A pesar de
mi dedicación en los últimos tiempos a los autores franceses y a la repercusión
que tuvo en su día este libro, no me interesó en su momento y si lo hace ahora
es por haber leído muy recientemente Serotonina,
su última publicación. A propósito de esta comentaba en este blog: “(…) a
ratos me ha parecido espléndida, en otros casi insoportable y a partir de un
determinado momento, sobre todo en el tramo final, tenía ganas de que acabase.”
Quizá por lo que encontré de espléndido en esa
novela es por lo que me animé con esta. Y, efectivamente, tiene sus partes
interesantes como la acertada crítica al sistema de alternancia política en
Francia entre el centro izquierda y el centro derecha, o el análisis del
tratamiento que hace de la mujer el islam. También destacaría la ironía, el
sentido del humor y un cierto cinismo en algunos momentos.
Sin embargo, creo que como novela es algo fallido.
Sus cinco capítulos están bastante poco articulados, su protagonista poco claro
en sus dudas, y sus divagaciones filosóficas bastante pesadas y no siempre
comprensibles si no se conoce la obra de Huysmans, objeto de la tesis del
protagonista y sobre la que vuelve en diferentes momentos de la novela.
Quizá ha pretendido Houellebecq salvar su posición
de intelectual para que no le pase como a otros que denuncia en este fragmento:
“(…) a lo largo del siglo XX muchos intelectuales
habían apoyado a Stalin, Mao o Pol Pot sin que ello se les hubiera reprochado
nunca verdaderamente; el intelectual en Francia no tenía que ser responsable, eso no estaba en su naturaleza.”
(p. 254)
Seguramente por eso ha escrito esta especie de
denuncia de lo que podría pasar si llegase un musulmán a regir la política
francesa. A mí todo lo que sea la crítica de una idea religiosa, como ateo
convencido a pesar de lo que se dice de los ateos en el libro, me parece bien,
pero la forma de hacerlo del autor me parece superficial y buena para epatar y vender
libros, pero poco más.
He buscado alguna reseña para completar el
comentario y he encontrado una entrevista de Gonzalo Garcés en elpais.com con
este diálogo:
“P. ¿Sus novelas
serían las últimas noticias de esa vida mental masculina?
R. Pues sí, las mujeres pueden leerlas para enterarse de lo que realmente
piensan los hombres.”
Hay que ser muy osado para pensar que todos los hombres pensamos igual y
más aún para creer que él es capaz de explicarlo o expresarlo.
Lo mismo me pasa con la frase que cierra su reseña en
elcultural.com Laura Fernández : “Lo único que quería era
crear una especie de pesadilla. Y está bastante convencido de haberlo
conseguido.”
Desde luego el libro tiene elementos para causar el revuelo que
causó en su momento y que debió de ser el objetivo de Houellebecq, pero en mi
opinión no tiene entidad para ser considerada una buena novela.
Michel
Houellebecq, Sumisión. Traducción
Joan Riambau.
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