En este libro se pueden encontrar fragmentos como
los dos que siguen:
“Un suave acorde en Sol mayor conduce por medio de
un rápido crescendo a un lacerante Sol menor, que a su vez cede ante un
tranquilizador Re mayor, el acorde que forma pareja con Sol. Ese acorde se ensombrece a continuación en forma
de Re menor antes de dar paso a La mayor, seguido de una séptima disminuida y
una séptima dominante sobre Re.” (p. 229)
“(…) el oído espera que Re sea la tónica de una
tríada en Re menor, y cuando resulta ser la nota intermedia de una tríada de Si
bemol mayor, el efecto es discordante, desorientador, vertiginoso.” (p. 514)
Y sin embargo para un aficionado a la música como es
mi caso, pero desconocedor en todo de sus más elementales técnicas e incluso
terminología, no logra echarme para atrás aunque haya muchos momentos en que la
lectura se convierta en realmente complicada por no decir imposible.
¿A qué se debe esta aparente contradicción? Creo
que, como bien dice Jesús
Ruiz Mantilla en el comentario hecho en Babelia (6.10.2012):
“(…) contar la música. Algo en lo que Alex Ross
viene a ser de los pocos que consiguen la excepción de una comunicación
sugerente, visceral, fascinante, divertida, jugosa. (…)
Sin límites, sin exclusividades, derribando la
premisa de que existen músicas superiores o más complejas que otras. No hay
clases. Históricamente. Entre el barroco y el rock, entre el Renacimiento y el
pop, entre los alardes románticos de Schubert y Beethoven, y el jazz o el blues, todos somos más o menos iguales.”
Se salta por encima de cualquier dificultad por la
gran capacidad de comunicar que tiene Ross, porque aunque no se entienda todo
lo que dice sí que queda el mensaje final de amor por esa música y también
informaciones suficientes para hacer un esfuerzo de comprensión e incluso para
mostrarse más abierto a algunas músicas que yo desconocía. El libro engancha,
te abre a otros mundos y perspectivas musicales y, desde luego, lo más
importante, se lee con gusto.
En el libro se recogen a lo largo de sus más de 600
páginas un conjunto de 20 artículos publicados por el autor en The New Yorker, donde ejerce la labor de
crítico musical, entre 1998 y 2009. Algunos adaptados y modificados para esta
edición. Mayoritariamente hablan de música clásica (Mozart, Shubert o Verdi
sobre todo), pero también de clásica contemporánea como John Cage o
directamente moderna desde Radiohead a Björk pasando por Bob Dylan, sin olvidar
alguna breve incursión en el jazz algo a lo que a mí me habría gustado que
dedicase más espacio.
Como se ve, toca un poco de todo y de todo saca
provecho y elementos para el disfrute musical. No obstante deja también esta
cita que parece un tanto contradictoria teniendo en cuenta que no le desagrada
el que lo dice:
“(…) hizo suyo (se
refiere a John Cage) el principio de Shoenberg de que la música debía
ejercer una función crítica, perturbando al oyente más que confortándolo.” (p.
442)
Yo desde luego soy más de confortarme con las
audiciones que de buscar ningún tipo de perturbación. De hecho, tras la lectura
del libro, he intentado ya en dos ocasiones escuchar cosas de Cage y por el
momento he sido incapaz de hacerlo porque me desasosiega.
En fin, en un texto tan extenso hay momentos para
todo tipo de sentimientos, emociones e informaciones aunque unas gusten e
interesen más y otras menos, pero en su conjunto es un libro enormemente
recomendable para cualquier aficionado a la música.
Finalizo este comentario con un fragmento que me ha
llamado poderosamente la atención pues no había caído en ello a pesar de lo
obvio que resulta.A propósito de los libretos de alguna ópera, en este
caso Il trovatore, Ross afirma lo
siguiente:
“Lo cierto que es la mayoría de los espectáculos de
entretenimiento parecen una tontería cuando se contemplan desde la distancia.
No hay nada en Verdi que resulte más inverosímil que los hechos que articulan
la trama de una obra de Shakespeare o, puestos a ello, que una típica película
de Hollywood. La diferencia es que las convenciones de esta última son
ampliamente aceptadas en este momento de modo que si, por ejemplo, Matt Damon
va montado en un monociclo en sentido contrario por la autopista y mata a un
grupo de delincuentes uzbecos con un paquete de caramelos, los espectadores
aplauden con entusiasmo en vez de partirse de risa.” (p. 328)
Hay una buena reseña de Stefano Russomanno en
abc.es.
Alex Ross, Escucha
esto. Traducción de Luis Gago
Un gran libro sin duda alguna. Alex Ross tiene un excelente blog y lo tengo por unos de los críticos más cabales y con más conocimientos que hay en la actualidad.
ResponderEliminarLos trozos que señalas en donde habla DE música, sino eres músico no te enteras de nada, pero la sensación de que hay algo en lo que dice me parece interesante.
Muy acertada el comentario de tefano Russomanno, uno de los mejores críticos y musicólogos que tenemos en este país.
Un saludo.