martes, 2 de marzo de 2021

Interesante escritora argelina



Mi conocimiento de la literatura argelina es bastante limitado pues se limita a Yasmina Khadra quien, eso sí, ha aparecido en múltiples entradas de este blog, y a  Boualem Sansal del que he leído varios libros. Ambos tienen en común que escriben en francés, idioma en el que también lo hace Kaouther Adimi. Me imagino que esto se debe fundamentalmente a la presencia francesa y a la potencia de esa lengua. De todas formas, es curioso que de lo que he leído de las literaturas de países cercanos a Argelia como Marruecos o Egipto, sí hay bastantes escritos en árabe.

Adimi es una escritora muy joven, nació en 1986, que ha publicado ya varios libros, dos de ellos traducidos ya al castellano. Por lo tanto, hay que pensar de entrada que tiene cosas que decir. Efectivamente, así es.

En esta breve novela, apenas 174 páginas de las que en algunas hay solo una frase, es capaz de trasmitir muy bien las sensaciones de la protagonista, una argelina que se traslada a París a los veinticinco años, tanto en su estancia en esa gran ciudad como en lo que deja atrás en su Argelia natal. Para ello relata en primera persona muchos aspectos de su vida cotidiana y también muchos recuerdos de su vida anterior. En ambos casos, resalta sobre todo los aspectos más negativos: Creo que los dos fragmentos siguientes son una buena muestra de ello:

“(…) en Francia hay que dar la impresión de que se trabaja mucho y de que constantemente llegas tarde a todo. Dedico unas dos horas al día a leer novelas de amor. Mi bonito despacho acristalado no debe quedarse vacío más que el rato que me lleva ducharme y dormir. Por la crisis, la competitividad sana, los extranjeros que quieren quedarse con el trabajo de los demás, en fin, todo eso”. (p. 45)

“Nuestro programa educativo era el mismo desde hacía treinta años. La URSS ya no existía pero los libros de historia no hablaban de la caída del Muro de Berlín. Se nos pedía arreglárnoslas con eso. Había cosas peores: los cristales estaban rotos, las tuberías cedían y el agua sucia inundaba las clases, los profesores tenían las manos blancas por la tiza, los manuales escolares eran fotocopias de fotocopias. Algunos alumnos protestaban. Les respondían que no servía para nada, ¡no estábamos en París! Eran los mismos que desfilaban delante de la pizarra verde para tratar de ser elegidos delegados de clase. Seguramente, nuestros profesores mandaban la lista a la comisaría. Una elección de delegados era mucho más comprometida que cualquier investigación en el vecindario” (p. 69-70)

En París apenas ha conectado con gente. Su única amiga es Clothilde, una vagabunda que ofrece interesantes reflexiones. Tan sola se encuentra que llega a comprarse un olivo para que le haga compañía. Por otro lado, su conexión con Argel se limita prácticamente a su madre que la llama para saber si ya ha preparado el viaje para asistir a la boda de su hermana pequeña. Tema este, el del matrimonio, que está presente en forma recurrente a lo largo de todo el libro, pues es casi lo único que parece que importa de lo que puede hacer una mujer en la vida. En un momento determinado, la protagonista cuenta cómo su hermana ya a los ¡seis años! se dedicaba a organizar su boda.

Un pasado no muy feliz que la lleva a abandonar su país, y un presente que tampoco parece que sea precisamente la realización de sus sueños, en el que además tiene que vivir como emigrante con todo lo que eso supone y que la misma Adimi pone de manifiesto en una entrevista con NúriaEscur en lavanguardia.com.

Un libro aparentemente sencillo pero lleno de matices y de momentos interesantes además de muy bien escrito.

En palabras de José L. Solé en su reseña ennegraymortal.com:

“Con una estructura mínima de ágil narración distribuida en capítulos cortos, además de una prosa tan sencilla como contundente y rica en matices, Kaouther Adimi consigue levantar todo un castillo de reflexiones interiores, encerrarse en él a la defensiva… y arrojar la llave por la almena de sus sueños. Para ello se vale de toda una serie de experiencias que acarrea su paso por la vida, reflejadas en esas piedras que va recogiendo aquí y allá y conserva con mimo en los bolsillos”.

Habrá que leer el otro libro de la autora publicado también por la misma editorial ya que tiene varios premios y fue finalista en el Goncourt. 

Kaouther Admi, Piedras en el bolsillo. Traducción Aloma Rodríguez.

 

 

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