No leí su anterior libro. Capitalismo canalla, a pesar de que lo vi durante meses en los
estantes de las librerías; no sé por qué sentía cierto rechazo. Después de leer
este “panfleto” me arrepiento de ello. Estamos ante un ensayista que se atreve
con los temas complicados y que lo hace sin pelos en la lengua y, sobre todo,
sin refugiarse en la ideología, es decir, que si tiene que criticar posiciones
y visiones de los sectores a los que de alguna manera pertenece, lo hace. Por
ejemplo, critica el ecologismo extremo desde una posición ecologista.
En este libro, a través de los doce capítulos en los
que está dividido, va tratando los diferentes aspectos de la igualdad, y va
analizando también las desigualdades
existentes: económicas, educativas, políticas, por sexo, etc. En cada caso
examina las soluciones que se han ido aportando para que disminuyan al menos
las más flagrantes y después de criticarlas suele aportar alguna vía
alternativa. Como suele suceder en este tipo de libros, el apartado de las
soluciones resulta el más flojo aunque creo que es la primera vez que encuentro
salidas razonables y hasta factibles.
Es bastante habitual que desde la izquierda seamos
capaces de analizar muy bien los temas y hacer las mejores y mayores críticas,
pero que luego cueste mucho dar con soluciones realistas. Esto lo he comprobado
en varios de los libros que he leído en los dos o tres últimos años y he dejado
constancia de ello en este blog. Por eso este texto de Rendueles me parece especialmente
interesante.
Sobre la idea de igualdad del autor, reproduzco dos fragmentos que me parecen muy clarificadores:
“La igualdad es un efecto de una concepción sustantiva de los límites de la competencia, las recompensas, las desventajas y la diferencia de estatus aceptables en cada posición social. Tiene que ver con una manera de entender la naturaleza humana y social en la que decidimos que ciertas posiciones – como el esclavismo o la pobreza o la riqueza extremas- son incompatibles, por exceso o por defecto, con la vida buena compartida y que, por tanto, hay umbrales mínimos para la vida digna que vienen establecidos por un sistema de obligaciones colectivas antes que por derechos individuales”. (p. 93)
“La igualdad efectiva solo puede ser el fruto de la intromisión política, es un producto de la construcción de la ciudadanía y de la democracia cultivada sistemáticamente. El igualitarismo no es un hecho bruto sino una elaboración social sofisticada”. (p. 58-59)
A lo largo del libro hay una insistencia permanente
en el carácter colectivo del trabajo por la igualdad, pero, al mismo tiempo, en
la necesidad del compromiso individual para al menos intentar ser
“igualitaristas cotidianos”. Me parece apreciar detrás de esta idea la que fue
tradicional de cierta parte del anarquismo español del siglo pasado que planteaba
que para que hubiera un verdadero cambio social era necesario que se produjeran
cambios en las actitudes individuales.
Un ejemplo de cómo ha cambiado el carácter colectivo en algunos casos lo da en referencia al mundo del trabajo:
"(…) vivimos en un entorno social cuidadosamente diseñado para desalentar la movilización laboral. A través de un cóctel de flexibilización laboral, individualismo sociológico y consumismo hemos alcanzado niveles de desarticulación de los trabajadores que hace un siglo hubieran requerido de una represión feroz o de la ilegalización de las organizaciones de trabajadores”. (p. 125-126)
Como exprofesional de la enseñanza y como padre de un niño que está en primaria me ha gustado mucho el capítulo que dedica a la educación. Estoy muy de acuerdo con lo que plantea sobre el proceso de enseñanza, sobre la situación de los profesores, etc. con fragmentos como los siguientes:
“Los partidarios de la meritocracia educativa “insisten en que los exámenes son esenciales para fomentar la “cultura del esfuerzo”. Porque, claro, saca a la luz que lo que realmente les importa de los exámenes no es verificar que todo el mundo aprende –una información que se puede obtener por otros medios-, sino conseguir que en la educación pública haya ganadores y fracasados”. (p. 64-65)
“Lo característico de la docencia en la educación pública española no es tanto que los profesores lo hagamos mal como que da igual que lo hagamos bien o mal.”. (p. 290)
Por otro lado, me he
sentido muy interpelado y me ha hecho reflexionar, al verme bastante reflejado,
en lo que plantea sobre el uso de la concertada por parte de la clase media.
Hay algunas cosas
concretas que me han llamado la atención por lo significativas. Así: la idea de
que la desigualdad se ha ido incrementando
desde el neolítico salvo en los momentos de las grandes crisis como la
peste negra del siglo XV o las guerras del XX; el planteamiento de los dilemas
de la socialdemocracia; el estudio que demuestra que en Florencia son ricas o
pobres hoy las mismas familias que lo eran en el Renacimiento; la existencia de
una peculiar liga cooperativa de baloncesto; el posible uso de los sorteos en
los procesos de deliberación política o cómo podría ser la “economía
colaborativa” en un entorno institucionalizado.
En general, todo el
libro lleva a replantearse cosas, a repensar ideas preconcebidas, a volver a
analizar temas que ya se daban por resueltos, en definitiva, es un libro para
debatir con él porque, además, toca temas cruciales para el presente y el
futuro de nuestra sociedad.
Para terminar el comentario reproduzco un fragmento que me parece una magnífica síntesis del momento actual:
“La pandemia ha
funcionado como un espejo de aumento de nuestra realidad social que nos ha
forzado a observar concentrados procesos que normalmente podemos ignorar porque
se dan a cámara lenta. Nos obligó a ver minuto a minuto las consecuencias
mortales, normalmente dilatadas en el tiempo, de los recortes sanitarios; a
reconocer el horror cotidiano de las residencias de mayores, convertidas en una
película gore; a descubrir que llamábamos “hogar” a espacios inhóspitos donde
nos derrumbamos entre cada jornada de trabajo; a comprobar las brutales
carencias de la educación pública o los efectos de la desindustrialización ,
que nos ha convertido en un país incapaz de autoabastecerse de trozos de tela
con gomitas para protegernos del contagio”. (p. 350)
Hay una interesante
entrevista de Pablo Olorduy con el autor en elsaltodiario.com.
César Rendueles, Contra
la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista.
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