lunes, 10 de octubre de 2016

Algo más que unas memorias




Hace unos días charlando con un amigo me recomendó el libro porque los lugares y el tiempo en los que transcurría me resultarían familiares y, también ,claro, porque se trataba de un buen libro. No sabía hasta qué punto me iba a gustar.
Dice el autor:

“Esto no es un texto periodístico sobre mi historia familiar. Hay hechos probados, fechas contrastadas, documentos consultados, testimonios de primos, tías y hermanas, lecturas varias, y seguramente errores, omisiones y erratas, pero lo que sostiene la trama, por decirlo de alguna manera, lo que bulle entre líneas, es mi percepción de esos hechos, cómo me afectaron y me sigue afectando.” (p. 238)

Aquí está una de las claves de este libro, en su carácter personal, en que todo lo que se narra, y son muchos acontecimientos tanto históricos como familiares, parten y terminan en Ramón Lobo y en su vivencia. De hecho parece una continuación de alguna de las terapias psicoanalíticas que se mencionan en el texto.
Libro tremendamente personal, pero en el que hay muchísimas páginas dedicadas a la guerra civil ya que afectó de diferentes formas a la parte española de su familia y particularmente a su padre y a su abuelo. Un brazo de su familia con el que es especialmente duro; primero y principalmente con su padre, pero también con su abuela Pilar o su tía Josefina. Así, dice:

¿Qué sucedió en mi familia para que tras dos o más generaciones de profesionales brillantes, socialmente comprometidos, y republicanos, surgiera una recua de falangistas intransigentes y católicos radicales más o menos fracasados? ¿Cómo es posible que de personas tan ilustradas surgiera tanto botarate? (p. 53)

O también esta tremenda comparación para referirse a su padre:

“Logré distinguir detrás del cristal un brazo que se movía mecánicamente, como si fuera el de un autómata. Aún no sabía nada sobre su dueño, el represor en jefe que tenía a uno de sus representantes delegados en mi casa disfrazado de padre.” (p. 101) (Se refiere a Franco en el coche)

También hay en el libro interesantes reflexiones sobre la labor del periodista y en varios momentos establece Lobo paralelismos entre esa guerra civil y la que se produjo en Bosnia donde estuvo como corresponsal.

Dentro de la seriedad propia de un texto de estas características, no le faltan al autor sentido del humor y de la ironía. Algunos ejemplos:

“Me siento bien al reconocer espacios de tolerancia más allá de mis ideas, saber ver más allá de los clichés, las religiones y las razas. Es una actitud en la que trabajo con ahínco, en la que me esfuerzo, no siempre con buenos resultados: es oír hablar a Esperanza Aguirre y se me desmorona la flema.” (p. 224)

“Tuve mala suerte: me eduqué al sur de la inteligencia.” (p. 29)

Hay otras afirmaciones en las que me encuentro perfectamente retratado y que comparto en su totalidad:

 “Incluso hoy me cuesta escribir con naturalidad la palabra “España”; es como si no me perteneciera.” (p. 54)
 “Me gustan los escritores judíos europeo, y aún más si son laicos; sigo impactado por el Holocausto…” (p. 96)
“Me gustan las películas de guerra aunque deteste la guerra.” (p. 147)

Historia familiar, historia de España, memorias, reflexiones, tomas de posición, confesiones de temas casi inconfesables, recuerdos de la educación en colegios católicos,… Todo eso es este libro y mucho más, porque hay emoción (aunque Lobo pretenda contar las cosas con cierta frialdad), ironía, gracia: “Fuimos los primeros en darnos cuenta de que Bono no era de izquierdas.” p.290 (en referencia a cuando intentaron expulsarlo del PSP por el secretismo de las negociaciones con el PSOE) y siempre poniendo el alma en lo que cuenta.
A mí personalmente me ha impresionado la coincidencia en algunas cosas que cuenta de su estancia en el colegio Chamberí  de los hermanos maristas, porque yo estaba en ese centro en los mismos años y, sobre todo, porque tuve problemas parecidos con el mismo profesor. Obviamente es una anécdota personal, pero reconozco que nunca había visto aspectos de mi vida reflejados en un libro como en esas páginas de este.
Finalmente, Lobo demuestra su condición de gran periodista y cuenta todo con una enorme claridad y agilidad. Incluso yo, con las dificultades que tengo a veces para recordar los nombres, he sido capaz de no perderme demasiado en la multitud de parientes que aparecen sobre todo al principio del libro.
Para terminar quisiera dejar constancia de algunas frases que me han gustado y que retratan muy bien a Ramón Lobo:


“De los Balcanes me queda la alergia a cualquier nacionalismo.” (p. 306)

“Soy un turista de la desgracia ajena con derecho de retorno a la civilización.” (p. 313)

“Vamos a las guerras (…) para obtener el reconocimiento que nos negaron de niños.” (p. 19)

“Vivimos en un mudo indecente liderado por indecentes.” (p. 216)

Absolutamente recomendable aunque creo que es un libro muy generacional. Por cierto, de Lobo he leído este año su Conversación con Juan Carlos Monedero y hace años, El héroe inexistente.
Hay una buena entrevista de Alberto Ojeda en elcultural.com y una útil reseña en europapress.es.



Ramón Lobo, Todos náufragos

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