La primera noticia que tuve sobre la existencia de
Caparrós fue hace bastantes años al ver en uno de mis viajes a Argentina el
documental Cazadores de utopías que
trata sobre la historia de Montoneros y lo sucedido en los sesenta y primeros
setenta. Aparecía en él al haber sido representante de los estudiantes de
secundaria.
Volví a encontrarlo al leer Amor y anarquía en el que vuelve sobre esa época, pero cuando de
verdad me metí de lleno en su obra fue en 2016 y 2017, período en el que he
leído los libros cuya portada he reproducido.
Caparrós es un gran periodista, me atrevería a decir
que es lo más parecido al gran Kapuscinski que existe en lengua castellana,
pero también es un magnífico escritor tanto cuando lo hace como reportero como
cuando se convierte en narrador de historias de ficción. A quien corresponda y Echeverría
son dos buenos ejemplos de esta última faceta.
Ahora bien, su inclusión en esta sección del blog
está motivada fundamentalmente por dos de sus libros: Hambre y Lacrónica. El
primero porque es quizá lo mejor que he leído nunca sobre tan delicado y
crucial tema. Es un libro muy bien escrito y documentado, comprometido, en el
que no se casa con nadie y cuya lectura no deja indiferente. En una
conversación que tuve con el autor en la Feria del Libro de Madrid del año pasado
le comenté lo útil que sería tener una versión reducida para que la leyeran los
alumnos de secundaria, pero me habló de la dificultad de hacer algo así. El
otro es una recopilación de magníficos reportajes en los que, además, hay muchas
e interesantes reflexiones sobre la profesión de periodista.
En definitiva, un escritor muy completo cuyos libros
merecen mucho la pena tanto para disfrutarlos como para aprender y reflexionar
sobre aspectos fundamentales de la situación del mundo.
La suerte es que aún me queda algún libro suyo por
leer aunque es cierto que La historia,
que para él es su “único libro”, a mí me da un poco de miedo y no solo por su
extensión.
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