Creo que no hago sino repetir un lugar común si
afirmo que lo primero que sorprende en esta magnífica novela es el hecho de que
haya sido escrita por alguien de veintitrés años. Parece una obra de la plena
madurez de alguien que se dedica a la literatura.
Si hace unos meses al comentar la primera novela que
leía de la autora decía que me había parecido un tanto desigual, ahora tengo
que decir que esta me parece una obra prácticamente redonda. Los personajes
están plenamente conseguidos en su concepción y en sus matices; las historias
que va contando tienen gran interés y, en muchos casos, hondura psicológica; la
alternancia del protagonismo de los diferentes personajes en los capítulos está
muy bien organizada; la novela va avanzando poco a poco y, además, tiene un
componente de crítica social y política como recoge Elvira Lindo en el Prólogo:
“Si encuentro un halo visionario en la prosa de
McCullers es debido a que los discursos enardecidos de sus personajes,
discursos porque en ocasiones hablan como si estuvieran ante un público que no
ven, poseen una enorme cualidad política, están empapados del espíritu de su
tiempo.” (p. 9)
Esto se puede ver bien reflejado en los dos
siguientes fragmentos:
“Observa la lenta aglutinación capital y poder, y
cómo ha llegado hoy a su cúspide. Ve América como una casa de locos. Ve cómo
los hombres tienen que robar a sus hermanos para poder vivir. Ve cómo los niños
se mueren de hambre y las mujeres trabajan sesenta horas por semana para
ganarse la comida. Ve a todo ese maldito ejército de parados y los miles de
millones de dólares y miles de kilómetros de tierras desperdiciada.. Contempla
cómo se aproxima la guerra.” (p 169) (De
un extenso monólogo de Jake.)
“Los cinco pacientes no se habían perdido por
ninguna negligencia de su parte. La culpa había que buscarla en los largos años
de necesidades que habían tenido que soportar. Las dietas a base de pan de
maíz, vientre de cerdo y jarabe, el amontonamiento de cuatro o cinco personas
en una sola habitación. La muerte de los pobres.” (p.273)
Hay bastantes momentos más en los que se habla de la
situación política a partir de monólogos de dos de los principales personajes
protagonistas: Jake Blount, un marxista que incluso está intentando crear una
organización -Acción-, y Copeland, el médico negro que es uno de los personajes
que más me ha llegado en una novela en la que la resulta muy difícil destacar a
alguien porque también hay otros grandes personajes como la joven Misk –que
parece que es un trasunto de la autora-; el dueño del restaurante y buena
persona que es Biff Brannon y, por supuesto, el para mí enigmático sordomudo
Singer que recibe a todos y a todos acoge y escucha, un personaje positivo pero
tan solitario como en el fondo la mayoría.
Además de en esos monólogos, a lo largo de todo le
texto se van deslizando ideas contra el racismo de forma directa o,
indirectamente, mostrando la situación
de algunos miembros de la comunidad negra. Hay que tener en cuenta que el libro
aunque nunca se dice en qué lugar concreto se desarrolla la historia, sí menciona
que es en el sur. También aparecen en más de una ocasión referencias a Hitler y
al fascismo.
Se dice también muy acertadamente en el Prólogo que
la autora tiene: “(…) perspicacia psicológica, sentido social, observación
sensitiva, intuición sexual…” (p. 12)
Esa gran sensibilidad creo que es lo que hace tan
grande esta primera novela de McCullers que se lee no solo con total interés
sino, como sucede con las grandes obras, participando de alguna manera en la
historia que se nos está contando.
Más que recomendable. Habrá que acercarse a más
obras de la autora.
Existe una buena reseña de Montuenga en
unlibroaldía.blogspot.com.
Carson McCullers, El corazón es un cazador solitario. Traducción Rosa María Bassols
Camarasa.
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