En distintas ocasiones y en diferentes lecturas he
visto el nombre de esta activista y escritora, pero no me había fijado nunca en
ningún libro suyo. Vi este por casualidad el otro día y me interesó el tema tal
y como lo contaban en la contraportada.
Cita Nuria Azancot, en su reseña en elcultural.com,
a nada menos que Hanna Arendt y su opinión sobre el libro: «auténtica delicia para cualquier lector libre de
prejuicios y con sentido del humor».
No me tengo por alguien con demasiados
prejuicios, menos aún en este tema, y
creo que tengo bastante sentido del humor, pero si algo no me ha parecido esta
novela es precisamente “una delicia”.
En sus algo más de 150 páginas,
McCarthy arremete y se mofa de un grupo de gente, creo que son unos
cincuenta, que se van a un hotel en la montaña para montar una Utopía.
Distingue dentro de ellos a dos grandes grupos: los realistas y los puristas, parece
ser que ambos encabezados, según cuenta Vivien Gornick en el Prólogo, por
personajes creados a imagen y semejanza de otros reales y cercanos a la autora.
Hasta aquí nada que objetar; de hecho en las primeras páginas he estado atento
y centrado en lo que me contaba y en cómo planteaba las cosas. Fruto de ello es
la elección de estos dos fragmentos como buenos ejemplos de esa ironía o más
bien sarcasmo:
“ (…) la señora Macdermott, a diferencia del resto
de los colonos había nacido en la alta sociedad neoyorkina y, a pesar de que su
afable disposición y su tendencia a identificarse con los menos afortunados
habían dado a su figura menuda y a sus rasgos bonitos y delicados ese aspecto
oprimido e incluso menesteroso tan común entre las mujeres caritativas, seguía
expresándose con la seguridad de quien ha disfrutado de determinadas ventajas;
la cuchara de plata tintineaba en su boca cada vez que hablaba en contra de los
privilegios.” (p. 36)
“ (…) se preguntaban qué habría dicho Monteverdi,
El Fundador, de haber podido contemplar el desfile de coches bien provisto de
whisky, latas y anticonceptivos, que subía la sinuosa pendiente del No-Lugar
con los papeles en perfecto orden.” (p. 53)
El problema que he tenido es que enseguida me he
empezado a aburrir soberanamente y he empezado a leer sin prestar demasiada
atención. Los escasos debates son tan etéreos y fuera de la realidad que no se
terminan de entender y menos aún los comportamientos de varios de los
personajes que aparecen. Si lo que quiere decir McCarthy es que sus amigos se
fueron de pícnic como si eso fuera revolucionario, lo podría haber contado de
otra manera.
Por ejemplo, recientemente he leído una crítica en
parte parecida en la magnífica novela de Cristina Morales Lectura fácil. No paré de reírme y me pareció mucho más dura y profunda la crítica que la que se hace en
este librito.
En fin, no me ha gustado, me ha aburrido, no me ha
interesado más allá del primer tercio de la obra. Sin embargo, las dos reseñas
que he encontrado tienen una opinión bien diferente. Por un lado, la ya citada
y por otro, la que hace Montuenga en unlibroaldia.blogspot.com. A ellas remito
a quien quiera conocer más y mejor el contenido del libro.
Mary McCarthy,
El oasis. Traducción Raquel Vicedo.
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