Lo primero que tengo que decir es que he leído este
libro porque es el inicio de un tríptico del que me interesa Boulder, la segunda entrega, un libro
del que he oído tantos elogios que me da miedo leerlo por si sufro una
decepción. De hecho lo he tenido en la mano varias veces en la librería y no ha
sido hasta hace unos días cuando me decidí y aproveché para comprar también el
que ahora comento. Así pues, puedo decir que en principio se trataría de una
lectura “instrumental”.
Me ha gustado y me ha interesado aunque no le haya
visto algunas de las virtudes que aparecen en los fragmentos que la editorial
reproduce en la solapa.
El libro recoge, en forma de monólogo interior o de
fragmentos de diario, las impresiones y reacciones de una mujer joven en
diferentes momentos de su vida, tanto de la actual como de su adolescencia e
incluso la pre-adolescencia. Unos momentos en los que aparece a menudo cierta
tendencia suicida (de hecho el libro comienza con uno de ellos) que no he
terminado de entender porque no me parece que responda a lo que nos va
contando. Tendencias que, por otra parte, cada vez va elucubrando con una forma
diferente de practicarlo: desde una azotea, con pastillas, ante un tren o con
una Gillette.
Es una novela corta, apenas 132 páginas, dividida en
38 capítulos también muy cortos lo que le da pie a hablar de muchas cosas: la
relación con la madre (¡cuántas novelas escritas por mujeres he leído en los
últimos tiempos en los que tratan esta relación y casi siempre con tintes
oscuros!), con la hermana o con su amante francesa (en este caso con escenas de
sexo muy bien tratadas). También, su trabajo de au pair en Escocia o de
profesora de español en Bruselas. Cierta hipocondría por la aparición de un
lunar en el abdomen o la confesión de que es una mentirosa.
En definitiva, momentos, retazos de una vida que no
siempre encuentro que estén bien articulados en la narración aunque, eso sí, me
han mantenido muy atento a todo lo que me contaba. Tiene también a veces sentido
del humor aunque este sea más bien negro.
Por otra parte, el libro está bien escrito aunque
seguramente hubiera sido mejor leerlo en catalán. En este sentido me ha sorprendido en la traducción ver un “recién” típicamente argentino en unas frases que dice la madre.
En todo caso es un libro que se lee con interés y
con gusto.
Para una información más completa recomiendo la
estupenda, y muy favorable, reseña de Marc Peig en unlibroaldia.blogspot.com.
Eva Baltasar, Permafrost.
Traducción Nicole d’Amonville Alegría.
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