Memorias de una vida plagada de excesos hasta más o
menos los años noventa cuando Dan, después de arruinarse por enésima vez y con
47 años, vuelve a casa de su madre donde
al fin encontrará una cierta paz y comenzará su carrera de escritor siguiendo
los pasos de su padre.
Duras de leer en bastantes momentos pero tiernas en
otros, estas memorias nos muestran hasta
dónde puede destruir a una persona el alcohol. De hecho, las tres
desintoxicaciones que cuenta me han parecido lo más duro de leer. Consistían en
alquilar una habitación de hotel y recluirse en ella sin más compañía que una
pocas bolsas de Fritos y el agua del grifo; así pasaba una semana hasta que el
mono desaparecía tras las convulsiones, pesadillas y visiones horribles
(serpientes, cucarachas, cualquier tipo de bicho) correspondientes.(La lectura de esas páginas me han traído a la memoria imágenes de esa gran película sobre el alcoholismo que es Días de vino y rosas). Eso sí,
pasado un cierto tiempo volvía a la bebida. Comenta al principio, en lo que es
seguramente una exageración, que su primera borrachera la cogió a los cuatro
años tras beberse dos botellas de cervezas que habían dejado a su alcance.
También cuenta al principio cómo su hermano pequeño se negó a hablar hasta que
tuvo siete años. Una familia, pues, un tanto especial.
El libro está escrito con una gran capacidad
narrativa, sin pausas, sin grandes descripciones, yendo al grano y contando muy
bien sus diferentes trabajos, mujeres y, claro, por encima de todo, su relación
con la bebida y el sexo. Tampoco tiene ningún pudor en relatar determinadas
experiencias.
Adereza también el texto con alguna anécdota
graciosa como por ejemplo un par de ellas con el escritor William Saroyan. Las
páginas que dedica a su trabajo como teleoperador me parecen de lo mejor de un
libro en el que todo merece la pena.
Como admirador de la obra de su padre, John Fante,
al que lógicamente dedica bastantes páginas del libro, me han gustado
particularmente los dos fragmentos que pongo a continuación: el primero por ser
una espléndida síntesis y el segundo por su reconocimiento del padre después de
una relación bastante tortuosa:
“Aquello era el mejor John Fante: ironía y humor
agridulce, todo ello en una prosa sobria y de lectura sencilla” (p.262)
“Mi padre, el hombre al que más quise en el mundo,
que se negó a rebajarse ante nadie, el hombre que me había mostrado con el
ejemplo lo que era un verdadero artista, se había ido. Después de treinta
accidentados años, habíamos logrado establecer una relación de afecto entre
padre e hijo. El regalo que me hizo John Fante fue su ambición, su brillantez y
su corazón puro de escritor. Se había iniciado en la vida con un padre borracho
que se aborrecía a sí mismo, y había salido del infierno de la pobreza y la
discriminación.(…) John Fante era mi héroe.” (p.362)
También, y como ejemplo del tipo de vida de Dan podría servir el siguiente fragmento:
Así pues, un libro muy recomendable para cualquiera
e ineludible para los seguidores de John Fante.
Dan Fante, Fante. Un legado de escritura, alcohol y supervivencia
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