En Francia se han
vendido 700.000 ejemplares del libro y ha obtenido premios como el Prix
du roman de la FNAC o el Goncourt des Lyéens, ambos en 2016. Algo debe de tener
esta novela de poco más de 200 páginas escrita por alguien cuya verdadera
dedicación es la música.
“Otra posible respuesta pasaría por citar su talento narrativo, la
contención que desprende un libro alérgico al pathos
barato y el poderío del testimonio histórico que contiene. Sin olvidarse de una
pequeña dosis de mala conciencia en cada lector, que puede que, en su día,
presenciase los hechos que describe este libro como si no fueran con él. “Sí,
es posible”, concede Faye. “Es ese discurso tan europeo de creer que esa fue
una historia de africanos, de pueblos acostumbrados a matarse los unos a los
otros.””
Y en el fragmento de la crítica del Süddeutsche Zeitung que la editorial recoge en la
solapa se dice:
“Pequeño país es lo
contrario de una novela de grandes palabras y mucho ruido. No se nos impone
pero nos afecta, porque nos muestra cómo la guerra se introduce poco a poco,
sigilosamente, en nuestras vidas.”
En ambos textos están las claves del éxito
obtenido por esta novela. Por un lado, la capacidad narrativa de este
joven escritor y, por otro, por la historia que nos cuenta.
El libro tiene dos partes que se diferencian por los
acontecimientos externos a los protagonistas aunque
el autor no las separa con ninguna señal. En la primera, Gaby, el
protagonista, que no es otro que el propio autor, vive en
Burundi con su padre, un empresario francés, una vida típica de un niño de
clase media y se divierte con un grupo de amigos haciendo las cosas habituales
que se hacen en una pandilla a los 10 años de edad. Todo transcurre
pacíficamente y está narrado con gran agilidad. Pero, en un momento determinado
irrumpe la guerra y los conflictos tanto en Burundi como en la Ruanda de la que
es su madre y gran parte de su familia. Aquí la tranquilidad se ve alterada y
Faye escribe las que para mí son las mejores páginas del texto porque es capaz
de transmitir muchas sensaciones con pocas palabras y sin usar truculencias
innecesarias. Creo que aquí radica uno de los grandes méritos de un libro que
he leído prácticamente de un tirón porque la historia iba ganando en intensidad
y era difícil abandonarla.
Como debut literario no está nada mal. Una
lectura muy recomendable tanto por la frescura con la que está
narrado, como porque pone en contacto con realidades muy diferentes a las
que estamos habituados.
Además de la reseña mencionada al principio, hay otra interesante
de Carlos Bajo en wiriko.org.
Gaël Faye, Pequeño
país. Traducción José Manuel Fajardo
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