En los dos últimos años he llevado a cabo dos recuperaciones, Marías y
Chirbes, y tres grandes descubrimientos, Mauvignier, Fante y Carrère. Todos me
han ofrecido obras para disfrutar y pensar, pero ha sido sobre todo el último
el que me ha ofrecido la obra más original, imaginativa y personal.
Carrère es, desde luego, un escritor muy singular. En España se ha
traducido su obra con un cierto desorden y así la he leído yo, pero no tiene
ninguna importancia pues todos sus textos ofrecen perspectivas, temas y tratamientos
parecidos pero al mismo tiempo diferentes.
Una novela
rusa sucede a El adversario y precede a De vidas ajenas y Limónov. Yo la he leído la última gracias a la reedición que acaba
de hacer Anagrama porque estaba agotada. (No es del todo cierto puesto que
existe la versión en catalán que, de hecho, compré hace poco pero he preferido esperar
para leerla en castellano.)
Las cuatro novelas mencionadas tienen muchas cosas en común como: la
presencia de Carrère como personaje, la mezcla de realidad -la mayoría de lo
que se cuenta- y ficción, la escritura tan clara y al mismo tiempo tan
profunda, la inmensa agilidad narrativa, en fin, todo lo que hace de este
escritor uno de los grandes en la actualidad.
Una novela rusa creo que es su obra más personal o, por decirlo mejor, la
obra en la que aparece permanentemente como protagonista junto a su compañera,
Sophie; su madre, Hélène, y varios compañeros de trabajo tanto en Francia como
en Rusia.
Digo que es la más personal y creo que me quedo muy corto. En algunos
momentos parece que Carrère estuviera haciendo una terapia mediante la
escritura. Hace confesiones difíciles de encontrar en un libro, reproduce un
relato (parece ser que publicado en Le Monde) casi pornográfico con el que,
además, monta una curiosísima historia con Sophie, habla de la complicada
relación con su madre y siempre en primera persona y como protagonista
absoluto.
Al mismo tiempo, le vemos trabajando en Rusia para hacer un documental del
que no tiene ninguna idea previa salvo que lo hará en la pequeña población de
Kolternich. El documental efectivamente se hizo y está editado.
En fin, se trata de un libro del que se pueden decir muchas cosas, pero
creo que lo mejor es simplemente recomendarlo como una lectura apasionante y
diferente. A mí es un escritor del que no pienso perderme nada de lo que
publique o de lo que reediten.
Por cierto, cuando leo este tipo de libros me acuerdo de Cercas y su discusión sobre lo que es y no es una novela.
Dos breves muestras, no sé si demasiado bien escogidas, de sus
“confesiones”:
“No soporto ser un tipo receloso, cruel, a quien asaltan tales ráfagas de
odio y de pánico que enloquece si te alejas un instante. No aguanto ser ese
niño que está de morros y espera a que le consuelen, que juega a odiar porque
le quieren, abandonar para que no le abandonen. No aguanto serlo, te reprocho
haberme convertido en esto. Me compadezco, sollozo, me acaricias el pelo.
Sufro, me odio, disfruto odiándome.” (p.246)
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