Vaya por delante mi
agradecimiento a esas editoriales “pequeñas” que, como es el caso de Eutelequia, se atreven a publicar libros
no habituales en nuestras librerías y que además, como en este caso en su
colección Círculo d’Escritores, lo
hacen en ediciones prologadas y muy bien anotadas por el traductor. Este pasado
verano he leído la Trilogía siberiana
de V.Zazubrin de la misma colección y ya
me pareció una buena aportación.
En este caso, al autor es un
judío polaco que vivió un tiempo en la soviética Provincia Judía Autónoma de Birobidzhán creada en 1934 que, aunque fue objeto de las
purgas de 1936, siguió funcionando unos años más. En 1944 Emiot es enviado a la
provincia por el Comité Antifascista Judío. En 1948 será condenado por nacionalismo
a diez años en un campo de trabajo correccional del que será liberado en 1955.
De ahí pasados dos años se irá a Polonia y, finalmente, emigrará a Estados
Unidos.
El libro recoge
fundamentalmente la estancia previa en la cárcel y los años en el campo de
trabajo. El interés principal radica en que muestra y retrata muy bien la
situación de los judíos en esas circunstancias, de hecho la inmensa mayoría de
los personajes que salen en el texto lo son. El problema que tiene el libro es
que, para quien haya leído ya algunos textos sobre el gulag, no ofrece apenas novedades y, además, está relatado todo de
una forma un tanto fría o al menos a mí me lo ha parecido quizá porque he leído
testimonios muy perturbadores.
No obstante, muestra la
deshumanización que se producía y así pone en boca de Broderson, escritor y
poeta como el autor lo siguiente:
“-Dime, Emiot, amigo, ¿qué
escribiremos cuando salgamos de aquí? Todos los cánones de literatura humanista
resultaron ser falsos. ¿Cómo podremos presentar el amor al prójimo en nuestros
poemas? Todo sonará excesivamente dulce, artificial, mentirosos. Mira, a mí me
gusta Tchaikovski, pero cuando, estando ya en libertad, oiga su Danza de los pequeños cisnes,
recordaré esta melodía ejecutada por
nuestra orquesta del campo, de los cansados presos, el muchacho judío que
tocaba el violín y dos virtuosos del acordeón…” (p. 192)
El libro se completa, como
decía antes, con un Prólogo interesante aunque demasiado extenso y prolijo en
algunos aspectos y con un útil Epílogo, ambos escritos por el traductor. A
pesar de las muchas páginas que contienen he echado en falta un par de cosas:
por un lado, la fecha y el lugar de la publicación del libro algo interesante
pues en varias ocasiones el autor cambia los nombres de protagonistas para
evitarles problemas, y, por otro lado, el original del libro parece estar escrito en alemán algo un
tanto raro por el origen y trayectoria
de Emiot.
En definitiva, un texto que
puede resultar interesante sobre todo a quien se enfrente por primera vez a
este tema.
Israel Emiot, Un escritor judío en Siberia
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