividad que resulta bastante impactante; la cantidad de suicidios que se
producen en la ciudad de Altamira (en la que ella vive) y sus posibles causas;
las páginas que dedica a los gauchos que es como llaman a los habitantes de Río
Grande del Sur, el estado del que proviene la autora, un estado poblado por
descendientes de alemanes e italianos donde el racismo supera la media del país;
el capítulo “El balón de fútbol”, el más descriptivo y explicativo; y,
finalmente, por cambiar un poco de enfoque, el precioso capítulo que dedica a
la tortuga de río.
Brum tiene un pensamiento muy radical porque también es muy radical lo que está sucediendo en esa zona. La única duda que me queda tras la lectura de su. por otra parte, precioso e interesante libro es si hay posibilidades reales de que haya cambios significativos en lo que está sucediendo, de si hay alguna forma de frenar ese afán de riqueza típico de nuestras sociedades capitalistas y, lo que es más importante, de si hay la gente suficiente para hacerlo.
Desde luego se trata de una lectura muy, muy
recomendable.
Eliane Brum, La
Amazonia. Viaje al centro del mundo. Traducción Mercedes Vaquero Granados.
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