Desde que a mediados de los años noventa leí los dos
libros de Kross que publicó la editorial Anagrama no había vuelto a tener
notica del autor. Ambos libros no solo me gustaron sino que, además, me
parecieron muy interesantes por ponernos en contacto con realidades muy
diferentes y con la visión de un escritor desde un pequeño país como Estonia.
Cuando vi el libro que hoy comento en la librería me
llevé una grata sorpresa; era el momento de recuperar a un autor interesante.
Kross nació en 1920 y en este libro cuenta la
historia de un personaje, Ullo Paerand, que nació también por esas fechas lo
que le permite contar también muchos momentos importantes de la historia de su
país. Para contarla emplea la voz de un narrador, Jaak Sirkel, que, según
afirma la traductora en el Prólogo, es
un alter ego del propio Kross. El
narrador se basa en una serie de conversaciones con el protagonista que
tuvieron lugar en 1986 y que reproduce entrecomilladas. De esta forma asistimos
a la multitud de peripecias vitales por las que atraviesa Ullo tanto en lo
profesional (estudiante, periodista deportivo, propietario de una lavandería, funcionario al servicio del primer ministro
y, la mayor parte del tiempo, fabricante artesano de maletas), como en lo
personal con diferentes relaciones afectivas hasta llegar al matrimonio
(curiosamente se casará con una mujer a los tres días de haber sido rechazado
por otra). Estas andanzas le sirven a Kross para ir dejando destellos de la
evolución de su país desde su inicial independencia a la invasión nazi y la
posterior soviética para terminar nuevamente independiente.
A partir de un determinado momento, Kross abandona
la reproducción de las conversaciones y será el propio Sirkel el que cuente la
historia. Este cambio es algo que en un primer momento resulta chocante, pero
que luego, al centrarse mucho en los acontecimientos políticos, parece una
buena opción.
Hasta aquí la parte descriptiva y ahora explicaré
brevemente por qué me parece una novela irregular.
Al ser un libro muy extenso, 470 páginas de densa tipografía, hay momentos muy
conseguidos y otros que se hacen un tanto tediosos (por ejemplo, la gran
cantidad de páginas que dedica a los días 18-20 de septiembre de 1944) o, en
otros casos, un tanto irrelevantes para lo que parece que se quiere contar. He
dedicado bastantes horas a su lectura y en varios momentos el libro se me caía
de las manos aunque luego volvía a retomar el interés.
En todo caso hay algo que me ha gustado
especialmente y es cómo logra Kropss que el lector se traslade a las diferentes
épocas (sobre todo cuando escribe sobre
las décadas de los veinte y los treinta) y le parezca estar viviéndolas. Eso es
algo que pocos escritores logran en sus obras y creo que es la mayor virtud de
este magnífico escritor. Desde luego recomiendo la lectura de este libro y, si
es posible encontrarlos, de los que publicó Anagrama.
Dejo aquí el enlace a una completa reseña de RaúlJiménez.
Jaan Kross, Vuelo
estático
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