El autor está entre mis escritores favoritos y como
tal hay una entrada en el blog sobre su obra que, por otra parte, he leído casi
en su totalidad. Sin embargo, desconocía la existencia de su enfermedad. Cuando
compré este libro ni siquiera leí la contraportada, no me hacía falta saber de
qué trataba. Por eso, cuando empecé su lectura, me llevé la desagradable
sorpresa del cáncer de pulmón con metástasis en las cervicales que padece
Mankell.
Si dijese que este libro trata de eso no mentiría,
pero solo reflejaría una parte del contenido de este extraño y magnífico texto.
La enfermedad como telón de fondo, como leit
motiv, le da pie al autor para hablar de muchas cosas y para remitirse a
algunos recuerdos de la infancia y de sus estancias en Mozambique.
La preocupación por el enterramiento de los residuos
nucleares, dada su gran duración, está
detrás de todo lo que cuenta en la primera parte de las tres en que se divide
el libro; su original visión de los aspectos positivos del gas mostaza para el
tratamiento del cáncer; la necesidad de la esperanza y la inevitabilidad del
olvido; el papel de la mujer; los celos; la técnica empleada en las pinturas
rupestres; los estudios sobre las glaciaciones; la historia real que está detrás
del cuadro La balsa de la Medusa de Gericault; su preocupación por la
extinción de especies animales; etc. Como se ve, hay un poco de todo mezclando,
además, reflexiones con historias reales o investigaciones científicas con
historias personales.
Decía más arriba que se trata de un libro magnífico
y lo es aunque Mankell no habla de su
obra escrita en ningún momento (de hecho solo aparece dos veces el nombre de
Kurt Wallander y es porque buscaba localizaciones en Dinamarca para una novela
de la serie), lo que como seguidor echo un poco en falta, solo habla y bastante
de su obra como director, y en algún caso autor teatral, pero es que no es un
libro de memorias y, mucho menos, una autobiografía. El texto está lleno de
reflexiones interesantes, de algunas informaciones muy curiosas, pero por
encima de todo se trata de un texto entrañable, de una especie de testamento
vital que tiene momentos, como el de los niños de la calle en Maputo, que
provocan que se forme un nudo en la garganta y que haya que contenerse para no llorar.
Escrito con la conocida facilidad de Mankell no
exenta de calidad, es un libro que he leído con el corazón en un puño en
algunos instantes, prácticamente de un tirón y que, a pesar del drama de fondo,
me ha dejado un buen sabor de boca final. Por supuesto creo que es un libro muy
recomendable aunque no se conozca al autor y, lógicamente, ineludible para un
seguidor de su obra.
Henning Mankell, Arenas
movedizas
Me ha gustado la crçítica/comentario que has llevado a cabo y me ha dejado impactado lo de la enfermedad que no tenía conocimiento.
ResponderEliminarUn saludo.
Sí, realmente como digo en el comentario a mí me dejó de piedra porque como no leí la contraportada no sabía nada. Empezó en enero del año pasado y sigue en pie, ya veremos. Por cierto, el libro es francamente recomendable.
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