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martes, 15 de marzo de 2022

De Centroamérica a Estados Unidos


Descubrí a Martínez a finales del año pasado y este es ya el tercer libro que leo y tengo ya comprado y pendiente otro. En este caso se trata del primer libro que publicó, en 2010, con apenas 27 años, pero es que, además, el “trabajo de campo” lo hizo entre 2008 y 2010. Dicho trabajo consistió en acompañar, junto con un fotógrafo, a una serie de migrantes que desde la frontera norte de Guatemala se dirigían al norte de México para luego cruzar a los Estados Unidos, su destino final.

En el libro se recogen a lo largo de sus 16 capítulos multitud de situaciones y de historias personales. Imagino que todos ellos fueron primero reportajes publicados en Elfaro.net, el digital en cuya creación participó el autor, y luego reunidos en este libro.

Es interesante el orden en el que los ha situado Martínez para su publicación conjunta. Los primeros capítulos se corresponden con los procesos de cruce de la frontera entre Guatemala y México y los primeros pasos en el trayecto, y son de 2008. A continuación están los de la frontera norte entre México y Estados Unidos, y son de 2009 junto con otros dos que son posteriores a la primera publicación del libro. Un aspecto que hay que destacar son las breves introducciones que se han hecho a cada capítulo para esta edición y que son muy interesantes para situarse en el momento y tener un contexto.

Dice al autor en el Prólogo a la edición española:

 

“Este es un libro de no ficción: Su prosa narrativa tiene dos propósitos: intentar que el lector permanezca, sepa, e intentar mostrar en lugar de decir. Hacer algo más parecido a abrir una ventana tras la que ocurren cosas y no presentar un informe. Tras esta ventana no ocurren cosas buenas”. (p. 8)

 

Efectivamente, tras esa ventana el mundo que se nos aparece es realmente terrible: violencia de diversa índole, malos tratos, abusos, robos, secuestros, peligros de todo tipo y, además, todo practicado contra la gente que huye (porque en el fondo todos huyen de algo), que no son precisamente los privilegiados de sus sociedades, por otra gente que tampoco está en la zona alta de la suya: De alguna manera me atrevería a decir que son pobres robando a pobres; o desgraciados robando a desgraciados (tomando este término en sus dos acepciones: crítica en el primero y descriptiva en el segundo).

Hay viajes peligrosísimos en el techo de La Bestia, el tren; entrevistas con tres “esclavas invisibles”; descripción de secuestros y de la existencia de las “casas de seguridad” donde se amontonan los secuestrados; explicaciones de por qué y de qué huyen; visita a pueblos fantasma en la frontera norte; paseos acompañando a un patrullero estadounidense; datos escalofriantes de la violencia en Ciudad Juárez; acompañamientos a la búsqueda de zonas para cruzar, a nado, el Río Bravo. En fin, una descripción exhaustiva de la migración de los centroamericanos hacia el norte.

En este viaje, el tramo más importante es la travesía de México. De ella se dice:

 

“En (cita varios lugares de México), la historia era parecida: las autoridades locales y los grupos criminales formaban un engranaje de reloj suizo, una máquina de moler carne que solo funciona si todos los actores jalan su palanca: alcaldes, gobernadores, agentes de Migración, sicarios, coyotes, secretarios, presidentes”. (p 12)

 

En todos los reportajes hay presencia de migrantes porque, como dije al principio, Martínez lo que hizo fue acompañar y así poder contar lo que sucedía. Evidentemente, tanto él como el fotógrafo (no siempre fue el mismo), tuvieron que pasar sus momentos de miedo, pero es algo que hay que imaginar porque Martínez no suele expresarlo. En todo caso, y como creo que dice en algún momento, ellos se podían volver a su casa; los migrantes no (aunque sí que hay alguno que abandona).

Hasta ahora solo he mencionado el contenido, pero también hay que decir que el autor ya demuestra su calidad literaria y su gran capacidad de transmisión que ha ido creciendo tal y como he podido comprobar en sus últimos escritos, especialmente en Los muertos y el periodista.

Una última cita que es el segundo párrafo del Prólogo:

 

“Digámosla: somos sociedades de mierda. Reformulemos: somos sociedades crueles. Sigamos: somos sociedades capaces de hacer que decenas de miles de personas envidien el cuidado que reciben nuestras mascotas”. (p. 7)

 

Hace dos días estuve viendo con mi hijo de doce años la película Mediterráneo que cuenta la participación de Óscar Camps, su hija y un+ par de compañeros en el salvamento de migrantes en la isla de Lesbos. Una experiencia que le llevó a crear la ONG Open Arms (una organización que tantos problemas ha tenido para desembarcar a la gente que salvaba). Después de verla creo que la cita que acabo de reproducir se queda algo corta sobre la mierda y la crueldad porque, además, aquí se trata de la privilegiada Europa.

En fin, otro magnífico libro de este gran periodista que demuestra en cada texto su compromiso y su batalla por una sociedad mejor.

Hay una reseña muy completa de Francisco Goldman en letraslibres.com.

 

 

Óscar Martínez, Los migrantes que no importan.

 

 

 

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Un gran trabajo


 Caparrós es uno de mis autores favoritos y así lo he incluido en la serie que dedico al tema en el blog. Para que lo sea ha tenido especial incidencia su libro El Hambre, uno de los libros mejores que he leído en los últimos años y, seguramente, estará entre los mejores que se han escrito sobre el tema. Caparrós es un grandísimo periodista, pero también un gran escritor de narrativa de ficción aunque reconozco que en eso me gusta menos.

Esta Ñamérica está escrita en forma bastante similar a la de El Hambre y utilizando más o menos el mismo tipo de materiales: la experiencia del autor en su viajes, multitud de entrevistas con todo tipo de gente incluyendo mucha gente de la calle, lecturas que aunque no se citan a pie de página se intuyen, informaciones estadísticas, claro que en menor cantidad que en el otro libro, y muchas reflexiones y opiniones del escritor.

El libro se compone de dos tipos de capítulos: por un lado, los dedicados a una serie de capitales que ya fueron publicados (no sé si exactamente de la misma forma) en la revista semanal del periódico El País y que incluyen desde ciudad de México a Buenos Aires, pasando por Caracas o La Habana hasta un total de ocho, y, por otro lado, siete dedicados a una visión de diferentes aspectos del continente que son: el continente inquieto, partido, violento, creyente, mache, pop y real. Estos capítulos, completos o en parte,  también fueron publicados en su mayoría en diferentes medios, algunos recientemente y algún otro hace treinta años.

No me atrevo a decir qué parte me ha interesado y gustado más. De las ciudades hace muchas descripciones, pero también entra de lleno en muchos problemas que tienen que ver con el país en el que están y que le sirve para hacer agudas reflexiones. Del continente ofrece una visión muy completa y caleidoscópica como se puede apreciar por los títulos mencionados, pero por si esto no bastase, añado que se tratan temas como: las diferentes, cinco para él, oleadas migratorias, las desigualdades económicas y sociales, el papel de la clase media, el hambre, la violencia, las drogas, las cárceles, las barbaridades cometidas por la iglesia, el auge de los movimientos evangélicos, la desigualdad entre hombres y mujeres, el turismo sexual, el feminismo, la situación de las personas LGTBI, la lengua, el mestizaje, el fútbol, la corrupción o los políticos y la política de los últimos años.

Como se ve, Caparrós toca prácticamente todos los aspectos necesarios para obtener una visión general del “continente” al que se le ha ocurrido llamar, con un gran acierto, Ñamérica.

En todos los temas, como ya he comentado anteriormente, hay informaciones valiosas, entrevistas y agudas reflexiones y opiniones la mayoría de las cuales comparto, aunque en algunas yo matizaría algo más como, por ejemplo, cuando habla del movimiento LGTBI.

Es difícil destacar cosas de un libro que, por cierto que no lo he dicho hasta ahora, tiene 674 páginas en una edición no precisamente de bolsillo. No obstante sí me gustaría dejar constancia de algunas que o bien me han llamado especialmente la atención o me han hecho reflexionar más. Así: el debate, tan actual en nuestro país últimamente, sobre indigenismo y colonización; la aparición poco a poco de las diferencias de clase en el Alto (La Paz) entre los propios migrantes; cómo se produce la creación de un “barrio” (me ha recordado el que yo vi surgir en el gran Buenos Aires hace muchos años); la escalofriantes cifras de la violencia que aporta; la situación de Caracas ; las manifestaciones y la represión en Managua en 2018; el varapalo que se lleva la Iglesia católica o un par de parrafadas sobre el fútbol.

Sobre alguno de estos temas dejo dos fragmentos como ejemplo: 

“El fútbol es Efecto Patria en todo su esplendor: esos momentos en que ser ciudadano del mismo país se convierte en un valor por encima de todo lo demás: esos momentos espantosos en que celebro el mismo gol que personas que odio, que desprecio, que no querría saludar en mi vida: dictadores y vivos, violadores y bobos.” (p.532)

“(Los poderes necesitan mantener las amenazas que los justifican. En 2018, en todo el mundo el famoso terrorismo global -por el cual pasamos horas frente a controles de rayos y policías sin control, por el cual los gobiernos gastan fortunas públicas- mató a 15.952 personas, menos de la mitad que la violencia mejicana, y, con perdón, la mitad de esas muertes sucedieron en Afganistán y el resto en Irak, Nigeria, Somalía, Siria, Pakistán, Yemen, Congo. Entre Estados Unidos y Europa -casi 800 millones de señoras y señores- los ataques “terroristas” -perturbaditos de extrema derecha, casi todos- mataron a 49 personas. O la policía global es extremadamente eficaz o es perfectamente innecesaria.)” (p.302)


Este último texto me parece un ejemplo magnífico para entender cómo está el mundo en general. Viajando siempre se tiene la impresión de que ese enorme gasto en seguridad es solo para dar la sensación de que esta existe, cuando no hay realmente inseguridad y, si la hubiera, no bastaría con esas medidas.

Desde otro punto de vista, hay un fragmento, muy típico además de la forma de trabajar de Caparrós,  que me parece muy bueno como síntesis del manejo del poder político. Analizando a los presidentes de los dieciocho países que incluye en el “continente”, afirma: 

“Sobre los dieciocho, seis son empresarios, otros tantos economistas o abogados; casi todos se han pasado la vida en puestos políticos en sus países o en organismos internacionales; la mayoría estudió algo en Estados Unidos y varios son hijos o sobrinos de jefes políticos. Hay un López, un Fernández, un Díaz, un Piñera, un Alvarado, un Hernández, un Ortega, un Benítez, un Lacalle, un Medina, un Duque, un Cortizo, un Maduro: otra vez la lengua vence. Otra vez todos son hombres. Otra vez todos son blancos.” (p.590) 

Para terminar, hay un tema que trata sobre todo al final del libro que sería el de las posibles soluciones a tanto despropósito, a tanta injusticia,…Sobre esto dice cosas como:

“El problema, una vez más, - y la razón por la cual los más ricos siguen imponiéndose, la razón por la cual tantos soportan lo que soportan- es que no se ven alternativas. Para que muchas personas decidan arriesgarse para cambiar un régimen presente deben tener una idea convincente de cómo sería el régimen que construirían a cambio.” (p. 662

“Es temprano. Todavía, por no tener esa nueva utopía no tiene siquiera un sujeto que pueda sostenerla. Era fácil pensar una revolución cuando tenía un sujeto claro. (…) Ni sabemos cómo se armará ni en qué consistirá.

(…)

Mientras tanto, suena antiguo decir que, sin cambios radicales, Namérica seguirá siendo la tierra de la desigualdad, de la violencia, las migraciones, las materias primas, las drogas, el machismo, la pobreza de tantos.

Suena antiguo, pero es difícil de negar” (p. 632)

No solo es totalmente acertado lo que dice, sino que es de aplicación universal. Es lo que sucede en todos los lugares en los que se necesita cambiar, es decir, prácticamente en todo el mundo, pero también reflejan, con bastante razón, el pesimismo de quién no atisba que algo así se esté produciendo.

No es demasiado importante, pero afea algo la edición los errores sobre las cifras del PIB que se dan en las páginas 25 y 28.

Un libro absolutamente recomendable y, desde luego, imprescindible para conocer a fondo la realidad de esa zona del mundo con la que compartimos idioma pero poco más; una zona que apenas se estudia en nuestra secundaria más allá del “descubrimiento” y la “civilización”. Además, un texto escrito con su particular estilo, por un periodista que no se casa con nadie, que si tiene que repartir culpas no se fija en la procedencia ideológica ni se arredra ante ella.

 

Martín Caparrós, Ñamérica.

 

 

 

jueves, 4 de noviembre de 2021

Gran descubrimiento


Efectivamente, digo que ha sido un gran descubrimiento el de este magnífico periodista salvadoreño, sin embargo, aunque no lo recordaba, ya había leído algo de él. En el conjunto de artículos que publicó Leila Guerriero como editora bajo el título de Los malos, hay uno, Miguel Ángel Tobar. El Niño y la Bestia, que estaba escrito precisamente por Óscar Martínez. De él anoté en el libro: “Magnífica narración. Lenguaje difícil a veces. Violencia. Te llega a dar pena un terrible asesino”. Es curioso pero estas frases las puedo repetir en el comentario al libro de hoy.

Y no es el único conocimiento del autor. En estos momentos estoy leyendo Ñamérica, el último, y otra vez espléndido, libro de Martín Caparrós. Ayer mismo eché un vistazo a los agradecimientos  y cuál fue mi sorpresa al encontrarme en el primer párrafo con el nombre de Óscar Martínez.

En definitiva, he leído un libro de alguien del que tienen alta consideración dos de los periodistas mejores que hay hoy en lengua castellana.

Entrando ya en el libro, lo primero que tengo que decir es que lo compré por el título. He escrito ya muchas veces en el blog lo mucho que me interesa el periodismo y todo lo que se escriba sobre él y, claro, este lo lleva ya en el título y con toda la razón porque de periodismo se habla en él todo el tiempo y, obviamente, de muertos, pero no de cualquier tipo de muertos, sino de aquellos producidos por la violencia policial a partir de “enfrentamientos” (eufemismo que utilizan para hablar de los asesinatos).

Martínez creó en el periódico El Faro junto con otros periodistas, alguno hermano suyo, la Sala Negra, esto es, un equipo que se encargaba de las investigaciones de los movimientos migratorios de los salvadoreños y otros centroamericanos hacia el norte y de las muertes que se producían principalmente de miembros de las diferentes pandillas del país.

En este libro lo que hace el autor es analizar la profesión periodística a partir de su propia práctica. Para ello cuenta en detalle varios casos en los que intervino y, al mismo tiempo, va incorporando reflexiones sobre la profesión en general y sobre su propio trabajo en particular.

Los casos son realmente terribles y Martínez los expone con toda su crudeza y sin ahorrar a veces detalles de la enorme violencia ejercida. Siendo esto muy importante, a mí lo que más me ha interesado es todo el conjunto de reflexiones sobre el trabajo periodístico, incluyendo la tremenda sinceridad con la que hace autocrítica de alguna de sus actuaciones, una autocrítica como no había visto hacer nunca. Tan es así que la magnífica reseña y entrevista que Patricia Simón publica en lamarea.com se titula: “Óscar Martínez, el periodista de la brutal honestidad”. 

A quien esté interesado en el contenido de la parte más narrativa del libro, le remito a la reseña mencionada. Por mi parte, prefiero centrarme en reproducir alguna de las frases del texto que hacen referencia a la profesión periodística:


“Entrevistar a un asesino no es proponerle: “Hable, diga su versión.” sino, como a todos, decirle: “hable, yo lo cuestionaré.” A todos: a las víctimas también, aunque esto guste poco y se aleje de las condescendencias buenistas” (p.43)

“A mí -y recalco ese “A mí”- no me importa mucho si un periodista lo hizo porque es un buscador de la justicia o porque quiere ser famoso. A mí me importa mucho si lo hizo bien.

(…)

Si alguien se quiere colgar una capa y excitarse viéndose en el espejo me parece un pendejo, no necesariamente un mal periodista.” (p. 45-46)

“Las señoras pueblerinas y los campesinos iletrados son fuente todos los días en noticieros, periódicos, radios. Los que casi nunca son fuente son los otros, los poderosos. Rara vez los cuestionamos, rara vez se dejan cuestionar, rara vez las cámaras entran a sus residencias con un propósito distinto a elogiar sus jardines y sus muebles. De alguna manera, el periodismo cuenta la historia desde las fuentes oficiales y los pobres.” (p.31)

“Nuestro trabajo no es estar en el lugar indicado a la hora indicada. Ese es el trabajo de los repartidores de pizza o de los trenes. Nuestro trabajo no es decir cosas. Nuestro trabajo son otros verbos: entender, dudar, contar, explicar, desvelar, revelar, afirmar, cuestionar. Ninguno de esos verbos se alcanza solo con lo que sale de la boca de un policía tras un “enfrentamiento”” (p. 26)

“Mentir no es parte del periodismo. Interpretar, sí: opinar, también, pero en todos los idiomas existen las palabras necesarias para decirle al lector que uno, en cuanto aquello, interpreta esto; y que, en cuento a lo otro, opina esto”. (p. 184)

“Es curioso, pero casi todo lo que este gremio reclama a los malos políticos lo imitan los malos periodistas. Estos verbos: inflar, distorsionar, descontextualizar, simplificar, inventar, minimizar, malograr. Mentir. Todos cunden en el oficio.” (p.40-41)


Esto es una breve muestra de las muchas e importantes afirmaciones que hace al autor y que, de alguna manera, le llevan a cuestionar determinadas actuaciones de sus colegas e incluso de él mismo. No las comento porque no creo que sea necesario.

Hay que advertir que al principio cuesta algo seguir el texto por la forma en la que lo estructura Martínez de la que, por otra parte, es plenamente consciente. No importa porque, poco a poco, se entra en él y se van descubriendo las diferentes historias que refiere.

Si digo que es un libro recomendable, creo que me quedo muy corto. Desde luego para quienes estén interesados en el periodismo es un texto imprescindible de un escritor al que me comprometo a seguir con mucha atención. De hecho ya he encargado alguna de sus anteriores publicaciones.

Para terminar otro fragmento que indica de qué tipo de persona se trata:

“Es curioso cómo la gente suele encontrar a Dios en la calamidad. Dios acostumbra a revelarse en las cárceles, guerras, bancarrotas y pandemias. Casi nunca se lo encuentra nadie en los campos de golf o en las casas de playa y los cócteles.” (p.219)

 

Óscar Martínez, Los muertos y el periodista.

 

 

 

 

 

jueves, 1 de julio de 2021

Un tema fundamental


Conozco a la autora por haber leído su libro Venezuela. Más allá de mentiras y mitos donde ya demostraba su capacidad de análisis y de salirse de lo trillado. También, desde hace unos meses, la escucho de vez en cuando en la tertulia de Julia Otero en Onda Cero donde tengo que reconocer que suelo compartir sus opiniones basadas por lo general en buenos análisis previos. Desde luego, no es alguien que oculte su ideología, pero al mismo tiempo sí es alguien que lo que dice tiene detrás información y datos.

En este libro se enfrenta a un tema que está adquiriendo gran relevancia en los últimos tiempos como es el uso de la ley para dar “golpes de estado” como indica el subtítulo del libro o para, en definitiva, alterar lo que democráticamente han decidido los ciudadanos.

El libro está dividido en dos grandes apartados. En el primero, Tirado, como doctora que es en Relaciones Internacionales y profesora de universidad, realiza un recorrido profuso sobre diferentes conceptos, sobre todo los de lawfare y guerra híbrida, relacionándolos, y esto es algo especialmente interesante, con el marco geopolítico. Quizá resulte demasiado prolijo y académico este recorrido, pero también es muy interesante y deja fragmentos como los que reproduzco a continuación:

  

“La guerra híbrida da libertad para actuar sin las restricciones propias de la guerra convencional (de ahí el concepto de “guerra irrestricta”) y, de hecho, los actores buscan “abrumar física y psicológicamente al adversario”. La lógica de la guerra híbrida de debilitar y desmoralizar política, militar, económica o socialmente al adversario y protagonizado por un actor débil sino por un estado extranjero encuentra uno de los ejemplos más paradigmáticos en el caso de la agresión estadounidense a Venezuela.” (p. 96)

 

“Se podría afirmar que la guerra híbrida es hoy el equivalente a la guerra contrainsurgente de ayer, Pero, en realidad, el cambio de nombre no debería confundirnos: la guerra híbrida, y el lawfare como parte de ella, no dejan de ser una guerra contrainsurgente contra la insurgencia simbólica (y material) de los pueblos que pretenden liberarse del imperialismo y el capitalismo en su fase neoliberal” (p. 204)

 

“(…) El lawfare desnuda el carácter de clase de la ley y de la justicia, que siempre ha estado ahí pero que pocas veces se visualiza con tanta nitidez debido a los veos interesados en quitar este elemento a la hora del análisis de nuestras democracias e instituciones” (p. 234)

 

Una vez establecido el marco teórico, en la segunda parte se centra en analizar cómo se ha aplicado el lawfare a diferentes situaciones en Latinoamérica (utilizo este término porque es el que se emplea en el libro; a mí me gusta más el de Sudamérica). En este apartado está lo más llamativo del libro y seguramente también lo más polémico. Explica, por un lado,  lo sucedido con la aplicación del lawfare en los casos de López Obrador, Lula, Cristina Fernández y Rafael Correa y, por otro lado, lo que llama la “guerra judicial ampliada” tal y como se ha aplicado en Paraguay, Honduras, Venezuela o a Evo Morales en Bolivia. Hay que tener en cuenta que la autora es también doctora por la UNAM de Estudios Latinoamericanos.

Como se puede apreciar, un conjunto de temas de enorme importancia e interés máxime vistos desde nuestro país en el que también se ha podido comprobar, y Tirado hace alusión a ello un par de veces, cómo se utiliza torticeramente la ley contra aquellos que “molestan” porque pretenden cambiar cosas que llevan más de cuarenta años perfectamente establecidas y asumidas por las elites dominantes.

Siendo como digo todos los temas relevantes, a mí en particular me han llamado la atención algunas cosas más concretas porque las desconocía. Así, por ejemplo, el uso que hacen los Estados Unidos de la extraterritorialidad en su lucha contra la corrupción, lo que cuenta sobre Transparencia Internacional o la persecución a la que sometió  Lenín Moreno a Rafael Correa. Y, en general, creo que una de las grandes aportaciones es la visión geopolítica que atraviesa cada análisis del libro.

Si tuviera que criticar alguna cosa lo haría con dos muy concretas: el exceso de discusiones meramente academicistas en algunos momentos de la primera parte y, dado el importante papel que otorga a la participación de los medios de comunicación en todas las maniobras que se mencionan, la poca información que, salvo en el caso de Argentina, ofrece. Creo que en estos momentos la gran batalla política e ideológica está, precisamente, en los medios y por eso es tan importante desenmascararlos siempre que haya una oportunidad.

En cualquier caso, se trata de un libro muy recomendable, en el que se aprenden muchas cosas e incluso algunas se podrían discutir (pienso en algunos casos de corrupción efectiva de algún mandatario). Libros así son hoy más necesarios que nunca y creo que no estaría mal que se empezasen a analizar posibles casos en Europa.

Hay una interesante entrevista de Toni Mejías con Tirado en blogs.publico.es

 

Arantxa Tirado, El lawfare. Golpes de estado en nombre de la ley.