Hace tres años leí del mismo autor Nosotros o el caos. La derecha que viene que
me pareció un magnífico análisis de los cambios que se estaban produciendo en
el mundo de la empresa. Ahora Hernández amplía el campo y trata más de los
cambios que se están produciendo a nivel global tanto en la economía como,
sobre todo, en la política e incluso en la geopolítica.
La primera parte más o menos del texto la dedica a
describir las cuatro oleadas conservadoras que se han producido desde la
segunda mitad del siglo XX, con especial atención a la última que de hecho está
teniendo lugar en estos momentos. En la segunda parte, a partir de un
interesantísimo capítulo dedicado a analizar el populismo norteamericano de
finales del siglo XIX, se centra en los problemas actuales y en el papel que
están jugando la derecha y la izquierda.
Tengo que reconocer que es un libro del que creo que
he sacado menos jugo del que debía y, desde luego del que contiene, porque es
un texto para leer con papel y lápiz tomando muchas anotaciones ya que no se
trata de una lectura demasiado fácil principalmente en su primera mitad.
Esteban Hernández tiene una gran capacidad para
analizar e ir interconectando diversos elementos para obtener una visión global
de los problemas que nos acucian y de las respuestas que se están dando desde
las diferentes posiciones políticas. En este sentido se muestra muy crítico con
la izquierda por no dar la batalla en el terreno que, según el autor, hay que
darla. En este sentido, sin embargo, encuentro una cierta contradicción con la
siguiente afirmación que aparece muy al final:
“(…) poner el foco en el problema principal de
nuestro tiempo, en el que la pregunta no es qué hacer, sino quién lo hará: lo
que nos falta no son soluciones, sino el poder necesario para aplicarlas. (…)
El problema no es la calidad de las ideas que se aportan al debate público,
sino que las élites no quieren remedios, ni buenos ni malos, que no sean
aquellos que vayan en la dirección de concederles más poder y recursos.” (p.
222)
Hablo de contradicción porque si las élites no
quieren y no sabemos quién tiene que hacer los cambios, la situación está
clara: todo seguirá igual (bueno, peor para los perdedores). Y aunque hablo de
contradicción, en el fondo no lo es tanto porque la conclusión que he sacado
del libro es bastante pesimista: el mundo en los próximos años estará gobernado
por las mismas élites que ahora que, además, llegarán al poder explícito en más
países.
Los siguientes fragmentos que reproduzco dejan
constancia de ese pesimismo:
“ (..) las instituciones conservan su nombre pero
se dirigen hacia lugares incompatibles con sus propósitos originales: los
sindicatos mayoritarios se convierten en instrumentos que defienden los
intereses del repliegue conservador en lugar de los de los trabajadores; la
política es un vehículo estéril de sofocamiento de la vida social
desestructurada por las lógicas
económicas, la filosofía se convierte en autoyuda, la psicología en coaching, la universidad en un espacio
de producción de mano de obra funcional, la cultura en un pasatiempo y la
ciencia en un medio de generación de valor para las empresas en lugar de
producir conocimiento útil para el cuerpo social. Finalmente, el individuo
independiente y libre del capitalismo se convierte en un sujeto ordenado y
disciplinado que se amolda a las normas rígidas que el futuro demanda y
extravía por el camino aquella personalidad autónoma que le constituía como
centro del sistema” (p. 142-143)
“Nos dejamos llevar por los sentimientos a la hora
de elegir pareja, por las emociones cuando votamos, por el deseo cuando comemos
o bebemos, por las apetencias irracionales cuando decidimos qué carrera cursar,
por nuestros instintos a la hora de tomar decisiones. Desde su perspectiva, si
en lugar de dejar hablar a nuestras entrañas nos apoyásemos en estos nuevos
instrumentos, nuestra vida sería mucho mejor, también en el ámbito privado. La
informática nos proporciona ahora esa posibilidad y esa es la gran ventaja que
nos aporta el futuro.” (p. 72)
(Viene a
cuento de la 4ª revolución industrial y del hecho de que, dicen, que todo
organismo vivo no es otra cosa que la unión de datos y algoritmos.)
Como se ve, Hernández no pinta un futuro demasiado
halagüeño –de hecho el segundo texto produce cierto vértigo- y, lo que es más
importante, una de las causas es la falta de verdaderas alternativas no tanto
sobre el papel (que, en mi opinión, tampoco existen), sino sobre todo en la
realidad de la lucha por el verdadero poder que no es otro que el poder
material.
Al margen de ese regusto amargo con el que uno acaba
la lectura, el libro contiene muchos elementos para el análisis y el debate:
además, resulta tremendamente sugerente
porque no se dedica a validar sus interpretaciones con cifras y datos, sino con
la lógica y la descripción de los acontecimientos.
Particularmente interesante me ha parecido la parte
en la que analiza el nuevo mundo geopolítico que se está construyendo y el,
escaso, papel que le está quedando a la UE entre China, Rusia y Estados Unidos.
Hay una entrevista muy interesante en infolibre.es
con Clara Morales en la que se abordan casi todos los temas que se tratan en el
libro y Hernández hace una buena síntesis de sus ideas.
En resumen, creo que es un libro importante del que
hay que hacer una lectura más reposada y profunda de la que yo he hecho, pero,
en cualquier caso, del que se sacan ideas interesantes.
Esteban Hernández, El tiempo pervertido. Derecha e izquierda en el siglo XXI.
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