viernes, 12 de abril de 2024

Gran descubrimiento



Una vez más he que comenzar un comentario dando las gracias a la editorial Sajalín por darnos a conocer a un escritor como Dzamonja que se une al club de los Bunker, Offutt, Cook o Ryan, por mencionar solo a aquellos que más me han impresionado. Un club de grandes escritores que tienen además la capacidad de conectar con el lector a través de una gran variedad de temas y registros.

Los 22 relatos que componen este libro no tienen desperdicio ninguno. Se inicia con uno espectacular, Un puente llamado deseo y termina con Sarajevo es mi mejor regalos de cumpleaños, un título que ya lo dice todo. La inmensa mayoría se desarrolla en los Estados Unidos, lugar al que emigró tras ser herido por la metralla de una bomba y del que regresó en 1998, solo tres años antes de su prematuro fallecimiento. Una estancia que no le gustó demasiado, algo que apunta en el magnífico y muy esclarecedor Prólogo Marc Casals, el traductor de la obra:

“Pese a que abundan los golpes de ingenio al clásico estilo sarajevita, el narrador de estos relatos es un ser atormentado: se siente fuera de lugar y lleva una vida que le hace infeliz, deambulando de un lado para otro sin encontrar asidero. Para colmo, es incapaz de mantener una relación funcional con sus hijas debido a su inclinación por la vida bohemia”. (p. 9)

Aparece aquí un tema que es recurrente y sobre el que vuelve en varios relatos: la relación con sus hijas, sobre todo con Nevena, la hija que tuvo en Sarajevo con su primera mujer, y con Vesna, la hija de su relación con una estadounidense.

Habla Casals de atormentado y yo añadiría que también nostálgico. Lo primero porque no le gustaba su vida americana y porque tenía malos recuerdos del conflicto en su país, de lo que deja constancia en fragmentos como los siguientes:

“(Como la mayoría, pensaba que, en los montes que rodean Sarajevo, solo había bandas de saqueadores primitivos y borrachos, en lugar de un ejército organizado que se había puesto como misión liquidarnos a todos)”. (p. 91)

“En un mes y medio de guerra, desquiciados por las ráfagas de artillería y las noches pasadas en sótanos, exhaustos por el hambre y la falta de sueño, atormentados por la incertidumbre, mi mujer y yo nos habíamos transformado en enemigos “. (p. 92)

Ambos fragmentos corresponden al relato titulado El horror sin nombre o… ¿cuándo comenzó?, el único que dedica exclusivamente a hablar de la guerra. Un relato que me ha traído a la memoria cosas que en su día leí en los textos de Ugresic, Karahasan, Jasna Samic o el más reciente de Damir Ovcina.

Atormentado sí, pero también con una gran nostalgia de la vida en el Sarajevo en paz, una vida de la que, por lo que deduzco de lo que comenta Casals en el citado Prólogo, dejó constancia en sus relatos escritos allí. Relatos que, por cierto, espero que Sajalín se anime a publicar.

Para terminar solo me queda recomendar encarecidamente la lectura de este libro. He disfrutado mucho aunque sé también que es un tipo de escritura que hay lectores a los que no les gusta. Se habla de un escritor de culto; una expresión que nunca me ha gustado y que suele tener que ver con un pronto y trágico final. Sea como sea, es un gran creador de historias más allá de que, en su gran mayoría, parece que reflejan su vida, pero sobre todo en un magnífico escritor con un buen dominio del lenguaje y de la construcción de diálogos.

Nota, sin importancia, para la editorial. En el índice se han dejado el relato titulado Taiwan in my mind.

 

Dario Dzamonja, Cartas desde el manicomio. Traducción Marc Casals.

 

 

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