Voy a tener que considerar mi año de
lectura como el año “Ginzburg” pues desde que la descubrí en enero, este es el
sexto libro que leo y no será el último. Tras el relativo fiasco que supuso el
anterior porque había relatos que me parecieron bastante flojos, con este
retomo la mejor versión de la autora.
Dice Elena Medel en el Prólogo:
“En el sentido más feliz de la
palabra, queremos pensar en La ciudad y
la casa como la novela más caprichosa de Natalia Ginzburg: la novela en la
que con mayor libertad se permite el juego, la experimentación sutil, esa “pura
alegría” con la que Paul Theroux se refirió a la ficción.” (p. 9)
Efectivamente, aunque ya inició el
camino del género epistolar en Querido
Miguel, ahora compone una obra solo a partir de la correspondencia entre
diversos personajes. Hay correspondencia entre amores presentes y pasados,
entre amigos y entre padres e hijos. Hay decepciones, muertes, matrimonios,
nacimientos…, pero sobre todo, creo, hay soledad, mucha soledad y bastantes
frustraciones.
Reproduzco lo que dice en su blog, devoradoradelibros.com, una gran seguidora y admiradora de la autora:
“La destreza de Ginzburg con el género
se relaciona, sin duda, con su estilo despojado de artificios, cercano a la
expresión oral, una narración «hablada» eficaz para componer las cartas
(informales, cómplices, frescas) que se envían unos amigos. La autora explota
las posibilidades de la novela epistolar con unos textos pulcros en los que
importa tanto lo que se dice como lo que se omite, así como el tono, los tics,
las obsesiones y las pausas. Poco a poco, como quien no quiere la cosa (es
difícil desmenuzar una obra de Ginzburg, la artillería está tan bien ensamblada
que cuesta discernir cómo lo hace), la historia (o, mejor dicho, las historias)
se entretejen con este intercambio de experiencias.”
El único problema que le encuentro a la
novela es que la correspondencia se produce entre bastantes personajes y en muchas
direcciones lo que, para gente con la memoria un tanto deficiente como es mi
caso, hace que a veces te quedes un poco perdido y haya que echar la vista
atrás para recuperar el hilo. Es un problema menor y, lógicamente, no resta interés ni valor a lo que cuenta.
En todo caso, no es el libro que más me
ha gustado de Ginzburg, pero es que esta autora pone el listón muy alto con
obras como Léxico familiar o Todos nuestros ayeres.
Natalia Ginzburg, La ciudad y la casa. Traducción Mercedes Corral.
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