Es la segunda novela que leo de Padura y la primera
de esta serie negra o policiaca que tiene como protagonista al ex policía Mario
Conde. Me imagino que a lo largo de las anteriores siete novelas de que hasta
ahora consta la serie el autor habrá ido desarrollando el perfil del personaje.
Desde luego en esta entrega es algo que yo echo en falta porque a pesar de su
extensión, 440 páginas, es muy poco lo que sale de la vida o del pasado del
protagonista.
La historia es sencilla: un amigo, Bobby, que se dedica a la compraventa de antigüedades
y otros objetos le encarga la búsqueda de la estatua de una virgen negra, Virgen
de Regla la llama, que le han robado. A partir de ahí la trama se desarrolla en
dos niveles muy distintos. Por un lado, lógicamente, el de la búsqueda de la
estatua y, por otro, y aquí la novela es realmente novedosa, el de la historia,
contada en un sentido cronológicamente inverso, de esa estatua hasta llegar a Cuba. Estos
capítulos, que se van intercalando con los otros, resultan bastante atractivos
porque en ellos aparece desde la guerra civil española hasta la cruzada del
siglo XIII con la batalla por San Juan de Acre, pasando por el mundo de los
Templarios y con alusiones hasta al nacionalismo catalán y la creación de su
bandera.
Por lo que se refiere a la parte de novela negra
propiamente dicha, resulta mucho más interesante toda la primera parte en la
que Conde, buscando principalmente en La Habana, le da pie a Padura para
plantear críticas puntuales al sistema. Así: el tratamiento que da a la homosexualidad,
la existencia de la libreta de abastecimiento o desabastecimiento como también
la califica, la pobreza y el abandono
histórico de las calles del centro de La Habana, la presencia de la ortodoxia,
los Asentamientos (barrios marginales para los inmigrantes del oriente cubano)
con su “miseria exultante“,… y también a utilizar expresiones como “la mierda
en que se ha convertido este país” o “y gente jodida es lo que nos sobra”. Como
se ve todo un catálogo de observaciones con una fuerte carga crítica en la
mejor tradición de la auténtica novela negra.
Sin embargo, a medida que la novela avanza no lo
hace el interés de la trama que, bien al contrario, decae bastante porque como
dice J.Ernesto Ayala-Dip en su reseña para elpais.com: “El foco de interés de
la novela se va desdibujando cada vez que al lector se le exige un cambio de
perspectiva, sin que ello aporte nada al relato medular.”
La historia se hace así demasiado larga y algo
premiosa aunque siempre queda la buena escritura de que hace gala Padura así
como la originalidad de muchas expresiones
y términos del lenguaje de la isla.
Dejo a continuación dos fragmentos en los que la
crítica se hace de forma más contundente:
“Y me pasé los primeros cuarenta años de mi vida
fingiendo, reprimiéndome, torturándome, para que mis padres, para que ustedes,
mis compañeros, para que todo el mundo en esta patria machista-socialista
creyera que yo era lo que debía ser y no me riparan la vida: un joven ejemplar,
varón y militante, ateo y obediente… Tú no te imaginas lo que fue mi vida, qué
va…” (p. 25) (Bobby el homosexual amigo
de Conde homosexual que le encarga la búsqueda de la virgen)
“El país estaba cerrado a cal y canto y la llave la
tenían otros, los que decidían quién viajaba y cómo, los que determinaban qué
era lo bueno y lo malo para ti, qué libros debías o no debías leer, cómo
pelarte y qué música oír. Para nosotros
siempre ha sido así, sigue siendo así: alguien decide por nosotros, para
cuidarnos y salvarnos, ¿no?... Y Ahora han abierto una puertecita:¡nos dejan
viajar chico!... Si tienes dinero o no para hacerlo es cuestión tuya, como en
todas partes” (p. 374) (Uno de los amigos
de Conde)
En definitiva, una novela que ofrece mucho al
principio, pero que termina defraudando un tanto; una demostración de que a
veces basta con menos páginas para contar una buena historia que al final se
estropea por el exceso. Desde luego yo me quedo con el magnífico Padura de El hombre que amaba a los perros.
Hay una buena reseña de Laura Fernández en
elcultural.com.
Leonardo Padura. La
transparencia del tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario