miércoles, 31 de enero de 2018

Un auténtico clásico




Este libro llevaba varios años en el estante de libros pendientes de lectura, en concreto en el de libros “gordos” haciendo compañía a Guerra y paz, Una saga moscovita o Per el afortunado, entre otros. Es decir, esos libros que aunque se sepa que son buenos cuesta  tanto coger. Además, en el caso de Vida y destino, al tamaño se une el hecho de que hay al final del libro nada menos que siete páginas de listas con los principales personajes lo que a alguien con mi escasa memoria echa un poco para atrás.
Sin embargo, el otro día viendo en la televisión el programa dedicado a los libros Página Dos me encontré con una entrevista con Marta Rebón, la traductora de esta edición, en la que recomendaba el libro como uno de los importantes de la literatura rusa, y me animé.
“Nunca es tarde si…” y efectivamente, la dicha ha sido no buena, sino excepcional. Uno de esos libros inolvidables que hacen que las horas dedicadas a su lectura se puedan considerar como muy bien empleadas.
Lógicamente, no voy a hablar del contenido de esta inmensa, en todos los sentidos, novela; hay una magnífica y muy extensa reseña de Rafael Arbona en elcultural.com que recomiendo a quien esté interesado, pero sí me gustaría comentar algunas cosas que me han llamado especialmente la atención.
Me ha parecido muy interesante la visión que da de la vida cotidiana (comida, bebida, vida cultural,…) en el Stalingrado asediado. También es muy buena la narración de las escenas de la batalla en las que se aprecia su profesión de periodista. Especialmente emocionante me ha resultado leer, creo que por primera vez a pesar de los muchísimos libros que he leído sobre el tema, una descripción novelada de lo que pasaba dentro de las cámaras de gas. Grossman ha escrito una gran historia, pero también introduce en la novela una serie de reflexiones sobre temas muy interesantes: el antisemitismo, el totalitarismo tanto nazi como estalinista, la amistad, o el bien, el mal y la bondad, entre otros, que no rompen en ningún momento la narración y resultan muy sugerentes.
El libro no pudo publicarse en su día, lo terminó en 1960,  y solo veinte años después se pudo publicar en Suiza gracias a una copia que se había salvado de la destrucción por parte de las autoridades soviéticas. Y es que a lo largo del texto hay muchos momentos en que se hace una fuerte crítica del estalinismo y constantes referencias a lo sucedido en 1937. Algunos ejemplos de esta crítica:

“-Ah, queridos amigos –exclamó de repente Madiárov-, ¿os imagináis lo  que es la libertad de prensa? Una hermosa mañana después de la guerra abrís el periódico y en lugar de encontrar un editorial exultante, o la habitual carta de los trabajadores al gran Stalin, o un artículo acerca de la brigada de fundidores de obreros que ha trabajado un día extra en honor a las elecciones del Sóviet Supremo o las historias sobre los trabajadores de Estados Unidos que han acogido el nuevo año en una situación de desesperación por el paro creciente y la miseria, imaginad que encontráis… ¡Información! ¿Os imagináis un periódico así? ¡Un periódico que ofrece información!” (p. 348)

“-Pero, ¿de qué debo arrepentirme? ¿De qué errores? –preguntó Strum.
-Qué más da, lo hace todo el mundo: escritores, científicos, dirigentes del Partido; incluso nuestro querido músico Shostakóvich reconoce sus errores, escribe cartas de arrepentimiento y, después, continúa trabajando como si nada.
-Pero ¿de qué debería arrepentirme? ¿Ante quién?
-Escriba a la dirección, escriba al Comité Central. No importa, a cualquier parte. Lo principal es que se arrepienta. Algo así como: “Reconozco mi culpa, he tergiversado ciertas cosas, soy plenamente consciente y prometo enmendarme”. Más o menos en estos términos; pero usted ya sabe de qué le hablo, es ya un cliché. Lo importante es que esos escritos ayudan, siempre ayudan.” (p. 855)

“(…) masas ingentes de hombres fueron testigos sumisos de la masacre de inocentes. (…)
Por supuesto hubo resistencia, hubo valentía y tenacidad por parte de los condenados, alzamientos, incluso sacrificios llegado el caso cuando, para salvar a  un hombre desconocido y lejano, otros hombres arriesgaban su propia vida y la de su familia, Pero la sumisión de las masas es un hecho irrebatible.
¿Qué hemos aprendido? ¿Se trata de un nuevo rasgo que brotó de repente en la naturaleza humana? No, esta sumisión nos habla de una nueva fuerza terrible que triunfa sobre los hombres. La extrema violencia de los sistemas totalitarios demostró ser capaz de paralizar el espíritu humano en continentes enteros.” (p. 261-262) (Esta se refiere sobre todo al nazismo aunque aplica ese concepto de sumisión también a su realidad.)

No obstante las críticas, no se trata de una novela directamente política sino de una obra literaria en la que también pueden leerse fragmentos como el siguiente:

 “La luz vespertina posee la propiedad de revelar la esencia de lo que está ocurriendo y de transformar las impresiones visuales en un cuadro, en historia, sentimiento, destino. Las manchas de barro y hollín, a la luz del sol poniente, hablaban con cientos de voces; con el corazón encogido uno comprendía la felicidad pasada, lo irreparable de las pérdidas, la amargura de los errores y el eterno encanto de la esperanza.” (p 929)

O esta reflexión sobre ese destino que está en el título:

“El destino conduce al hombre, pero el hombre lo sigue porque quiere y es libre de no querer seguirlo. El destino guía al hombre, que se convierte en un instrumento de las fuerzas de destrucción, pero cuando eso sucede no pierde nada; al contrario, gana. Éste lo sabe y va allí donde le esperan las ganancias; el terrible destino y el hombre tienen objetivos diversos, pero el camino es uno solo.” (p. 684)

Y siempre con unos personajes de carne y hueso, desde los miembros de la familia protagonista a los soldados, los prisioneros en los distintos campos, los políticos, los científicos, etc. un conjunto de hombres y mujeres que le sirven a Grossman para hablarnos de la condición humana ante la adversidad.
En fin, una novela monumental que va creciendo a medida que se va entrando en ella de tal manera que, cuando se llega a la página 1104, al lector le gustaría que la historia continuase para conocer más y mejor a la familia protagonista.

Vasili Grossman, Vida y destino. Traducción Marta Rebón.

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