miércoles, 28 de abril de 2021

Otro ejemplo del auge de la literatura colombiana


La autora es la última ganadora del Premio Alfaguara de Novela, un premio que cuenta entre sus ganadores con escritores como: Andrés Neuman, Juan Gabriel Vásquez o Patricio Pron, por poner solo algunos ejemplos de gente ya consagrada y que está entre la que hace la mejor literatura en castellano. Desde luego todos los libros que he leído que han obtenido este galardón me han parecido muy buenos.

Obviamente por lo dicho tengo ya el de Quintana, sin embargo he preferido empezar a conocer a esta escritora colombiana por un libro anterior como es este publicado en 2017.

Se trata de una novela corta, apenas 108 páginas, pero en la que se alcanza una gran intensidad gracias a su protagonista, Damaris, una negra de cuarenta años que no ha podido llegar a ser madre, y a la presencia constante de una naturaleza siempre complicada y peligrosa.

Damaris se pasa el día trabajando como limpiadora con un escaso rendimiento económico (tiene que comprar a crédito en la tienda del pueblo) y solo tiene a la perra como consuelo pues con su marido, Rogelio, dedicado a la pesca de la que tampoco obtiene gran cosa, no tiene demasiada relación ni siquiera física. Viven en un pueblo pequeño de la costa del Pacífico en un ambiente de pobreza general tanto individual como colectiva. Los únicos ricos no viven allí desde la muerte de su hijo en un accidente en el mar.

Dice Liz Moreno Chuquen en su reseña en latinamericanliteraturetoday.org: 

“Quintana recrea un universo narrativo agreste en el cual la fuerza y el ímpetu de la selva, la lluvia, el mar y la humedad enmarcan la cotidianidad de los personajes de esta novela corta”.

Esto es lo que yo quería resaltar antes al hablar de la naturaleza como otro protagonista tal y como se puede comprobar en el siguiente fragmento:

"Había demasiados acantilados como ese, con peñas cubiertas de lama y olas como la que se había llevado a Nicolasito, árboles inmensos que las tormentas tumbaban de raíz y los rayos partían por la mitad, derrumbes de tierra, culebras venenosas y culebras que se tragaban venados, chimbilacos que desangraban a los animales, plantas con espinas que podían atravesar un pie y quebradas que crecían durante los aguaceros y arrasaban con todo lo que encontraban a su paso…”. (p.57)

Si llueve, se inunda todo y el agua penetra en las precarias construcciones en las que viven; si hace calor aparece una gran variedad de insectos para hacer la vida imposible. Si se penetra en la selva los peligros acechan por todas partes ya sea por plantas o animales, y si es en el mar, los temporales por un lado y la escasez de peces por otro, tampoco resulta mucho mejor.

Todo esto está muy bien reflejado en la novela con un lenguaje preciso y una narración muy centrada en lo que se quiere contar sin separarse de ello en ningún momento.

Una buena lectura que, eso sí, deja un cierto regusto amargo.

 

Pilar Quintana, La perra.

 

 

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