Mi caso con Black es cuanto menos
original. He leído creo que todas sus novelas y, sin embargo, apenas alguna de
John Banville, a pesar de que la mayoría están en mi casa. Es algo que tendré
que subsanar en algún momento porque lo que más me atrae de Black es su estilo.
De vez en cuando me gusta
intercalar entre mis lecturas alguna novela negra o novela policíaca, siempre
son entretenidas y tienen otra forma de ver las cosas. En los últimos tiempos
han sido el recientemente desaparecido Philip Kerr y Benjamin Black los
encargados de cubrir esa faceta. Es curioso: un escocés y un irlandés aunque
con novelas radicalmente diferentes en sus temas, no tanto en su estilo muy
cuidado en ambos.
Esta vez Black desarrolla una parte
de su historia en la ciudad de San Sebastián a la que ha acudido Quirke, el
patólogo forense protagonista de toda la serie, para pasar unos días de
vacaciones en compañía de su mujer. Un día, al acudir a un hospital para
curarse una herida, cree ver a una amiga de su hija a la que daban por muerta.
Este será el origen de una trama que nos llevará a Dublín, con la presencia y
el protagonismo de esa hija, y a Londres donde veremos moverse a un asesino
peculiar.
Como siempre sucede con las novelas
de este autor, la trama no es lo más importante. Suele estar bien construida y
no ser demasiado compleja, pero lo que interesa verdaderamente es la actuaciónde
los personajes y, sobre todo, la atmósfera que consigue gracias a un gran
estilo narrativo.
Evidentemente, en una novela de Quirke no podían faltar las alusiones a la religión practicada en Irlanda. Aquí vuelven a aparecer los abusos sexuales pero de una forma muy anecdótica en comparación con el casi protagonismo que tiene en otras novelas de la serie. También hay alguna referencia más concreta como puede ser la siguiente:
“Había dos curas al fondo del bar, cada uno con un vaso de whisky en la mano. O sea que eso no había cambiado. Rubicundos, bien alimentados y medio borrachos”. (p. 161)
Al desarrollarse una parte
sustancial en San Sebastián no podían faltar tampoco algunas referencias a
cosas del país. Así, los toros, el flamenco o los ajos, y también una visión de
los españoles como bajitos y casi siempre enfadados. La novela, aunque no me
suena que en algún momento se diga la época, por las otras supongo que se
desarrolla en los años cincuenta del siglo pasado.
Una novela que es recomendable
porque se trata de un entretenimiento escrito con una buena calidad literaria.
Benjamin Black, Quirke en San Sebastián. Traducción
Miguel Temprano García.
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