domingo, 31 de marzo de 2019

“Gracias a todos”: Nuevas citas XIII


Hace ya siete años que autoedité Gracias a todos en el que recogía la mayoría de las citas que había ido recopilando hasta entonces. En este tiempo he seguido con mi vieja costumbre y he pensado que sería una buena idea publicarlas en el blog organizadas por temas, con algún comentario si se tercia, tal y como hice en el libro.


Intelectual

“¿Cuál es la definición de intelectual? Un intelectual es aquella persona para la cual los problemas políticos son, ante todo, problemas morales”.
Max Aub citado en
Gregorio Morán, El cura y los mandarines


Ironía

Pero el ingenio o la ironía para un chico como el Sueco es como si le sujetaran su columpio, pues la ironía es un consuelo humano y está fuera de lugar cuando uno se desenvuelve como un dios.
Philip Roth, Pastoral americana


Ironía, optimismo, edad

En un mundo ideal un joven no debería ser irónico. A esa edad, la ironía impide el crecimiento, atrofia la imaginación. Lo mejor es empezar la vida con un estado mental alegre y abierto, creyendo en los demás, siendo optimista, franco con todo el mundo en todo. Y después, cuando llegas a entender mejor las cosas y a las personas, desarrollar un sentido de la ironía. La progresión natural de la vida humana va del optimismo al pesimismo, y un sentido de la ironía ayuda a atenuar el pesimismo, ayuda a producir equilibrio, armonía.
Julian Barnes, El ruido del tiempo


Juventud

-No lo sé. ¡Las mujeres de cuarenta años se resignan tan fácilmente! Nosotros los jóvenes tenemos que protestar, aunque sea para nada. Tal vez porque nuestras fuerzas están intactas aún, porque la vida todavía no nos ha machacado. Aunque no ignoremos que es dura, tenemos ganas de afrontarla, ver hasta dónde puede llevarnos, aunque no sea más que para medir nuestras fuerzas. ¿Lo comprendes?
Marie Vieux-Chauvet, Amor, ira y locura


 Laico (Estado)

Laico es el Estado que, desde el respeto de las normas jurídicas, nos permite llevar nuestra existencia como mejor nos parezca, como nos dé la gana, a la luz de nuestras propias elecciones en conciencia.
Alain Finkielkraut, La identidad desdichada


Lectura

Los optimistas están convencidos de que leyendo libros combaten su ignorancia, los realistas sólo están seguros de su ignorancia. El conocimiento o la falta de conocimiento es lo que de verdad distingue a las personas. La edad, el dinero, el aspecto no importan nada: la verdadera diferencia es ésa.
Giorgio Faletti, Apuntes de un vendedor de mujeres


Le entristecía no tener ningún conocimiento profundo de nada en particular; salvo, tal vez, del 1066, puesto que había releído muchas veces Año decisivo. Se dijo que debía leer más libros para adquirir un bagaje de la vida y del mundo. Anotó para sí: “Adquirir bagaje”.”
Peter Kocan, Aires nuevos
  

“Y cuanto más reflexionaba, más reconocía que nuestro mundo espiritual se compone de millones de mónadas de impresiones individuales, de las que sólo un número ínfimo procede de lo contemplado y experimentado, mientras que todas las demás las debemos a los libros, a lo leído, a lo transmitido, a lo aprendido.”
Stefan Zweig citado en
Volker Weidermann, Ostende 1936, el verano de la amistad


Había pasado buena parte de la infancia y de la juventud encerrado en una celda con un libro. Lo que pensaba del mundo era el reflejo de lo que había leído: la lectura llenaba el vacío que normalmente se reserva a la familia y a la comunidad.
Edward Bunker, La educación de un ladrón

 
Deberíamos leer menos, afirmó Z. con mal humor. A su modo de ver, leer era una mala costumbre, tan perjudicial para la salud como el tabaco. “Si me hubiera dedicado a pensar en lugar de hojear libros o incluso periódicos”, prosiguió, “probablemente me habría vuelto más inteligente.”
H.M. Enzensberger, Reflexiones del señor K. o migajas que dejaba caer, recogidas por sus oyentes
  

Leer es buscar. Leer es buscarse. Siempre.
Alberto Barrera Tyszka, Patria o muerte
  

“¿Para qué sirve una novela? Hay una forma de responder que incomoda a escritores y críticos por igual, pero que no por ello es menos verdadera: para vivir las vidas que no tenemos. Para observar aquello que no podríamos atisbar de otra manera. Para romper el drástico aislamiento que nos separa de los otros. Para sentir, por un instante, como sienten los otros. Para imaginar, por un instante, la vida de los otros. Para ser, por un instante, otros.”
Jorge Volpi en el Prólogo a
Masuji Ibuse, Lluvia negra
  

Leer –literatura- restaura nuestra dignidad y nuestro rostro original, humano, el que existía antes de verse empañado y difuminado entre las masas. Antes de que fuéramos expropiados, nacionalizados y vendidos al por mayor al peor postor.
David Grossman, Escribir en la oscuridad
Pero en este momento leer se relaciona cada vez más con una cultura en vías de disolución. No desaparición sino disolución: la manera en que un sólido se disuelve en un líquido, en que sigue estando ahí pero sin una presencia distintiva.
La letra escrita, está claro, no es la forma hegemónica de narrar en estos tiempos. Pero sigue siendo una forma que unos cuantos buscan.
Martín Caparrós, Lacrónica


Leer, por lo pronto, es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más intelectual.
Jorge Luis Borges, Historia universal de la infamia


Está bien haberlo leído todo de un autor y releerlo ociosamente, como quien deambula por una casa familiar.
Emmanuel Carrère, Conviene tener un sitio adonde ir


(…) los lectores aprenden a ponerse en la piel del otro a través de los personajes de las narraciones; la actitud empática que surge de la lectura contribuye decisivamente al desarrollo de un sentido más profundo de la justicia.
Ignacio Sánchez-Cuenca, La superioridad moral de la izquierda



Lectura, libro

La lectura altera la apariencia de un libro. Una vez leído, ya nunca parece el mismo; la gente deja su impronta individual en un libro que ha leído. Uno de los placeres de la lectura es percibir esa alteración de las páginas y el modo en que, leyéndolo, te apropias del libro.
Paul Theroux. El viejo Expreso de la Patagonia



Lectura, Literatura, Educación,

-        Usted trabaja en educación, me imagino.
-        Doy neerlandés en secundaria.
-        Eso me temía. En su pregunta detecto la otra gran confusión, a saber: que hay que conseguir que los jóvenes, o los mayores, o los minusválidos, o los vegetarianos, lean. Eso no es necesario en absoluto. No tenemos que querer conseguir que nadie lea, del mismo modo que no tenemos que conseguir que vayan al cine, escuchen música, practiquen sexo o beban alcohol. Un instituto no es lugar para la literatura; su sitio está más bien en la lista que acabo de enumerar; con el sexo y las drogas, con todas las cosas que disfrutamos sin que nos obligue nadie. ¡Lecturas obligatorias!¿Cómo se les ocurre algo así?
Herman Koch, Estimado señor M.


Lectura, libros

Las grandes bibliotecas públicas han sido la base de la educación y la cultura del siglo XIX y de muchos genios del siglo XX. Pero tener una colección de libros propios, que te pertenecen, que no se tienen  en préstamo, es crucial. ¿Por qué? Porque es esencial leer lápiz en mano.
George Steiner, Un largo sábado. Conversaciones con Laure Adler


Lectura, escritura

Me sorprenden personas que quieren ser periodistas y no leer: como un aprendiz de pianista que se jactara de no escuchar música. No se puede escribir si haber leído demasiado; no se puede pensar –entender, organizar, hablar- sin haber leído demasiado.
Martín Caparrós, Lacrónica


Lectura, libro

Pero un libro es una sugerencia de conversar: una persona le habla a otra y en ese intercambio el sonido audible es o debería ser natural. Así que yo leía en voz alta, teniéndome como público, y daba voz a las palabras de otro.
Teju Cole, Ciudad abierta


Lectura, Escritura.

Para aprender, un escritor debe vivir más que leer. Para entretenerse, un escritor debe escribir más que leer. Así podrán surgir libros que el público lea para aprender y entretenerse.
Karl Kraus, Dichos y contradichos


Interesante la idea de ironía de Barnes. Para pensarla.
Ojalá la juventud actual se aplicase esta idea, aunque ya sé que no lo tiene fácil.

Es muy grande la cantidad de citas relacionadas con la lectura, tanta que he preferido hacer otro grupo con los que se refieren sobre todo a los libros aunque no siempre es fácil diferenciar ambos conceptos. De todas formas he dejado aquí algunos que tocan más de un término.

Efectivamente, como dice Zweig, la mayor parte se lo debemos, o yo al menos se lo debo, a los libros.
La idea de Bunker responde a una experiencia personal interesante. Mi caso es muy distinto pues apenas leí en mi juventud.
El señor Z siempre provocando, pero ¿se puede leer sin pensar?
Magnífico el resumen que hace Volpi.
Estoy entre los que buscan, y de qué manera. Caparrós es, además,  uno de los grandes responsables de lo que me gusta el género que practica.
Puede que tenga razón Borges, pero a mí me hubiera encantado saber escribir.
Totalmente de acuerdo con Carrère aunque soy poco “relector”.
Lo que dice Theroux lo he notado en más de una ocasión y esta es una de las razones por las que no me veo leyendo con ebook, al menos mientras la vista me lo permita.
Lo de Koch es un tema que siempre se discute en los institutos y sobre el que no es fácil ponerse de acuerdo ni terminar de saber qué es lo mejor, desde luego la obligatoriedad no ayuda mucho, pero tampoco está mal que los jóvenes lean algo.
“Lápiz en mano”, lo hago ¡hasta con las obras de ficción!


sábado, 30 de marzo de 2019

Criticando a los modernos



Me gustó mucho el libro que Lenore dedicó a la movida madrileña y la crítica que en él se contenía sobre esa época y sobre cómo se había utilizado políticamente. Ahora ha leído este dedicado también a una época concreta que fue publicado en 2014 y es, por tanto, anterior en varios años al dedicado a la movida.
El tema de los hípsters me interesa relativamente. Está muy lejos de mí tanto por la edad, como por la situación geográfica y los intereses vitales. Sin embargo, he oído esa expresión tantas veces que tenía ganas de enterarme un poco de qué iba el tema.
Tengo que decir, como advertencia previa, que lo que realmente me interesa son los aspectos sociológicos y políticos y no tanto los culturales. En este sentido, hay páginas y páginas de este libro de las que no he entendido absolutamente nada. El autor es crítico musical y mi desconocimiento de la música de estas épocas es enciclopédico. Escucho música a diario, pero siempre se trata de jazz y, de vez en cuando, música clásica. No solo desconozco los diferentes grupos o solistas que se mencionan sino también la mayoría de los conceptos que se utilizan. No obstante, hay suficientes aspectos descriptivos de una época y críticas a la misma que el libro en su conjunto me parece realmente interesante. Hay incluso un capítulo, el 9, en el que bajo el título de Por qué nos hacemos hípsters lo que hay es una fuerte autocrítica.
Reproduzco una serie de fragmentos que explican bien de qué tipo de crítica se trata:
 
 “Ambas culturas, la hispter y la yupi, se parecen porque son mecanismos de distinción. También comparten valores como el culto a la independencia (frente a las relaciones colectivas), el refinamiento estético (frente al compromiso político) o el apoyo a la meritocracia (frente a la lucha por la igualdad).” (p. 32)

 “Quien se mueve entre modernos de Madrid y Barcelona sabrá que impera una enorme tolerancia hacia comentarios del tipo “no puedo quedar para ver el fútbol porque hoy vienen los panchitos a traerme los muebles”, “me han robado en las Ramblas, pero no un marroquí, sino alguien normal” o “yo no voy a la piscina pública porque se ha llenado de peruanos” (todas son literales y las he escuchado personalmente).” (p. 72-73) (Este texto inicia un epígrafe titulado Racismo hípster.)

“La creación de una cultura pop premium (más cara, estirada y con los medios de comunicación de su parte) funciona como herramienta para legitimar el clasismo. El Sónar es un festival pijo de Barcelona, lo cual siempre da derecho al triple de atención mediática que a Monegros, que se celebra en Huesca y suele atraer público de clase trabajadora.
(…)
En realidad, el PSOE fue experto en desactivar cualquier tipo de cultura realmente popular, empezando por las fiestas patronales, que privatizaron y trasladaron a pabellones deportivos alejados de los barrios.” (p. 85)

“No creo que sea casualidad que la década más glamurizada por los hípsters sea la de máxima derrota y desorientación de la izquierda. (…) Básicamente, fueron años del capitalismo rampante, El Fin de la Historia y de partidos socialistas europeos adoptando de manera entusiasta el credo neoliberal.” (p. 135)

“La mayoría de la prensa cultural es reaccionaria porque se concibe como un escaparate de la industria, pero también por su pasividad para cuestionar el modelo político, incluso en momentos de emergencia social como el que vivimos.
Una de las razones principales para meterme en este libro era poner por escrito que apuntarse a la cultura indie, hípster o moderna no me parece un signo de sofisticación, sino de paletismo.” (p. 150-151)

Como se puede apreciar bien en estos ejemplos, Lenore realiza una crítica fundamentalmente política y me atrevería a decir que ideológica de este movimiento o momento cultural.
Esta dura crítica que, como decía antes, no está exenta de la correspondiente autocrítica, hace que no sea precisamente bien recibida en algunos sectores. Así, por ejemplo, David Morán escribe sobre el libro en rockdelux.com (revista en la que, precisamente, escribía antes Lenore):

“Esto es intentar colar como ensayo cultural un artículo de opinión más o menos extenso, con argumentos tan peregrinos como que en los supermercados pijos de Madrid suena Nouvelle Vague (…) o que todos los conocidos del autor aprovechan las escapadas a festivales indies para visitar el centro de arte contemporáneo de la ciudad y engullir el menú degustación del restaurante de moda.
(…)
firma un libro que es poco más que una endeble coraza teórica para justificar su renacer como azote de lo independiente.”

Sin embargo, Carlos Prieto, colega cuando se publica el libro, dice en elconfidencial.com:

“(… )ndies, hipsters y gafapastas es también un libro beligerante que va a levantar ampollas: Lenore reparte mandobles a diestro y a siniestro (la lista de grupos, escritores, directores y medios de tendencias vapuleados en el ensayo es demasiado extensa como para comentarla con detalle). Toda una rara avis, por tanto, en el contexto del periodismo cultural cañí, más amigo de la reseña promocional y la obsesión con las tendencias que de los enfoques conflictivos.”
Reseña que termina con: “En dos palabras: haciendo amigos.”
(Subrayado en el original.)
  
Como se ve, estamos ante un texto que da para mucho debate en el que, por lo dicho al principio, no me atrevo ni a participar ni a adoptar ninguna postura aunque creo que sí debe de tener razón el autor en más de una de sus críticas. De hecho me he quedado espantado cuando en la página 56 habla de la revista Naif como de “revista de tendencias para modernos de cero a doce años.”
De todas formas tengo la impresión de que estos temas ya deben de estar un poco pasados de moda dado lo efímero que se vuelve todo en una época de tan gran aceleración histórica como la que vivimos.
Algo que me ha chocado desfavorablemente es la confusión en varias ocasiones del “por qué” con el “porque”. Me extraña además encontrarlo en un libro editado por Capitán Swing que suele cuidar bastante estas cosas.

Víctor Lenore, Indies, Hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural.







viernes, 29 de marzo de 2019

Otro interesante escritor francés




No me canso de descubrir escritores franceses. Como he dicho ya en varias ocasiones en el blog son los que están haciendo obras más originales y, además, muy bien escritas. Tienen también la virtud, al menos para mí es una virtud, de escribir novelas no demasiado extensas, pero en las que son capaces de contar cosas importantes.
En este caso se trata de un escritor con bastante obra publicada e incluso alguna premiada y, sin embargo, creo que esta es la primera vez que se traduce al castellano.
De esta novela ha dicho Ian McEwan : “La “banalidad del mal” encuentra su más desnuda y bella expresión en esta estremecedora, concisa y extraordinaria novela”. (Reproducido por la editorial en la contraportada).
Calificativos muy bien escogidos. Concisión porque cuenta la historia en apenas 117 páginas; estremecedora porque lo es la situación que se crea y los diálogos entre los tres personajes protagonistas; y extraordinaria por lo bien que está narrada y regulada la creciente tensión.
Según la iba leyendo (lo que he hecho prácticamente de una sentada) me iba pareciendo más y más una obra de teatro. Apenas dos escenarios, tres personajes principales y dos secundarios aunque, eso sí, bastante relevantes; muchos diálogos y un ritmo tranquilo que ve llevando la tensión hasta el final.
La historia de forma muy resumida es esta: tres soldados alemanes, durante la Segunda Guerra Mundial, que están destinados en un pueblo de Polonia en un destacamento que se dedica a fusilar judíos, obtienen un permiso de su oficial para salir de “caza” y no fusilar mientras tanto; descubren a un judío escondido en el bosque, lo detienen,  y se refugian en una casa porque tienen frío –están en pleno invierno- y hambre; allí se dedican a preparar una comida momento en el que aparece un polaco que, por señas, les plantea compartirla y les ofrece aguardiente a cambio. Nada especialmente dramático, pero es que tienen que llevar al judío “cazado” al destacamento.
Un tema interesante que hace que esta obra sea, en palabras de Cristina Monteoliva en su buena reseña para laorilladelasletras.blogspot.com: “(…) una magnífica novela para comprender que los bandos son cosa de los poderosos y que muchos soldados son esclavos de sus decisiones. Una obra en la que comprender lo difícil que es pensar en la supervivencia ajena cuando se lucha por la propia.”
Porque, efectivamente, de lo que trata es de cómo resolver la tensión entre el interés personal y las ideas morales.
Una novela corta muy recomendable por el tema y en gran medida por el tratamiento que le da Mingarelli del que espero que se traduzca alguna obra más.

Hubert Mingarelli, Una comida en invierno. Traducción Laura Salas Rodríguez.

miércoles, 27 de marzo de 2019

Novela sobre los reporteros



Soy un lector apasionado de libros de reportajes escritos por buenos periodistas. He leído todo lo traducido del gran Kapuscinski -por cierto qué gran título ha escogido Lobo para su primera novela-, casi todo lo escrito por otro grande como es el caso de Martín Caparrós y también, por supuesto, de varios periodistas españoles de la vieja escuela como Vicente Romero o el mismo Lobo y últimamente no me pierdo un libro de los más jóvenes Mikel Ayestaran y Xavier Aldekoa que están haciendo un magnífico trabajo.
Todo esto viene a cuento para significar que tanto el autor como el tema del libro me apetecían mucho. Hace unos tres años tuve ocasión de leer el último libro de Lobo, Todos náufragos, esa mezcla de memorias con un poco de todo en el que el autor demostraba que era capaz de escribir algo diferente a los reportajes,  y de hacerlo además de con una magnífica escritura, con una gran sensibilidad y me atrevería a decir que valentía.
Pero vayamos a la novela. Pronto aparece la siguiente reflexión del autor:
“El reportero que decide ir a una guerra no es consciente de la letra pequeña. Está ¡deslumbrado por la fuerza narrativa de la historia, se siente inmortal. Si el jefe le dice, te vas a Ruanda, o a Chechenia, el reportero pierde el coraje de pronto. Surgen los sudores fríos, la inseguridad. No es solo el medio físico a perder una pierna, un brazo, la vida entera. Es el temor a no saber contar la historia.” (p. 92)
La traigo aquí a colación por esta última frase que me gustaría ligarla precisamente con la primera que aparece en el libro después de la dedicatoria: “Este es un libro de ficción; el tiempo dirá si llega a novela.”
Tengo la sensación, basada también en algún que otro tuit de Lobo, de que no las tenía todas consigo, de que había mucho respeto y algo de miedo ante la publicación de su primera obra de ficción. No sé lo que dirá la crítica especializada, y de hecho tampoco me importa, a mí desde luego me ha parecido un libro magnífico más allá de cualquier clasificación de género. No obstante, también encuentro que tiene algún que otro defecto.
La historia cuenta los avatares de sus tres principales protagonistas,  un reportero, su fotógrafo acompañante y una fotógrafa, a lo largo de un extenso período de tiempo que abarca desde 1983 a 2012 y un amplio abanico de conflictos internacionales desde los Balcanes al principio hasta Libia y Siria al final, pasando por  Ruanda, Kabul o Irak. De vez en cuando aparecen también los momentos de descanso en París y, sobre todo, Londres.
Este extenso recorrido es una de las grandes virtudes de la novela al ponernos en contacto con algunos temas un tanto olvidados y ofrecer una buena información, pero aquí está también, en mi opinión, su principal defecto que no es otro que centrarse demasiado en los contenidos propiamente periodísticos y dejar un poco de lado las historias de sus protagonistas. En este sentido creo que a veces hay un exceso de nombres y hechos, algo bastante típico de un reportaje periodístico, y falta un mayor tratamiento de las ideas, reacciones y sentimientos de los personajes.
Evidentemente, toca temas tremendamente importantes como el uso de la violación como política por parte de las tropas serbiobosnias o la vida de las mujeres afganas, aquí con una interesante visión sobre el burka. Desde otro punto de vista me parecen muy esclarecedoras las páginas que dedica a la crisis de los medios a partir del año 2008 (creo que aquí la base es su propia experiencia). Así, por ejemplo, el siguiente fragmento:

“Se esfumaron las historias complejas que trataban de explicar un mundo complejo. Lo intrascendente reemplazó a lo importante, la prisa a la paciencia, la nada desplazó al todo. Los medios se inundaron de historias banales de titulares picantes sobre personajes irrelevantes. Expulsaron de las redacciones a  los veteranos y a los insumisos. Primaba la obediencia debida.” (p. 192)

Menciono temas, pero no he dicho nada sobre los personajes, ni siquiera sus nombres. Hay una interesante entrevista de ClaraMorales con el autor, en infolibre.es, en la que este comenta en quién se ha basado para construirlos y a la que remito al lector interesado.
Es una novela que se lee con enorme interés y en algunos momentos con emoción. En la que pasan muchas cosas que, además,  están muy bien contadas; en este sentido el penúltimo capítulo, que se desarrolla en Mogadiscio en 2012, me parece magnífico por la gran capacidad de Lobo para narrar unos momentos tan intensos tanto por la acción exterior como, sobre todo, por lo que pasa en el interior de los personajes.
Volviendo al principio, no sé si estamos ante una novela, e insisto que ni me importa, pero sí que estamos ante un texto magnífico que merece la pena leer y pasado un tiempo releer. Un verdadero homenaje a la profesión.

Ramón Lobo, El día que murió Kapuscinski.

martes, 26 de marzo de 2019

Pequeña decepción




Hace poco más de un mes hacía en el blog el comentario de Apegos feroces, el anterior libro de Gornick y del que según algunos críticos este es la continuación. Creo que esto ha supuesto un hándicap para el que hoy comento porque es bastante inferior en casi todo excepto en que mantiene la buena escritura de la autora.
Dice Begoña Méndez en su reseña en elcultural.com:
“No hay aquí afectos feroces ni escritura despiadada, sino la memoria elegantísima de una señora muy sabia que ama Nueva York y que ha aprendido a vivir en el apego desinteresado y en la compasión de sí y de los otros.”
Creo que es en esa falta de “escritura despiadada” donde reside la gran diferencia con su anterior novela. Nuevamente estamos ante unas memorias y unos recorridos por la ciudad de Nueva York, pero en este caso a la madre la sustituye Leonard, un peculiar amigo con el que dialoga siendo estas conversaciones los mejores momentos del libro. Otra carencia importante, y que supone la otra gran diferencia con el anterior texto, es la ausencia de personajes tan característicos como: su madre, su vecina, varios habitantes del barrio, los maridos y exmaridos, los amantes, etc.
En el fondo todo obedece a que ahora no son tanto unas memorias como un conjunto de escenas o relatos breves, -algunas verdaderos sketches que, por su duración y su sentido del humor, me atrevería a calificar de chistes-, escenas por las que pasan personajes muy variopintos como por ejemplo una trotskista nonagenaria que le cuenta cosas de su mal marido pero buen amante; junto a ello va introduciendo de vez en cuando algunas reflexiones sobre temas como la amistad o el amor; tampoco faltan algunos breves comentarios sobre alguna historia relacionada con algún escritor (así, por ejemplo, lo que escribe sobre Henry James y su posible influencia sobre el suicidio de una amiga); evidentemente no podía faltar la presencia de su madre, si bien lo hace en muy pocas ocasiones y en alguna, además, como recuerdo. Eso sí, cuando aparece es capaz de sacar lo mejor de Gornick como se puede apreciar en el siguiente fragmento:
“Intenté por todos los medios que mi madre fuera feminista, pero esta mañana compruebo que, para ella, nada es más importante en este mundo que la lucha de clases. No importa. Al final, para sentirse estimulado, una cosa es tan buena como la otra.” (p. 121)
Un libro que a pesar de lo que critico merece la pena leer porque es una visión siempre original, muy personal y magníficamente escrito. Además, para quien conozca los espacios por los que se mueve en la ciudad de Nueva York seguro que supone un aliciente más.
Hay una reseña de Marc Peig muy completa y con un enfoque más positivo del libro en unlibroaldia.blogspot.com.

Vivian Gornick, La mujer singular y la ciudad. Traducción Raquel Vicedo.

viernes, 22 de marzo de 2019

Citas últimas lecturas


Memoria

La abuela me enseñó: La memoria es como la lengua, siempre va a la muela que más duele”.
Guillermo Saccomanno, Situación de peligro citado en
Claudia Piñeiro, Un comunista en calzoncillos


Matrimonio

Es normal sentir compasión por los matrimonios, especialmente por los matrimonios que comienzan a acumular años de vínculo conyugal, porque todos sabemos que el matrimonio es la más terrible de las instituciones humanas, pues requiere sacrificio, requiere renuncia, requiere negación del instinto, requiere mentira sobre mentira, y a cambio de la paz social y la prosperidad económica.
Manuel Vilas, Ordesa


Literatura

Se escribe una cosa u otra según sea el papel, la mano, el boli, la pluma o el ordenador o la máquina de escribir. Porque la literatura es materia, como todo. La literatura son palabras grabadas en un papel. Es esfuerzo física. Es sudor. No es espíritu. Basta ya de menospreciar la materia.
Manuel Vilas, Ordesa


Dinero

Pero al final un divorcio, en el capitalismo, acaba reducido a una lucha por el reparto del dinero. Porque el dinero es más poderoso que la vida y que la muerte y que el amor.
El dinero es el lenguaje de Dios.
El dinero es la poesía de la historia.
El dinero es el sentido del humor de los dioses.
Manuel Vilas, Ordesa


Edad, Vejez

El envejecimiento es nuestro futuro. Lo disfrazamos con palabras como “dignidad”, “serenidad”, “honestidad”, “sabiduría”, pero cualquier anciano renunciaría a esas palabras con tal de que le quitaras cinco años de encima, o incluso cinco meses.
Manuel Vilas, Ordesa


Enseñanza, profesor

Los institutos españoles de enseñanza media eran edificios sin gracia, construcciones deficientes, con pasillos ingrávidos, con aulas frías en los inviernos y tórridas ya incluso en las primaveras. Las tizas, las pizarras, la sala de profesores, las fotocopias, el timbre sonando al término de la clase, el café con los compañeros, las tapas defectuosas, mal cocinadas, los bares sucios.
(…) Y aquellos compañeros enloquecieron de medianía y adocenamiento y humillaban y despreciaban a sus alumnos. Aquellos chicos eran humillados y ofendidos por los profesores, esos mediocres con rencor hacia la vida. No todos eran así. Había profesores que amaban la vida e intentaban transmitir ese amor a sus alumnos. Es lo único que debe hacer un profesor: enseñar a sus alumnos a amar la vida y a entenderla, a entender la vida desde al inteligencia, des de una festiva inteligencia; debe enseñarles el significado de las palabras, pero no la historia de las palabras vacías, sino lo que significan; para que aprendan a usar las palabras como si fueses balas, las balas de un pistolero legendario.
(…) Están mucho más alienados los profesores que sus alumnos. Oía insultar a los alumnos en las juntas de evaluación, castigarlos por cómo eran, suspenderlos en sádicos ejercicios de poder. Ah, el sadismo de la enseñanza. Los alumnos son chicos jóvenes, están nuevos. Los profesores españoles se rasgan las vestiduras porque sus alumnos no saben tal o cual cosa. No sé, no saben quién fue Juan Ramón Jiménez o cómo resolver integrales o cuál es la fórmula del anhídrido carbónico y cosas así. No se dan cuenta de que lo que a ellos les parece importante no es más que una convención, una construcción cultural, un acuerdo colectivo que a sus alumnos, simplemente, no les interesa. Los chicos no están alienados bajo esas grises convecciones. Ven esas convecciones como las vería un extraterrestre. Nadie censuraría a un extraterrestre por no conocer nuestros tópicos y nuestras supersticiones sobre la historia, la ciencia y el arte. Ellos son de otro mundo, los chicos de 15 años ya son de otro sitio.
Manuel Vilas, Ordesa


Edad,Vejez

Los viejos hambrientos poseen cuerpos que ya no funcionan, que solo gastan comida, como los coches que queman aceite; coches de alto consumo y bajo rendimiento.
Así son los viejos, alto consumo y bajo rendimiento. Eso es envejecer.
Manuel Vilas, Ordesa

jueves, 21 de marzo de 2019

El auge del autoritarismo


Este es el cuarto libro que leo de este gran investigador e intelectual estadounidense catedrático de Historia en Yale. Lo conocí por su colaboración con Tony Judt  en Pensar el siglo XX, y después por otros dos libros magníficos, comentados ya en el blog, uno sobre la represión de Hitler y Stalin y otro sobre la tiranía en el que se dedica a explicar cosas que se pueden hacer para combatirla. Pongo estos antecedentes para ver de qué tipo de intelectual se trata, es decir, de alguien preocupado por la democracia y la libertad.
Precisamente de esto va este libro, de su preocupación por el proceso, camino, que se ha puesto en marcha hacia el autoritarismo. Proceso que se ha iniciado en la Rusia de Putin para irse extendiendo desde allí tanto a Europa como a los Estados Unidos.
Snyder desgrana los temas de los diferentes capítulos del libro con su fecha correspondiente: “el regreso del pensamiento totalitario (2011); el desmoronamiento de la política democrática en Rusia (2012);  el asalto ruso a la Unión Europea (2013); la revolución de Ucrania y la posterior invasión rusa (2014); la difusión de la ficción política en Rusia, Europa y Estados Unidos (2015); y la elección de Donald Trump (2016).” (p 21)
Un programa como se puede apreciar muy completo de lo sucedido en los últimos años. Para hacer su estudio el autor utiliza una inmensa cantidad de fuentes debido a su gran conocimiento de los idiomas en que están escritas. Algo por otra parte habitual en toda la obra de Snyder.
Por todo ello, en palabras  Rafael Núñez Florencio en elcultural.com:

“Estamos pues ante un libro sugestivo y estimulante pero que, pese a su relativa brevedad, requiere esfuerzo. La labor de investigación de Snyder es impresionante. Su erudición apabulla, lo mismo que su rastreo en los más diversos archivos del este europeo, sin que la diversidad lingüística constituya en apariencia para él obstáculo alguno.” (Subrayado en el original)

También es interesante lo que afirma Pedro Rodríguez en su reseña en blog.realinstitutoelcano.org :

“(…) es un análisis tan elocuente como deprimente que ronda la categoría de lectura obligada para todos aquellos interesados en comprender la actual crisis política que no conoce fronteras.” (Reseña muy recomendable porque hace un gran resumen de las principales ideas del libro)

De estas citas quiero destacar dos ideas que me parecen muy relevantes. Por un lado, el esfuerzo que requiere su lectura, lo que también colabora a hacerla más estimulante. Desde luego el primer capítulo en el que explica las ideas del filósofo ruso Iván Ilyin, que tanta influencia tiene sobre Putin, a mí me ha resultado particularmente complicado. Por otro lado, es un análisis que por lo demoledor y documentado resulta no solo deprimente sino profundamente desmoralizador.
De un libro así se pueden escribir muchas cosas. Para un recorrido más completo sobre su contenido recomiendo cualquiera de las dos reseñas mencionadas antes; yo prefiero centrarme en algunos aspectos que o me han sorprendido o me parece que reflejan muy bien cosas que ya están pasando en nuestro país. Para ello voy a utilizar fragmentos sacados directamente del texto de Snyder.
Sorprenden cosas como estas:

“Los fascistas rusos y europeos debatieron la posibilidad de fundar un “consejo antifascista”. Negaron la invasión de Ucrania, pese a que estaban reunidos en una ciudad que Rusia se había anexionado, negaron que Rusia estuviera combatiendo todavía en el este de Ucrania, pese a que, entre los invitados había jefes militares rusos que habían dejado el campo de batalla para asistir.” (pág. 190-191)

“Apodado en Rusia el “oligarca ortodoxo”, Malofeyév era un activista antisodomía y un imperialista ruso declarado. Decía: “Ucrania forma parte de Rusia. No puedo considerar al pueblo ucraniano como no ruso.” Rusia tenía que salvar a Ucrania de Europa porque, de no hacerlo, los ciudadanos ucranianos “tendrían que propagar la sodomía como norma en la tradicional sociedad ucraniana”. Nada de esto era verdad. Malofeyév estaba expresando el propósito de la política rusa: decir que Europa era la civilización enemiga, la homosexualidad era la guerra y Ucrania era el campo de batalla.” (pág. 133)


“Es muy probable que la mayoría de los votantes estadounidenses estuvieran expuestos a la propaganda rusa. Resulta significativo que Facebook cerrara 5,8 millones de cuentas falsas justo antes de las elecciones, en noviembre de 2016. Dichas cuentas se habían utilizado para promover mensajes políticos. En 2016, alrededor de un millón de páginas de Facebook utilizaron una herramienta que les permitía generar artificialmente decenas de millones de “me gusta” y, de esa forma, impulsar ciertas historias, a menudo mentiras, hacia los canales de información de los estadounidenses incautos. (…)
Más tarde, la empresa dijo a los inversores que había habido hasta sesenta millones de cuentas falsas. (…)
En todo Estados Unidos, los votantes probables de Trump recibieron mensajes a favor de Clinton publicados en páginas supuestamente musulmanas. (pág. 219-220)

Este es por una parte el nivel de las ideologías que se han puesto en marcha y por otra el de los medios para conseguir sus objetivos.
Por lo que se refiere a semejanzas con lo que pasa por aquí creo que es suficiente con este par de muestras:

“Durante la campaña electoral (en Alemania) de 2017, las redes sociales patrocinadas por Rusia calificaron a la inmigración de peligrosa, a la clase política de cobarde y mentirosa, y a AfD (AlternativefürDeutschland) como la salvación de Alemania” (pág. 194)

“Es fácil ver el atractivo de la eternidad para unos hombres ricos y corruptos que controlan un Estado sin ley. No pueden ofrecer el progreso social a su población, así que tienen que encontrar otra forma de movimiento. En lugar de hablar de reformas, los políticos de la eternidad señalan amenazas. En lugar de presentar un futuro con posibilidades y esperanzas, ofrecen un presente eterno con enemigos definidos y crisis artificiales. Para que eso funcione, los ciudadanos tienen que poner de su parte y acercarse también a los políticos de la eternidad. Desmoralizados por su incapacidad de cambiar su situación en la vida, deben aceptar que el significado de la política no reside en las reformas institucionales, sino en las emociones diarias. Deben dejar de pensar en un futuro mejor para sí mismos, sus amigos y sus familias, y preferir la invocación constante de un pasado orgulloso” (pág. 247)

Desde otro punto de vista más concreto hay otras cosas también muy interesantes. Así, asistir a todo un mundo ideológico ruso totalmente desconocido, ver la función complementaria de una televisión como el canal ruso RT, asistir a la creación de algunas fakenews, conocer mejor el sistema electoral estadounidense o empezar a entender algo de lo que ha pasado en Ucrania.
Es cierto que a veces el exceso de información hace que se corra el riesgo de que “los árboles impidan ver el bosque”, pero estamos ante un libro serio, riguroso y con un planteamiento que se debe considerar más allá de que imagino que no todas las conclusiones de Snyder serán igual de acertadas y de aceptadas  aunque, eso sí, todas parecen bien documentadas.
Al terminar su lectura, y como pasa últimamente con muchos libros que analizan nuestra realidad, hay que hacer un gran esfuerzo por no dejarse arrastrar hacia un cierto fatalismo desmovilizador, pero es que estamos ante un momento muy difícil y al mismo tiempo muy decisivo para cómo será el futuro del mundo.


Timothy Snyder, El camino hacia la no libertad. Traducción María Luisa Rodríguez Tapia.