Tras este nombre de resonancias orientales se
encuentra el escritor y periodista nacido en Kiev Lev Nussimbaum, judío como
indica su nombre, del que ya he comentado en el blog los dos libros que se han
publicado hasta ahora en castellano: Alí y Nino, en este caso con el nombre
de Kurban Said, y Petróleo y sangre en
oriente, publicado por la misma editorial que este que comento aunque
anteponiendo una M. al nombre. Todo esto resulta un tanto chocante, tanto que incluso
hay un extenso libro de Tom Reiis, El
orientalista, que también he leído aunque antes de crear el blog, dedicado
a investigar la historia de este peculiar personaje.
Si los dos citados tenían la forma de una obra
narrativa, en este caso parece que se trata, aunque en la edición no se comente
nada al respecto, de una serie de reportajes, treinta en concreto, sobre el
exilio de los rusos tras el triunfo de la revolución bolchevique,
acontecimiento del que Bey no era demasiado partidario no sé si influido por la
buena posición económica de su familia en Bakú.
Los reportajes abarcan multitud de temas y visiones
de ese exilio desde sus orígenes, relatando
episodios de la guerra civil que se produjo después de octubre del 17,
hasta lo que sucedía el año 1932 en que se publicó en forma de libro. Hay
capítulos más informativos dedicados a temas como: los trabajos que hacían los
exiliados, los diferentes grupos políticos que fueron constituyéndose o el
papel que jugaron las mujeres. Otros, sin embargo, se dedican a contar algunas
historias personales como la de un barón que quiere ser emperador de Crimea o
un príncipe que pretende el trono de Croacia o la aventura de un espía
soviético que termina perseguido por la GPU.
En esta editorial se publicó también un libro de
Chaves Nogales de 1931, Lo que ha quedado
del imperio de los zares, que toca alguno de estos temas pero lo hace de
forma más sistemática. Bey, por el contrario, huye de cualquier sistematización
y va picoteando y alternando sus historias con una gran agilidad y buscando no
solo informar sino también entretener al posible lector. Y desde luego lo
consigue.
Sobre este tema del exilio ruso se debió de publicar
bastante hace muchos años, pero lo cierto es que no sucede así ahora por lo que
textos como el de Bey resultan especialmente interesantes y atractivos.
A pesar de que murió relativamente joven, a los 38
años, dejó una obra muy extensa por lo que no sería de extrañar que se publicase
alguna cosa más en castellano. Si es así, habrá que leerla.
En esta edición falta algo que siempre es interesante
conocer: el idioma desde el que se ha hecho la traducción.
Essad Bey, La
Rusia blanca. Traducción Javier Bueno.
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