Como ya he comentado muchas veces en
este blog, quizá demasiadas, hace tiempo que dejé de interesarme por la
literatura anglosajona en general y norteamericana en particular.
Evidentemente, no he dejado de leer completamente a escritores de esa
procedencia como Steinbeck, Baldwin, Fante, entre otros, y tampoco me he negado
a descubrir a gente como Lucia Berlin o Edwad Bunker. De Moore desconocía que ya
había un par de libros en mi casa -mi mujer sí la ha leído-, y si me animé a
comprar este libro de relatos fue por una referencia muy positiva que hace de
la autora alguien a quien admiro como es Leila Guerriero.
En este caso siento no poder
coincidir con ella pues de los ocho
relatos que componen el libro solo me han gustado de verdad dos y en el
último abandoné su lectura al poco de comenzarlo. En general no me han
interesado y en alguno no he llegado a entender el sentido de lo que me
contaba. Tengo también la impresión de que más de uno están dirigidos a un
público determinado de su país por el tipo de referencias que hace la autora.
No obstante, reconozco la gran facilidad que tiene para construir diálogos y frases tan ingeniosas como, por ejemplo, las dos siguientes:
“Una mujer tiene que elegir su infelicidad particular con cuidado. Es la única felicidad de la vida: elegir la mejor infelicidad”. (p. 75)
“En una época su hijo sólo quería
un dolor que lo distrajera, pero pronto quiso hacer un agujero en sí mismo y
huir a través de él”. (p. 162)
(Se está refiriendo al intento de suicidio de un joven.)
Pero, al menos para mi gusto, con esto no basta aunque, por los fragmentos que reproduce la editorial en la solapa de algunas críticas que tuvo en Estados Unidos, parece que el equivocado soy yo. Así: “Maravillosa. Magistral. Profunda. Conmovedora. Virtuosismo semántico. Extraordinaria,…” Yo me adhiero al comentario de Juan G.B. en unlibroaldia.blogspot.com porque es capaz de sintetizar perfectamente lo que pienso sobre este libro:
“(…) me ocurre con estos relatos de Moore lo mismo que con los escritos por otros autores norteamericanos, al menos los contemporáneos: que me despistan. Me despista la combinación de pretendida profundidad existencial y banalidad doméstica; me despistan las referencias a una cotidianeidad que no conozco bien del todo (pese a todas las películas y novelas made in USA que me he tragado); me despista el énfasis -guiño, guiño- que se hace en detalles que a mí me resultan absolutamente indiferentes y, en este caso, al menos, me despista la voluntad de la autora de darle un doble sentido a cada frase, de que haya una intención -pretendidamente- humorística en cada párrafo, de dotarle de una profundidad irónicamente lúcida etc, etc... “
Y termina su reseña con algo que también comparto plenamente:
“En fin, doña Lorrie tampoco
escribe tan mal, en realidad, así que el problema será mío como lector. Pero no
creo que vaya a repetir, para comprobarlo”.
Esa idea de que el problema pueda ser mío como lector es algo recurrente cuando un libro que viene avalado con críticas muy favorables no me gusta, pero es que como se suele decir: “Para gustos los colores”. Además, tengo la sensación de que un libro tiene que ser realmente horrible para que no haya críticos que encuentren algo por lo que alabarlo.
Para un comentario favorable al
libro se puede acudir al de Carlos Pardo en elpais.es.
Lorrie Moore, Gracias por la compañía. Traducción Daniel Gascón.
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