No es este el primer libro que se publica en España
de Rolin, pero yo desde luego no lo conocía. De hecho los anteriores libros
traducidos están o agotados o descatalogados.
La editorial ha puesto en la contraportada una
referencia a la reseña del diario francés Libération
en la que compara al autor con P.Deville y E.Carrére. Ambos están entre mis
autores favoritos de los últimos años y he leído todo lo que se ha traducido de
ellos, así que nada más leer esa referencia lo compré y lo he leído enseguida.
Efectivamente, tiene en común con los citados la
buena escritura y la elección de temas interesantes, aunque en mi opinión más con
Deville que con Carrére. Da igual, lo importante es que se trata de otro
magnífico escritor y de otro ejemplo de que la literatura francesa está
aportando una interesante forma de contar historias.
Rolin explica en la primera parte de las cuatro en
las que divide el libro por qué eligió de forma realmente casual a este
personaje para escribir sobre él. Era meteorólogo y creador del Servicio
Meteorológico de la URSS.
Además, lo caracteriza así en los dos fragmentos
siguientes:
“(..) él, Alekséi Feodósievich, no es un rebelde. No
es propio de su temperamento ni de su educación. (…) Preferiría que hubiera
sido inflexible, preferiría admirarlo, pero no era admirable y tal vez sea eso
lo interesante, es un tipo medio, un comunista que no se hace preguntas o,
mejor dicho, que entonces se ve obligado a empezar a hacérselas, pero ha sido
necesario que lo sometan a una violencia extraordinaria para que así sea,
tímidamente.” (p. 96)
“No era ni un genio científico ni un gran poeta, en
algunos aspectos era un hombre común, pero era un inocente. (…), un hombre en
una palabra, que valía como tantos otros, un hombre como cualquier otro, con
su honradez, su fidelidad, su parte de
conformismo y de credulidad.” (p. 172-173)
Es decir, alguien totalmente normal que, como tantos
otros miles o millones, sufrió la represión del período estalinista, primero
siendo detenido en 1934 y trasladado a las islas Solovkí, para tres años
después acabar con su vida.
Al tiempo que estuvo en las islas dedica Rolin la
segunda parte del libro en la que, utilizando la correspondencia que mantuvo
con su familia, va relatando la vida del preso en esa lejana parte del mundo.
Es la parte central del libro y la más interesante.
En la siguiente explica el descubrimiento en 1997 de
lo que sucedió con muchos de los prisioneros de las islas para, finalmente, en
la que cierra el libro contar de dónde viene su interés por Rusia (y por la
URSS).
Casi al final del texto hace esta declaración que se puede compartir
tras la lectura no solo de este libro, sino de todos los que se pueden leer
sobre tan nefasto período histórico. (Casi se podría hablar en estos casos de
una suerte de justicia poética):
“La única y mínima satisfacción que procura el
estudio de aquellos tiempos salvajes es la de comprobar que casi siempre los
fusiladores serán fusilados. No por obra de una justicia popular, internacional
o divina, sino por la tiranía a la que sirvieron hasta la abyección; pero, aun
así, fusilados, y sienta bien saberlo.” (p. 167)
Un libro magnífico, muy bien estructurado y muy bien
escrito. Otra aportación al conocimiento de los horrores de esa gran lacra del
siglo pasado.
Al final del libro se reproducen un conjunto de dibujos
y adivinanzas que el protagonista envió en las cartas para su hija Eleonora.
Ahora solo falta esperar que se reedite o se
traduzca algún libro más de este interesante autor.
Olivier Rolin, El
meteorólogo. Traducción Miguel Aguayo
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