miércoles, 14 de agosto de 2019

Fue un escándalo en su día, pero...


 
A pesar de mi dedicación en los últimos tiempos a los autores franceses y a la repercusión que tuvo en su día este libro, no me interesó en su momento y si lo hace ahora es por haber leído muy recientemente Serotonina, su última publicación. A propósito de esta comentaba en este blog: “(…) a ratos me ha parecido espléndida, en otros casi insoportable y a partir de un determinado momento, sobre todo en el tramo final, tenía ganas de que acabase.”
Quizá por lo que encontré de espléndido en esa novela es por lo que me animé con esta. Y, efectivamente, tiene sus partes interesantes como la acertada crítica al sistema de alternancia política en Francia entre el centro izquierda y el centro derecha, o el análisis del tratamiento que hace de la mujer el islam. También destacaría la ironía, el sentido del humor y un cierto cinismo en algunos momentos.
Sin embargo, creo que como novela es algo fallido. Sus cinco capítulos están bastante poco articulados, su protagonista poco claro en sus dudas, y sus divagaciones filosóficas bastante pesadas y no siempre comprensibles si no se conoce la obra de Huysmans, objeto de la tesis del protagonista y sobre la que vuelve en diferentes momentos de la novela.
Quizá ha pretendido Houellebecq salvar su posición de intelectual para que no le pase como a otros que denuncia en este fragmento:

“(…) a lo largo del siglo XX muchos intelectuales habían apoyado a Stalin, Mao o Pol Pot sin que ello se les hubiera reprochado nunca verdaderamente; el intelectual en Francia no tenía que ser responsable, eso no estaba en su naturaleza.” (p. 254)

Seguramente por eso ha escrito esta especie de denuncia de lo que podría pasar si llegase un musulmán a regir la política francesa. A mí todo lo que sea la crítica de una idea religiosa, como ateo convencido a pesar de lo que se dice de los ateos en el libro, me parece bien, pero la forma de hacerlo del autor me parece superficial y buena para epatar y vender libros, pero poco más.
He buscado alguna reseña para completar el comentario y he encontrado una entrevista de Gonzalo Garcés en elpais.com con este diálogo:

“P. ¿Sus novelas serían las últimas noticias de esa vida mental masculina?
R. Pues sí, las mujeres pueden leerlas para enterarse de lo que realmente piensan los hombres.”
Hay que ser muy osado para pensar que todos los hombres pensamos igual y más aún para creer que él es capaz de explicarlo o expresarlo.
Lo mismo me pasa con la frase que cierra su reseña en elcultural.com Laura Fernández  : “Lo único que quería era crear una especie de pesadilla. Y está bastante convencido de haberlo conseguido.”
Desde luego el libro tiene elementos para causar el revuelo que causó en su momento y que debió de ser el objetivo de Houellebecq, pero en mi opinión no tiene entidad para ser considerada una buena novela.


Michel Houellebecq, Sumisión. Traducción Joan Riambau.

martes, 13 de agosto de 2019

Buscando a la madre



Apenas hace una semana que terminé el libro Mamá de Jorge Fernández Díaz, y me enfrentó a otro con el mismo tipo de personaje protagonista: la madre, en este caso de la escritora. Este tipo de protagonista, además de la coincidencia en algunas épocas de lo narrado, es lo único que tienen en común ambos textos por lo que a la historia se refiere. Otra cosa es que en ambos hay momentos de gran emotividad.
La madre de Wodin se suicidó cuando la autora tenía nueve años, a partir de ahí se educó y vivió en una residencia católica para chicas.
El libro se divide en cuatro partes bien diferenciadas. En la primera, vemos cómo Wodin hace pocos años se plantea saber más sobre su madre y para ello emprende investigaciones a través de internet. Aquí coincidirá con un curioso personaje, Konstantin, estudioso de la genealogía, que la ayudará desde los inicios. Así va descubriendo a distintos miembros de su familia, tanto materna como paterna, pero prácticamente nada de la madre.
En la segunda, a partir del descubrimiento de unos escritos en los que su tía Lidia, una hermana de su madre, rememora hechos de su vida, nos relata parte de esa vida, realmente interesante, porque incluye: la Revolución Rusa, la posterior guerra civil, su estancia en la universidad en el año 1932, la hambruna en Ucrania, su detención y violación, y finalmente su trabajo como profesora de jóvenes delincuentes hasta 1941. Es decir, es un buen repaso de la historia de ese periodo, muy bien contado y sin ahorrar los momentos más duros.
En la tercera, se centra en la figura de su madre (y algo también en la de su padre). Para ello, a falta de información concreta, la autora hace una narración de cómo hubiese podido suceder tanto su estancia como trabajadora esclava en los campos de trabajo alemanes, como su posterior salida para terminar viviendo en Leipzig.
Finalmente, en la cuarta parte, continúa con la vida de su madre, pero ahora durante el periodo que compartió con la autora. Asistimos así a su nacimiento, un nuevo desplazamiento en el que son acogidos por un alemán en su finca del campo, el regreso a un campo para desplazados y, al fin, en una vivienda en Nuremberg donde por primera vez tendrán agua corriente y electricidad.
Si en la primera parte predomina el suspense y la técnica propia de los documentales norteamericanos, en los que de repente aparecen novedades al surgir nuevas líneas de investigación, en las otras se trata de escritos más típicos de las memorias e incluso en la cuarta parte, de la autobiografía (aunque me ha resultado difícil aceptar algunas cosas que cuenta de cuando tenía cuatro o cinco años).
Si en la primera conocemos varios suicidios, en las otras hay desde un incesto (parece ser que Lidia era hija de una relación entre su madre y su tío), un asesinato de una prima a manos de su hijo, hasta varios casos de canibalismo durante la guerra civil.
Se trata pues de un libro que recoge momentos claves de la historia de Europa en la primera mitad del siglo XX, y unas historias personales tremendamente duras y conflictivas en la zona de Rusia, Ucrania y Alemania.
Una lectura muy recomendable porque, además, está muy bien escrito y muy bien contado. Se nota la mano de una buena novelista. El libro tuvo hace dos años un par de premios literarios.
Hay una magnífica reseña de Cecilia Dreymüller en elpais.com

Natascha Wodin,  Mi madre era de Mariúpol. Traducción Richard Gross


lunes, 12 de agosto de 2019

Asturias y Buenos Aires unidos por una mujer




Ha dado la casualidad de que he leído este libro estando en Asturias, eso sí, en el oriente. El libro se desarrolla durante muchos momentos en el occidente asturiano, más en concreto, en la zona rural de Luarca.
En el libro se cuenta la interesante historia de la madre del autor que, nacida en Asturias, se marchará muy joven a Buenos Aires, pero aprovecha también para contar lo sucedido a otros miembros de su familia. Así, su abuela María, todo un carácter y personalidad; su abuelo José, el que peor parado sale por su egoísmo y el abandono de la familia yéndose primero a Cuba y luego a la Argentina (donde además apenas tuvo contacto con su hija Carmen, la mamá del protagonista); Marcial, el padre del autor, con una presencia bastante marginal; Consuelo y Marcelino, los tíos que acogen a Carmen a su llegada en parte por solidaridad, pero también para que les sirva como una criada, etc.
A varios los vemos primero en su Asturias natal y luego en Buenos Aires buscándose la vida y adaptándose al nuevo país; adaptación que llegará a ser total de tal forma que cuando Carmen vuelva un par de veces a España de visita nunca se planteará quedarse a pesar de la siguiente afirmación del autor:

“Once meses pasó en Madrid, y no hubo un solo día en el que no fantaseara con subirse al vagón y con dejarse llevar por valles y caminos de montaña hasta su paraíso personal de profunda miseria y feroces alegrías. Esa paradoja fue acaso el nudo de toda su existencia. Un cordón umbilical la unía a ese pueblucho de mala muerte donde malvivía, y jamás hubo lugar en el mundo que pudiera suplir lo que Almurfe significaba para ella." (p. 59)


Novela o autoficción con muchos momentos muy emotivos, tanto por las dificultades que encontraron los protagonistas a ambos lados del Atlántico, como por las relaciones de amores y desamores que tuvieron.
Fernández ha estructurado el libro de una forma magnífica encabezando cada uno de los diez capítulos con el nombre del protagonista en el que se va a centrar, pero siempre relacionándolo con el resto y con la historia en general.
Una de las grandes virtudes de la obra es lo bien que refleja el ambiente de Asturias en la primera mitad del siglo XX. Es interesante también la visión que da sobre el trato que daban algunos argentinos a los españoles que llegaban con una mano delante y otra detrás, pero también se refiere al trato que dieron, y dan, algunos españoles:

“No siempre fue así (se refiere al sentimiento de la madre de acompañar a los cabecitas negras que lloran la pérdida de Evita): los españoles desarrapados despreciaron a los “negros” del interior en cuanto pudieron hacer pie, y los españoles que se quedaron en la madre patria despreciaron  a los sudacas que osaban regresar en cuanto la economía europea rescató a España del quebranto. Todo es hijo del miedo, la estupidez humana también.” (p. 83)

Fernández aclara el sentido de la historia y las fuentes en las que se ha basado en el siguiente fragmento:

“No estoy contando la pura verdad, sino la verdad contaminada que mi madre narró a su psiquiatra, los monólogos que pude anotar en mi cuaderno, la tradición oral de mi familia y los recuerdos de mi infancia. Trozos descompuestos de verdad, reconstrucción periodística de la vida. Memoria fragmentaria de hechos novelescos y de sentimientos ambiguos; relato verídico de rotos, descosidos y remendados.” (p. 69)

Un libro que se lee con interés y que emociona por momentos, aunque también es cierto que pierde bastante cuando el autor habla de sí mismo y aparecen menos la madre y otros personajes; entonces el texto pierde fuerza e incluso podemos leer fragmentos que, como el que reproduzco, son de una retórica un tanto hueca:

“Volver a la patria de uno es dejar de ser un holograma y aceptar que somos personas nuevas de carne y hueso. Es reconstruir los vínculos desde la fotografía inofensiva de lo que fuimos y caminar despacio hacia la afilada y riesgosa verdad de lo que ahora somos. Es también reconocer que uno es, a la vez, el mismo de siempre y todo un extraño.” (p. 213)

En cualquier caso una lectura recomendable por lo entrañable (en mi caso es claro porque dos de mis "lugares en el mundo" son Asturias y Buenos Aires), y también por lo instructiva en unos tiempos como los actuales con tanto debate sobre los movimientos migratorios. Además, está muy bien escrito.

Jorge Fernández Díaz,  Mamá.




Otro gran periodista polaco



Coinciden en este libro tres elementos que me lo hicieron interesante: desarrollarse en Kolimá, hacer referencia a Vaclam Shalámov, y estar escrito por un periodista polaco ya que, además del muy conocido Kapuscinski, he leído recientemente Los osos que bailan. Historias reales de gente que añora vivir bajo la tiranía de Witold Szablowski, que demuestra la existencia de una buena cantera polaca en el periodismo de reportaje. Tienen una forma especial de contar las cosas.
Los relatos de Shalámov sobre su experiencia en Kolimá son seguramente lo mejor que se ha escrito sobre esa época en esa zona. Hugo-Bader se propuso recorrer los 2025 km de la llamada Autopista de Kolimá desde su inicio en la ciudad de Magadán hasta su final en Yakutia, y hacerlo fundamentalmente en los medios privados que le proporcionara la gente. Empleó 36 días para hacer el recorrido.
En el libro hace una especie de diario y el apartado de cada día lo divide en dos partes: en la primera suele comentar algunas incidencias del viaje (medios que ha utilizado, lugares donde ha dormido, comidas, etc.) o algunos datos de la zona que atraviesa o algunos aspectos de su historia; mientras que en la segunda establece conversaciones (que parece ser que grabó) con personas interesantes con las que se va encontrando.
Si en la primera demuestra su capacidad de observación y de síntesis, en la segunda muestra sobre todo la de empatía y profundidad en el análisis de las personas.
Hay, como no podía ser de otra forma, bastantes referencias a lo sucedido en la época estalinista -de hecho algunos de los entrevistados vivieron la experiencia de los campos- y también varias a relatos de Shalámov. Sin embargo, en el libro, sobre todo en la segunda parte, predomina la narración de lo que sucede hoy y de cómo vive la gente. En este sentido se dedican muchas páginas, por ejemplo, al tema del oro, su extracción, su importancia en la zona, etc.
A continuación dejo la propia opinión de Hugo-Bader sobre el objetivo del libro:

“Pero de todo esto no habrá casi nada en mi relato. De aquellos tiempos. Si voy a visitar  los últimos supervivientes, será por avaricia, para no perdérmelo, puesto que es la última oportunidad para describir todo aquello que les tocó vivir, experimentar. Son gente excepcional; han visto el fondo de la vida. En los campos atravesaron la frontera tras la cual se desintegra cualquier arma. Pero lo que más me interesará oír es lo que ocurrió a continuación: cómo seguir viviendo con semejante bagaje. Cómo han vivido.
Me voy a Kolimá para ver cómo se vive en un lugar así, en un cementerio así, el más largo. ¿Es posible amar, reír, gritar de alegría? ¿Y cómo se llora, se engendra y se educa a los hijos, se gana uno la vida, se bebe vodka, se muere…? De esto quiero escribir. Y de lo que comen, cómo lavan el oro, hornean el pan, rezan, se curan, sueñan, luchan, se mueren a palos…” (p. 19)

A lo largo del viaje hay algunos aspectos que varían poco: la permanente presencia del vodka o el coñac, los alojamientos en malas condiciones y el frío (a pesar de que lógicamente el viaje no lo hizo en el duro invierno de la zona). También recoge algunas curiosidades como:
La forma de saber que ha llegado ya el invierno por la posición de algunos árboles.
Los prisioneros de guerra japoneses (Segunda Guerra Mundial) que, tras ser liberados,  en gran número se alistaron en el PC japonés.
El “ingenioso” método que utilizaron para enterrar a los asesinados en masa aprovechando la ladera de la montaña y formando con ellos terrazas.
El grupo de expresos comunes por asesinato que forman una comuna (cooperativa) para talar, cavar tumbas, derribar edificios, etc.
Y todo lo que cuenta sobre el oro y su importancia en la zona.
Además están las personas: desde un cirujano borracho o un oligarca ruso del oro, pasando por un ermitaño hasta un redactor de un diario local. En lo que cuentan estas personas está lo mejor del libro con momentos emotivos, graciosos, sorprendentes, etc.
No faltan, tratándose de un polaco, las críticas a los rusos. Baste como ejemplo este breve fragmento:

 “(...) no les gusta el concepto “democracia”. La asocian con lo que consideran el peor periodo de su historia, durante el derrumbe de la Unión Soviética, es decir, los años 90, la época de Yeltsin.” (P. 170)

Un libro absolutamente recomendable de un periodista en la mejor tradición de Kapuscinski.
En la edición se echa en falta un buen mapa y fotografías teniendo en cuenta, además, que el autor menciona más de una vez que las está haciendo.
RicardoMartínez Llorca termina así su magnífica reseña en culturamas.es: “Este libro se hizo con un galardón tan importante como el English Pen Award. Y debería hacerse con el de formar parte de los libros más extraordinarios de nuestra biblioteca.” Totalmente de acuerdo.

Jacek Hugo-Bader, Diarios de Kolimá. En autostop por la Rusia extrema. Traducción Ernesto Rubio y Agata Orzeszek.


sábado, 10 de agosto de 2019

Espectacular descubrimiento



Llevo mucho tiempo viendo este libro expuesto en lugar visible en las librerías y,  además, teniéndolo en casa, pero al tratarse de relatos y de una escritora anglosajona me echaba para atrás. Fue a partir de la entrada que le dedica Elvira Lindo en su último libro cuando me decidí a su lectura. Mi escasa afición a los relatos la estoy corrigiendo algo últimamente y con buenos resultados; así los libros de Adichie, Piñeiro, Ginzburg, Saroyan o Anderson (Sherwood), por citar algunos de memoria, por lo que no termino de entender mi manía a este género y tengo que reconocer también una vez más el error que supone no atender más a él tras leer el algo más que magnífico libro de Berlin, un libro que seguro estará en mi selección de las mejores lecturas del año.
Se recogen en él 43 relatos que, imagino porque vienen sin fechar, abarcan todas sus épocas desde los sesenta hasta su temprana muerte. La inmensa mayoría son muy buenos (apenas dos o tres me han parecido algo flojos) y algunos pueden estar entre los mejores que he leído. Yo destacaría: el que da título al libro, Su primera desintoxicación, Buenos y malos y Mijito, en este por ejemplo logra una gran fuerza dramática y una gran emotividad.
Berlin utiliza principalmente la primera persona femenina. Solo dos o tres tienen protagonista y narrador masculino. También en dos o tres usa el perspectivismo con muy buenos resultados.
La auténtica protagonista es, desde luego, la autora ya que como se comenta tanto en el prólogo como en la Introducción los relatos son  fundamentalmente autobiográficos. También hay una fuerte presencia de su hermana Sally, sobre todo por su enfermedad (cáncer) y de su madre, a la que dedica el relato Mamá.
Los temas son variados y abarcan todo lo que supone la vida de una persona si bien hay una cierta preponderancia de temas como: el alcohol, los varios maridos (y amores), los hijos, los diversos trabajos que realizó y los muy diferentes lugares en los que vivió.
Lydia Davis afirma en el prólogo lo siguiente:

“¿Será  por eso por lo que resulta  casi imposible abandonar una historia de Lucia Berlin una vez empiezas? ¿Será porque no dejan de suceder cosas? ¿Será también por la voz que narra, tan atrayente, tan cercana? ¿Junto con la economía, el ritmo, las imágenes, la lucidez?”  (p. 14)

Y es que, efectivamente, no dejan de suceder cosas en ninguno de ellos. Vemos la vida de la gente y de sus protagonistas contada de una manera magistral. En muchos nos quedamos con las ganas de que la autora los hubiese continuado, nos gustaría saber más de los personajes en ese momento. En otros nos sorprende con un final inesperado y resuelto en apenas dos líneas.
Un libro del que se pueden decir muchas cosas, de hecho se pueden decir casi de cada relato, pero lo fundamental es recomendarlo fervientemente. Creo que nadie se arrepentirá de haberlo leído.
Es muy interesante también leer la reseña de José María Guelbenzu en elpais.com que termina nada menos que con la siguiente frase: “Creo que nunca he leído a una mujer más inteligente, sensible, tierna y valiente que Lucia Berlin”.

Lucia Berlin, Manual para mujeres de la limpieza. Traducción Eugenia Vázquez Nacarino.


viernes, 9 de agosto de 2019

Fin de una gran serie




Hace unos días murió Andrea Camilleri y hace un año lo hizo Philip Kerr, dos de los autores de los que más libros he leído y que forman junto con Henning Mankell y Patricia Highsmith el grupo de mis favoritos en el género de la novela policiaca.
En el caso de Kerr, han aparecido en castellano después de su muerte dos novelas con lo que ha sido más llevadero el luto. La que ahora comento lo hizo ya con carácter póstumo.
Como indica el título, la novela se desarrolla en Grecia en el año 1957 y algo bastante novedoso es que no hay ningún momento en que la trama vuelva a los años treinta o cuarenta a pesar de que, como es ineludible en las novelas de la serie protagonizada por Bernie Gunther, muchos de sus protagonistas sean nazis, en este caso exnazis,  dedicados a la búsqueda de un tesoro requisado en su día a los judíos de Tesalónica. Evidentemente aparecen varios personajes reales aunque esta vez se trata de nazis menos conocidos si bien no menos dañinos.
En la novela están todos los elementos que caracterizan la serie: una trama bien construida, unos diálogos marca de la casa sobre todo cuando al protagonista le dan la réplica algunos personajes, un Bernie Gunther más irónico y cínico si cabe y unos buenos secundarios. Además, algo también muy habitual, Kerr aprovecha para hacer bastantes críticas sobre todo a los alemanes. Así, este fragmento en el que habla una mujer líder de un grupo que persigue a criminales nazis:

“Ustedes los alemanes se las han ingeniado para trazar una raya bien gruesa bajo la guerra y empezar de nuevo. El milagro del anciano, lo llaman. Más bien el encubrimiento del Anciano, diría yo. Me pone enferma. No hay justicia. No me extraña que nos veamos obligados a tomarnos la justicia por nuestra mano.” (p. 287) (El Anciano es Konrad Adenauer)

También hay referencias a momentos de la historia como la guerra civil griega que se produjo al final de la segunda guerra mundial, obviamente a la época nazi y la más interesante quizá es la que hace a los judíos sefardíes de Tesalónica.
Un libro en la mejor tradición de la serie que resulta un entretenimiento asegurado con la calidad que siempre tienen los libros de Kerr. Es una lástima que ya no podamos volver a ver en acción a Gunther, como ya pasó en su día con Wallander y, más recientemente, con Montalbano. Habrá que buscar en nuevos caladeros en un género que está de moda y del que se publican muchísimas novelas aunque no sé si siempre de la calidad necesaria.

Philip Kerr, Laberinto griego. Traducción Eduardo Iriarte.




miércoles, 17 de julio de 2019

Mujeres en el Gulag



Esta escritora nacida en Praga pero residente en Barcelona desde hace muchos años y que escribe en castellano, ha aparecido ya en el blog en dos ocasiones. Por una decepcionante novela y por un magnífico libro sobre la vida de Svetlana Stalin, la hija del dictador.
En este libro cambia radicalmente de registro. En el año 2008 fue a Moscú donde se entrevistó con varias mujeres que habían sido represaliadas en el Gulag en diferentes momentos. Posteriormente, entrevistó a otras dos rusas  en París y a una polaca en Londres. Con todo ello, y a  partir de las narraciones de las nueve mujeres, Zgustova pretende ofrecer al lector una imagen de lo que fue aquella época para mucha gente.
Como ya advertía recientemente al comentar el libro de Lilianna Lunguina, Versión original, no hay aportación de grandes novedades; quien haya leído cualquiera de los libros de Evgenia Ginzburg, Anna Lárina y  Nadiezhda Mandelstam e incluso el de Margarete Buber-Neumann, ya ha tenido ocasión de comprobar la arbitrariedad, la sinrazón, la dureza y la extensión que tuvo la represión en la época estalinista. En este que ahora comento puede encontrar, eso sí, diferentes casos y narraciones muy resumidas en las que se recogen hechos y situaciones como las de cualquiera de los libros mencionados. Es, en definitiva, un  buen resumen y una buena introducción al tema.
La única novedad que he encontrado es que algunas de las entrevistadas, tal y como menciona la autora en la Presentación, llegan a hablar de experiencia positiva su estancia en los campos de trabajo por lo que supuso de conocimiento de ellas mismas, de superación y de valoración de la amistad. Evidentemente, no lo dicen todas pues hay quien también afirma que: “El gulag fue una pérdida de tiempo, de salud, de energía. (…) No, desde ningún punto de vista mi experiencia en el gulag valió la pena.” (p. 128)
Las causas de las detenciones y deportaciones abarcan un amplio espectro: desde la afirmación de que la penicilina americana era mejor, lo que le supuso a la autora de la frase 10 años de condena, a la simple detención tras la denuncia de alguien que lo que pretendía era ocupar su piso.
Las penalidades por las que pasaron las nueve mujeres que ha entrevistado, y algunos otros casos que ellas cuentan, abarcan todo lo que uno se pueda imaginar y más. Lo realmente difícil es entender cómo lograron sobrevivir. Quizá, como afirma la polaca Janina Misk: “¿Cómo pude sobrevivir a todo esto? Tal vez gracias a la esperanza de que todo terminaría y vendrían tiempos mejores. Esa esperanza absolutamente ilógica no me abandonó nunca.” (p. 200) Hay también un elemento común a todas las entrevistadas y es que se trataba de mujeres jóvenes cuando estuvieron en los campos.
En este sentido Zgustova comenta los problemas físicos que padecen la mayoría de ellas en el momento de la entrevista y que son consecuencia directa de los padecimientos y el hambre que tuvieron que soportar.
En fin, se trata de un libro muy interesante aunque no siempre fácil de leer. De hecho creo que la mejor recomendación es ir espaciando la lectura y en ningún caso leerlo de forma seguida, por un lado, por la dureza de las historias, pero, además, porque resulta fácil terminar mezclando las historias.
Hay una reseña de Anna Caballé con más información en elpais.com



Monika Zgustova, Vestidas para un baile en la nieve.








lunes, 15 de julio de 2019

Retrato de mujer



Hace poco comentaba una de las últimas novelas publicadas por la autora y ahora lo hago con una de las primeras. Fue publicada en 1981, es decir, cuando Ernaux acababa de cumplir 40 años. Como parece ser que es habitual en esta escritora, esta novela es básicamente autobiográfica. De hecho he leído en algún comentario que en la edición francesa pidió que se retirara de la portada la palabra novela y que se dejase la de autobiografía.
Sea como sea, lo cierto es que se trata de un libro magnífico, uno de los mejores que he leído últimamente, de los que más recuerdos me han traído y también de los que más me han hecho pensar.
El libro cuenta en primera persona la historia de una mujer desde la infancia hasta su matrimonio y su doble maternidad.
Aunque no hay división ni en partes ni en capítulos, creo que se pueden percibir tres momentos bastante diferentes.
En el primero habla de su infancia y tienen auténtico protagonismo los padres. Unos padres bastante peculiares ya que él se encarga de las principales tareas domésticas, algo no solo poco habitual para la época, años cuarenta, sino que yo diría que era algo realmente extraordinario, sobre todo teniendo en cuenta que ambos trabajaban: ella llevando una tienda de ultramarinos y él un bar.
En la segunda asistimos a la época de estudiante de bachillerato y universidad. Se producen los primeros escarceos amorosos y las amistades que van a ir fijando los diferentes modelos de mujer entre los que deberá elegir la protagonista.
Finalmente, en lo que para mí es lo mejor del libro, en el tercer momento relata su temprano matrimonio a los veinte años seguido muy pronto del primer embarazo y parto.
A lo largo de toda esta trayectoria vemos a una niña que escribe preciosas palabras sobre sus padres; a una estudiante que tiene muy buenas notas pero que pierde algunas opciones por la clase social a la que pertenece; una joven que tiene una madre que no coincide en absoluto con la idea de madre que le dan en el colegio (religioso, claro); y a una mujer que una vez casada va descubriendo que es más importante el trabajo de su marido que el suyo, que se tiene que encargar en solitario de las labores de la casa algo para lo que no estaba preparada en absoluto, pero que es la máxima realización de una mujer según su suegra (las dos extraordinarias páginas que dedica a este personaje son un verdadero manifiesto feminista).
He dedicado bastante espacio a contar de qué va el libro y, sin embargo, creo que no le he hecho justicia porque lo importante de este magnífico texto no es solo que cuenta, sino cómo lo hace, con qué precisión y sinceridad está reflejada la realidad de una joven y de una mujer de esa generación. Este es un libro que seguramente disfrutará más una mujer sobre todo si es de una generación parecida a la de Ernaux, pero también tengo que decir que yo como hombre de casi la misma época de la autora me he sentido concernido y he entendido perfectamente los problemas y las dudas de la protagonista.
Un texto que termina siendo un alegato feminista sin necesidad de hacerlo demasiado explícito que es como resultan mejores los alegatos, esto es, basta con mostrar la realidad para darse cuenta de lo injusta que es.
Un libro absolutamente recomendable porque llega al corazón y a la cabeza, y porque está magníficamente escrito. Sin duda uno de mis libros del año.
Hay una reseña muy buena y muy completa de Marc Peig (quien precisamente me recomendó a esta escritora) en unlibroaldia.blogspot.com. También hay una entrevista interesante con Jacinta Cremades en elcultural.com.

Annie Ernaux, La mujer helada. Traducción Lydia Vázquez Jiménez.

viernes, 12 de julio de 2019

Un buen descubrimiento



A pesar de que ya lleva varias novelas publicadas, desconocía totalmente a este escritor. No tiene nada de extraño porque no suelo prestar demasiada atención a los escritores españoles, algo parecido a lo que me sucede con los anglosajones. No obstante, de vez en cuando leo libros de ambas procedencias y, además, es bastante habitual que me gusten, sobre todo, si se salen de los tópicos con los que tengo marcadas ambas literaturas. (Sí, es cierto, hay un componente maniático e irracional, pero también de cansancio de muchas lecturas en otra épocas.)
De este libro me llamó la atención el título y los comentarios que la editorial recoge en la faja que acompaña al libro como, por ejemplo, este de Manuel Vilas:

“Esta novela rabia por los cuatro costados, es sátira de la buena, e inventa una clase social llamada “Mochufa”, una palabra que una vez leída no olvidas jamás, porque vivimos rodeados de mochufas.”

Este comentario me recordó, por lo de la rabia y la sátira, la novela Lectura fácil de Cristina Morales que es uno de los textos que más me gustó e impactó el año pasado. Esto me animó y no me arrepiento.
Lorenzo ha escrito un libro con un interesante contenido, pero sobre todo con una gran libertad gramatical y de lenguaje. En este aspecto crea multitud de palabras que vienen a cuento y reflejan muy bien lo que quieren significar. Algunos ejemplos serían: Desnecesidad, desruido, despresencia, desdesvalimiento… Otras, no siendo de su propia cosecha, sí es cierto que no son de uso frecuente. Además, altera a veces los signos de puntuación y la sintaxis, pero haciéndolo en general con sentido. Con todo ello construye un mundo y una escritura que resulta enormemente personal y fácilmente identificable. (Aquí surge otra vez la referencia a Cristina Morales).
La historia que cuenta en forma muy resumida sería: Manuel, tras atacar a un policía con un destornillador, huye de la ciudad a una casa de un pueblo perdido y sin habitantes. Su tío, el narrador, le remite los alimentos y útiles que necesita. Manuel encuentra allí la felicidad hasta que, en un momento determinado aparecen unos urbanitas en la casa de al lado y… (aunque no se trate de un thriller es mejor no contar más)
Lorenzo aprovecha el personaje de Manuel para hacer una defensa acérrima de conceptos como: soledad, silencio o austeridad; y una crítica de los urbanitas que van al campo para convertirlo en una prolongación de la ciudad, de algunas actuaciones policiales o del fraude de algunas empresas (en este caso de teleoperadores). Eso sí, todo con un amplio sentido del humor y cariño hacia algunos de los personajes.
Dejo a continuación tres fragmentos que son un magnífico ejemplo tanto de la vida de Manuel y sus deseos, como de la forma de contarlo de Lorenzo:


“Que no quería comiditas complejas si para poder adquirirlas debía acortar sus paseos, o interrumpir la lectura de los Austral, o descuidar sus calabazas, o dejar de tirar con sus gomas, o levantarse de un sitial en el que estaba mirando una nube con forma de Rusia. Porque esto era lo que de verdad le interesaba.
(…)
Porque pasaba ratos mucho mejores en el mercado de horas que en el de frutas y verduras. (p. 85)

“Estas banales eran las labores mejores, porque le sumergían hasta las trancas en su actividad favorita: ensimismarse, como quehacer central. Empapuzarse en su aquietamiento como un des-normal, un ante-normal o un pre-normal, que era desde siempre su pasatiempo favorito.” (. 99-100)

“Su capital no crecía por adición, sino por sustracción. Su riqueza señera era que no necesitaba pelas, ni gente, ni afecto, ni reconocimientos ni ánimos ni amores.” (p. 109)

Un libro bastante recomendable. Hace pasar un buen rato, tiene una escritura original y trata un tema cada vez más actual.
Hay una breve y buena reseña de Nadal Suau en elcutural.com.

Santiago Lorenzo, Los asquerosos.


jueves, 11 de julio de 2019

Otra vez cierta decepción


Este escritor escribió en su día una gran novela como fue El lector y no sé hasta qué punto eso ha marcado su carrera y las opiniones de algunos críticos. Digo esto porque Mujer bajando la escalera, que es la otra que ha leído de Schlink, me supuso una decepción sobre todo tras leer los extractos de  algunas críticas que la editorial había puesto en la contraportada. Ahora, con esta Olga, si no llego a la misma decepción, sí que vuelvo a sorprenderme de algunos comentarios hechos por ciertos críticos.
Así: “un libro maravilloso…una obra maestra” (Ute Krebs, Freie Press) que, cuanto menos, resulta un tanto exagerado.
El libro tiene su interés y sus buenos momentos. Está dividido en tres partes muy diferentes en su enfoque y su tratamiento narrativo. En la primera, desde una tercera persona, se narran los primeros años de la vida de Olga: la muerte de sus padres, la vida con su abuela, sus amores con Herbert, un joven de una buena familia que no acepta esa relación. Herbert se dedicará a viajar y Olga le escribe cartas a una lista de correo. En la segunda parte, un joven en cuya casa trabaja ahora Olga de costurera, cuenta el resto de su vida a partir de la relación de amistad que se establece entre ambos. Finalmente, Schlink utiliza las cartas que mencionaba antes para en la tercera parte completar la visión del personaje y de la historia.
Dicho así parece muy interesante y lo es en muchos momentos porque, además, le sirve también para dar unas pinceladas de la evolución de Alemania a lo largo del siglo XX (Olga nació en la última década del XIX).
El problema que en mi opinión tiene el libro es que todo está contado como si el autor tuviera prisa porque pasara el tiempo y sucedieran los diferentes acontecimientos. No puedo hablar de algunos porque sería hacer spoiler y, aunque no estemos ante un thriller, sí merece la pena ir enterándose de las cosas  poco a poco. Esta velocidad hace que no se llegue a conocer bien a algunos personajes ni a entender algunos comportamientos.
La sensación con la que he acabado la novela es la de que el autor ha querido escribirla rápido para poder publicarla; que la tenía bien pensada, pero que a la hora de ponerla negro sobre blanco se le ha acelerado el pulso.
Evidentemente  es un libro que se puede leer, que resulta entretenido, que está narrado con agilidad, pero que cuando se acaba deja una cierta sensación de que a una historia así se le podía haber sacado mucho más partido.

Bernhard Schlink, Olga. Traducción Carles Andreu.