Si hace un tiempo me dediqué bastante a la literatura húngara, ahora me ha
dado por leer obras de autores nórdicos. Hace mucho tiempo leía ya a Mankell,
al que tengo entre mis autores
favoritos, pero últimamente he conocido y leído varios libros de Enquist
y Hamsun, además de varios de diferentes autores de esa zona del mundo.
Tengo la impresión de que me transmiten
vidas, historias y formas de contarlas un tanto diferentes; además, los lugares
en los que se desarrollan me resultan particularmente atractivos. Evidentemente
cada autor y cada libro es muy diferente del resto, pero la mayoría despiertan
mi interés y es raro que alguno no me guste.
Siguiendo en esta línea me he encontrado con otro
autor sueco que plantea una historia ciertamente original: Un pastor, Olof Helmersson, de 83 años, decide volver al
pueblo del norte de Suecia, donde ejerció hace más de cuarenta años y convirtió
a muchos de sus habitantes, para llevarles la “buena nueva” del ateísmo y la
necesidad de apostatar. Lo que se encuentra al llegar es una comunidad muy
reducida porque la mayoría ha muerto y entre los que quedan son pocos los que
mantienen su fe. Tan es así, que los púlpitos los han convertido en colmenas
para las abejas, y el recinto de la
parroquia lo utilizan como sala de juegos de mesa después de que un pastor
moderno venido de la costa lo haya secularizado.
A esta peculiar historia hay que añadir un conjunto
de personajes igualmente peculiares: Gerda, que ha perdido marido e hija pero
lo toma como un paso a la redención y necesita que el pastor le responda a una
serie de preguntas sobre aspectos de la creencia religiosa; Gideon, que se
quedó ciego por un golpe contra un pino y eso le hizo perder la fe; Tordvald,
un artista que exculpe a Dios con trozos de madera de árboles…
Hay también muchas alusiones a la naturaleza tanto a
partir de paisajes como de árboles, plantas, pájaros y, claro, lo que no puede
faltar en un libro de autor nórdico, el clima.
Todo ello hace que su lectura resulte atractiva e
interesante aunque eso “(…) no quita para que se eche
de menos un enfoque mucho más arriesgado y explícito, más complejidad y. sobre
todo, más pasión. Esa que se intuye y nunca acaba de concretarse.” (Montuenga en su reseña en unlibroaldia.blogspot.com.)
Para terminar dejo dos fragmentos en los
que queda bien reflejada la postura del pastor protagonista:
“Nuestro tiempo, diría, es un tiempo de renuncia, de
dimisión y de arrepentimiento, todos los que alguna vez tuvieron una creencia
habían hecho uso de la razón y habían renegado durante los últimos decenios, lo
único lógico en la actualidad era ser apóstata, lo único esencial había sido
tener algo de lo que renegar. Pensaba con dolor en todos los que en el futuro
no pudiesen permitirse el lujo de renegar por no haber sido nunca de ninguna
confesión, por no haber creído nunca en nada, con toda su alma.” (p. 109) (El narrador refiriéndose a Olof.)
“P: ¿Pero el cristianismo está pues prácticamente
extinguido: Sí, y démosle las gracias. Fue sencillamente demasiado estrecho y
simple para servir de filosofía de la vida. Sobre todo en estos áridos pasajes.
El cristianismo fue el arte de pacotilla de la existencia. Un relato de todo lo
que no existe ni puede existir. Pero debemos recordar que Dios existió durante
mucho tiempo, es muy posible que su voluntad todavía se cumpla. Puedes
escribirlo.
¿Puede ser de Canetti? Sí, sin duda es de Canetti.
P: ¿Y qué es lo que más echas de menos de todo lo
que no existe?
R: El perdón de los pecados.” (p. 149
(De la
entrevista que le hace un periodista.)
En fin, un libro que seguramente podría haber dado
más de sí con un tema tan original y fuera de lo habitual, pero que sea como
sea se lee con gusto.
Torgny Lindgren, Aguardiente.
Traducción Juan Capel.