Una
consideración previa. Este es uno de esos libros que nunca se me hubiera
ocurrido leer; además, es un libro en el que jamás me he fijado en mis visitas
a las librerías y eso que ya lleva dos años publicado. Por un lado, apenas leo
autores españoles, ni siquiera las últimas publicaciones de quienes como Cercas
o Muñoz Molina he seguido hasta hace poco. Sin embargo, cuando hago alguna
excepción a esta regla, que también podría definirse ya como manía, no me suelo
arrepentir y así he conocido a una autora muy interesante, Clara Usón y, más
recientemente, a otra tremendamente rompedora como Cristina Morales. Por otro
lado, de haberlo visto no creo que me hubiera interesado demasiado leyendo la
contraportada.
Sin
embargo, de nuevo esta expresión, aquí estoy comentándolo después de haberlo
leído. Una amiga, en cuyo gusto confío bastante, de prácticamente la misma edad
que la autora y protagonista del libro me lo recomendó hace poco y decidí
seguir su consejo a pesar de lo comentado antes sobre mi cierto rechazo por la
literatura que se hace por aquí.
Tengo
que decir que el libro no me ha defraudado, pero tampoco me ha entusiasmado. Es
un texto bastante irregular en lo que cuenta y en cómo lo cuenta. Seguramente
esto tiene que ver con lo que dice Montuenga en su magnífica reseña en
unlibroaldia. Blogspot.com:
“Quien quiere ser madre parece (y es) un libro escrito con urgencia. Con
la urgencia del desahogo emocional, pero también de aportar un testimonio antes
de que los sentimientos se diluyan y, probablemente también, de aprovechar toda
esa visceralidad, ese torbellino de sentimientos para construir algo que ya
estaba latente de una pieza. Puede que Nanclares tenga razón y ese fuera el
momento idóneo para narrar su experiencia, pero esta debería haberse cocido a
fuego lento en lugar de utilizar la olla a presión.”
Hay mucha precipitación en varios capítulos y demasiadas ganas de
contarlo todo que llevan a un cierto embarullamiento.
El libro es un texto de lo que se suele llamar ahora autoficción.
La protagonista es Silvia Nanclares y el tema principal, aunque no único, es la
búsqueda de la maternidad que al hacerse en una edad un tanto tardía, 41 años,
la lleva a necesitar métodos “artificiales” como la FIV (fertilización in
vitro). En este proceso se topa con los abusos económicos de determinadas
ginecólogas y clínicas dedicadas al tratamiento de la infertilidad. Abusos que
critica en varios momentos del libro. Como decía, no es el único tema del libro
ya que en medio de todo su proceso se produce la muerte del padre, lo que la
lleva a tratar varias veces el tema que se convierte en parte en un homenaje y
en parte, creo, en una forma de hacer el duelo.
También tiene mucho el libro de retrato generacional -muy
explícito sobre todo en el capítulo titulado Hijas de la Transición. De un momento en el que por diversas
circunstancias muchas mujeres esperaron para tener hijos y se pusieron a ello
antes de que “se les pasara el arroz”.
En el libro hay ficción, obviamente, pero también hay una
explicación muy detallada de los métodos y técnicas que se emplean para
aumentar la fertilidad. De hecho el capítulo Comecocos lo dedica específicamente a este tema utilizando el
recurso narrativo de un blog que escribe Silvia.
Por todo ello estamos ante “un testimonio muy pegado a la realidad, lo cual es, en mi
opinión, uno de los grandes méritos de este libro.” tal y como se dice en la reseña
hecha en elmomentoderaquel.blogspot.com, una reseña muy completa y favorable al
libro.
Es un
libro que se lee con interés y en un par de tirones (tiene poco más de 200
páginas), aunque creo que lo disfrutarán sobre todo las mujeres de esa generación
por lo que puedan identificarse con muchos de los problemas y algunas de las
reflexiones de la protagonista.
Curiosamente,
en mi caso, aunque estoy muy lejos en edad y situación personal, profesional y
vital, hay algo en lo que sí coincido con Silvia. Hace diez años mi mujer y yo
pasamos por el mismo calvario hasta en cuatro ocasiones. Cuando estábamos
pensando en intentarlo por una quinta y definitiva vez, resultó que lo habíamos
conseguido de forma natural (y sin que apareciese el Espíritu Santo). Parece
ser que es algo que puede suceder después de someterse a tratamientos tan
duros.
Silvia
Nanclares, Quién quiere ser madre.
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