Dos fragmentos para situar al personaje:
Dice Carlos García Velasco en el Prólogo: “Toller
forma parte de esa generación centroeuropea, judía, laica y librepensadora,
forjada en el cosmopolitismo y en un sentido de la universalidad superadora del
provincianismo que caracteriza las conciencias nacionales.” (p. 9)
Y el propio Toller casi al final del libro hace esta declaración:
“La frase: “Estoy orgulloso de ser alemán”, o esta
otra: “Estoy orgulloso de ser judío”, me suenan a la misma insensatez que si
alguien dijera: “Estoy orgulloso de tener los ojos castaños””. (p. 279)
Estas memorias fueron publicadas en 1933, es decir,
cuando el autor contaba apenas cuarenta aunque evidentemente de vida muy
intensa. Dedica unos capítulos al principio a su infancia y juventud para pasar
enseguida a su experiencia bélica como voluntario y dedicar luego el bloque
fundamental del libro a su participación en la Revolución alemana de 1918-1919.
De la primera parte me ha llamado poderosamente la
atención su estancia en Francia como
estudiante en la que dedicó el tiempo, según cuenta él mismo, al juego y a la
búsqueda del dinero fácil. Y llama más aún la atención porque inmediatamente
después se alista voluntario en el
ejército alemán. En esta parte escribe unos interesantes fragmentos sobre la
guerra y sus culpables.
Así, poco a poco va tomando conciencia:
“Pronunciamos el voto solemne de que a esta Europa
había que roturarla de nuevo desde sus cimientos. Declaramos que nuestros
padres nos habían traicionado y que la juventud del frente, dura y falta de
sentimentalismo, iniciará las labores de limpieza, pues ¿quién sino ella tenía
derecho a hacerlo? Lo que se nos niega lo conseguiremos por la fuerza.
¡No tiene sentido –exclamo- el que hagáis
acusaciones! ¡Actualmente solo hay un camino, hemos de convertirnos en
rebeldes! (p. 120)
Fruto de ello será su participación en la Revolución
que se produjo en Alemania tras la guerra. En el caso de Toller lo hará en
Munich donde ocupará importantes cargos tanto civiles como militares a pesar de
su edad. Este periodo forma el núcleo de las memorias y es, lógicamente, el más
interesante aunque no siempre sea fácil de seguir por tratarse de
acontecimientos que se suceden de forma muy acelerada y a veces aparentemente contradictoria. El verdadero
interés radica en dos aspectos: por un lado, el hecho de que lo cuenta un
destacado protagonista que, por otro lado, demuestra capacidad para el
análisis, ausencia de sectarismo y buen espíritu crítico como se comprueba en
los dos fragmentos siguientes:
“Cada cual cree que la República Soviética ha sido
creada para dar cumplimiento a sus
deseos particulares. A una mujer le gustaría casarse inmediatamente. Hasta el
momento había encontrado dificultades para hacerlo, puesto que le faltaban los
necesarios papeles, pero la República Soviética ha de rescatar su felicidad. Un
hombre pretende que la patrona de su casa le perdone el pago del alquiler. Se
ha formado un partido de ciudadanos revolucionarios que exige la detención de
todos sus enemigos personales, antiguos compañeros en el juego de bolos y
contertulios en el club.” (p. 171)
“La República Soviética no se sostiene. La
insuficiencia de los dirigentes, la resistencia del Partido Comunista, la defección
de los socialistas de derechas, la desorganización administrativa, la creciente
escasez de víveres, la confusión de los soldados, todas esas circunstancias
necesariamente han de provocar la caída y proporcionar fuerza e ímpetu a la
contrarrevolución en vías de organizarse.” (p. 178)
Un libro recomendable por el tema y por la magnífica
escritura. Toller escribió varias obras de teatro durante su estancia en la
cárcel por su participación en el movimiento revolucionario; también escribió
poesía y algún ensayo.
Hay una buena reseña de Carolina León en criticoestado.es.
Ernst Toller, Una
juventud en Alemania. Traducción Pablo Solozábal.
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